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en primera línea
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los últimos musulmanes de Carnot

El coordinador de Médicos Sin Fronteras en Carnot desbroza las actividades de la legión de grupos armados que operan en el país y la violencia creciente

República Centroafricana -
Remi Djian/MSF

Hace un año, en marzo de 2013, cuando los ex-Sélékas llegaron a Carnot, la violencia en la ciudad no era significativa y no tenía un impacto directo sobre la población o sobre nuestros proyectos. Más tarde, en diciembre, la situación se deterioró y los equipos de MSF empezaron a atender heridos de bala. La mayoría procedían de Baoro, una ciudad al norte de Carnot. Al mismo tiempo, justo cuando la población musulmana de Carnot empezó a marcharse de la ciudad comenzaron a llega los habitantes de Baoro.

El contexto cambió considerablemente en el transcurso de mi misión. El 20 de enero de 2014, los ex-Sélékas se fueron de Baoro y emprendieron su camino rumbo a Carnot. Fue entonces cuando empezaron los robos, los saqueos y las ejecuciones públicas sumarias. Todo aquello tuvo un efecto inmediato en la población y en toda la región se instaló una especie de psicosis. Tanto los musulmanes como los cristianos abandonaron sus casas para concentrarse en puntos concretos en los que buscaban protección. Uno de esos lugares fue el hospital de la ciudad, donde trabaja MSF, pues se consideraba una zona neutral. Algunos de nuestros trabajadores centroafricanos tuvieron que esconder a sus familias en minas de diamantes abandonadas. Todo se volvió caótico desde entonces. La calma no ha vuelto a reinar nunca más en Carnot.

Cuando los ex-Sélékas se marcharon de Baoro, las milicias anti-Balakas se dedicaron, durante toda una semana, a extorsionar y acosar a la población musulmana, que se había quedado sin protección alguna. Como los residentes musulmanes no podían responder a las exigencias de los anti-Balakas, el 22 y 23 de enero éstos decidieron lanzar un ataque que se cobró la vida de muchas personas. La población huyó y una nueva oleada de desplazados llegó a Carnot. El 30 de enero, fui a Baoro a comprobar la situación tras los ataques. Las casas habían quedado reducidas a cenizas y había cuerpos calcinados. Aquellas imágenes eran extremadamente difíciles de asimilar. Todo había sido saqueado y destruido.

Los disparos en la ciudad continuaban. Fuimos a la iglesia, donde se habían refugiado 5.000 personas. Había heridos entre ellos, pero era imposible trasladarles a Bouar, donde MSF tiene un programa médico-quirúrgico, porque los anti-Balakas habían bloqueado las carreteras y les impedían el paso. En su lugar, les llevamos a Carnot. Vimos cientos de personas por el camino que huían de Baoro rumbo a Carnot—especialmente mujeres y niños. Después muchos se marchaban a la estación de tren desperando encontrar cualquier medio de transporte para huir a Chad.

La noche del 30 de enero, los ex-Sélékas regresaron del sur rumbo a Berberati, y pasaron por Carnot. Dejaron tras de sí una estela de saqueo. Les interesaban sobre todo los vehículos que pudieran usar durante su retirada. Llegaron a Carnot por la noche y saquearon la zona donde se encuentra nuestra base. A las dos de la madrugada, llegaron a nuestra casa. Querían nuestros vehículos. Lógicamente no opusimos resistencia. Teníamos hombres armados apuntándonos por la espalda. Sentíamos miedo, pero conservamos la calma. Al final, no sé qué fue lo que nos salvó. ¿Fue nuestra sangre fría?, ¿o el hecho de que dos días antes habíamos tratado a uno de sus heridos y le habíamos evacuado a nuestro proyecto quirúrgico en Paoua? ¿O quizás fuera porque un día sí y al otro también íbamos a verles para recordarles quienes somos y lo que hacemos?

Al final, desistieron de llevarse el vehículo y nos dijeron, “MSF, sabemos que tratáis a todo el mundo: musulmanes y cristianos por igual ¿Nos perdonáis?” Y se fueron, con el dinero naturalmente, pero nada más. Eso fue todo. Conseguimos limitar el daño. La mañana del 31 de enero, todos los ex-Sélékas se concentraron a unos cinco kilómetros de la ciudad y se marcharon. La gente que había permanecido escondida en sus casas hasta entonces empezó a salir. Pensamos que se había restituido la calma.

