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EL DEBUT

El rey del (nuevo) juego

El nieto de Steve McQueen es primo segundo de Enrique Iglesias y, hasta hace poco, yerno de Sean Penn. Pero ahora ha descubierto una vocación mucho más rentable

Tom C. Avendaño
Steve R. McQueen, en junio del año pasado.
Steve R. McQueen, en junio del año pasado.frankk trapper (cordon)

¿Ha hecho algo por lo que podamos conocerlo?

Vistos con frialdad, los mayores logros que Steve R. McQueen ha conquistado en sus primeros 25 años de vida son un par de papeles como actor en las series CSI: Miami o Numb3rs y un debut cinematográfico —en Piraña 3D, cuyo título hace redundante cualquier definición— que no fue precedido de ningún otro proyecto. Pero todo esto es cuestión de perspectiva. En realidad todo lo que necesita Steve R. McQueen es ser Steve R. McQueen: nieto del legendario actor del Hollywood clásico con el que casi comparte nombre y de Neile Adams, la hispano-filipina que es tía de Isabel Preysler. Este chico no es solo un actor de extraño atractivo y facilidad para acumular fans. Es, en tanto que primo segundo de Enrique Iglesias y vínculo de las familias de Steve McQueen y Julio Iglesias, parte de esa casta creciente, pero siempre escasa, en el entretenimiento estadounidense que es la realeza de Hollywood.

¿Y de qué sirve formar parte de esta casta?

Tiene sus usos evidentes como encontrar trabajo ante las cámaras con relativa tranquilidad: el Steve que nos ocupa, por ejemplo, lleva cinco años interpretando a un médium adolescente en la serie Crónicas vampíricas, lo cual le ha dado acceso directo a los ojos de chicas preadolescentes de todo Estados Unidos, que a su vez ha generado un culto imparable hacia él en Internet. Basta con poner su nombre y la palabra novia al lado para ver que la cuestión lleva media década suscitando un acalorado debate en foros de todo tipo y también en revistas. Lo cual es otro rasgo de la realeza de Hollywood: la habilidad única para conjurar titulares solamente por el poder de la evocación. En el caso de McQueen, tuvo como novia a Dylan Penn, la hija de Sean Penn y Robin Wright. Solo ese choque de apellidos conocidos era suficiente como para que todo lo que hiciera la pareja pareciera relevante.

¿Por qué decimos que ha debutado?

Porque hasta hace bien poco, Steve R. McQueen tenía dos opciones: podía seguir trabajando y aumentando su currículo; luchando porque sus logros pudieran verse con frialdad, en otras palabras. O podía aceptar que no necesita hacer nada de esto y alimentar el culto a sí mismo. Ha optado por lo segundo, la renta dinástica. En los últimos meses, McQueen se ha apuntado a la moda de mostrar su torso en Instagram sin importar el contexto (viendo los Oscar, jugando en casa, en Coachella, en casa…). Y para qué más. Nunca antes había generado tantos titulares.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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