Pero al día siguiente, aparecieron nuevos y muy violentos grupos anti-Balaka procedentes de Baoro y Bozoum. La primera semana de febrero empezaron a ejecutar y a secuestrar a gente. Comenzaron a amenazar a los musulmanes que se habían refugiado en el recinto de la iglesia. El 5 de febrero, 30 hombres de la Misión de paz de la Unión Africana en República Centroafricana (MISCA) llegaron y se desplegaron en la iglesia. Eso no detuvo a los anti-Balakas, que dispararon contra unos 100 refugiados musulmanes que se refugiaban en el patio de una casa. Eso fue el 7 de febrero.

Nos trasladamos hasta allí y conté unos diez cadáveres. Había más de 86 personas cautivas, mayoritariamente mujeres y niños. Estaban sentados con lágrimas en los ojos. Pero no estábamos autorizados a sacarles de allí. Era demasiado peligroso para todos. Había varios heridos y enfermos. Los anti-Balakas nos dejaron que nos los llevásemos con nosotros. Entre los cuerpos todavía había personas con vida, pero no nos permitieron acercarnos a ellos. “¡Si seguís insistiendo, les remataremos delante vuestro!” Fuera, un niño tenía una herida de arma blanca. Fue una de las 14 personas que pudimos evacuar. Por el camino, fuimos rodeados por hombres armados varias veces. Amenazaron a nuestros pacientes: “Son nuestros prisioneros. Tenéis que devolvérnoslos”, gritaban. Finalmente, contactamos con las tropas de la MISCA, que consiguieron liberar a los 86 rehenes y llevárselos a la iglesia, donde se habían concentrado todos los musulmanes de la ciudad. Los cristianos que habían dado cobijo o escondido a musulmanes en su casa y habían sido acusados de “colaboración” por los anti-Balakas también buscaron refugio allí por miedo a represalias.

El 8 de febrero, después de enfrentamientos entre los anti-Balakas y las tropas de la MISCA, tratamos a 12 heridos en el hospital. El 12 de febrero, los anti-Balakas volvieron a atacar a las fuerzas de la MISCA. Tomamos la decisión de evacuar en avioneta a cuatro musulmanes heridos hasta nuestro programa en Paoua. Justo cuando nuestra ambulancia se dirigía hacia la pista de aterrizaje, donde la avioneta ya nos esperaba, unos 50 hombres, alborotados y nerviosos, nos interceptaron cerca de la iglesia. Tuvimos que negociar durante mucho tiempo con ellos y recordarles que dos días antes habíamos tratado y evacuado a dos de sus heridos. Una vez más, el haber tratado a todo el mundo nos sacó de aquel atolladero. Uno de los médicos se quedó para tratar a un soldado de la MISCA herido de consideración. Cincuenta minutos más tarde, el avión regresó a por él. Tenía una fractura en una pierna y afectada la arteria femoral. Estuvo a punto de morir, pero sobrevivió. Aquel día pasamos mucho miedo. Todos estábamos bastante afectados porque, por primera vez, fuimos conscientes de que el contexto en Carnot había cambiado radicalmente.

Entre el 21 de enero y el 8 de febrero, tratamos a 70 heridos. El 1 de marzo, tras nuevos enfrentamientos, el equipo quirúrgico móvil acudió desde Bangui para tratar a los nuevos heridos in situ y referir a los demás a la capital. El 11 de marzo, aproximadamente 200 desplazados musulmanes de la iglesia pudieron marcharse a Camerún, pero 900 personas seguían confinadas allí. Les hubieran linchado si se hubiesen marchado. MSF realizó operaciones médicas de emergencia en el recinto. El 28 de marzo, los últimos refugiados musulmanes que seguían en la iglesia se fueron de RCA rumbo a Camerún en seis camiones escoltados por topas de la Unión Africana. El resto de la población se ha refugiado en el bosque. MSF ha decidido organizar clínicas móviles para todas aquellas personas que carecen de acceso a atención médica.

No sé lo que va a ocurrir en Carnot. Las tropas francesas de la operación Sangaris se van a marchar. Se supone que la MISCA va a recibir refuerzos, pero la situación podría degenerar en cualquier momento.

Dramane Kone es coordinador de Médicos Sin Fronteras en Carnot, República Centroafricana

Entre enero y marzo, Dramane Kone coordinó el proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Carnot, en la región occidental de la República Centroafricana (RCA). MSF trabaja en el hospital de Carnot desde 2010. Kone describe la legión de grupos armados que operan en el país y que han pasado por Carnot, la violencia que les acompaña y la volátil situación en una ciudad que, hasta hace poco, se había salvado de la violencia que sacude otros lugares del país.

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