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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decepción en Fráncfort

Draghi opta por ‘esperar y ver’ antes de tomar decisiones contra la desinflación europea

Hasta el miembro alemán del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, Jens Weidman, se había mostrado inquieto por las amenazas deflacionistas que pesan sobre la eurozona. También el gobernador del Banco de España, con razones mucho más próximas, había reclamado acción al banco central. La respuesta del presidente del BCE a esas inquietudes ha sido la inacción, aunque Mario Draghi ha dejado entrever que está atento a esos riesgos.

Es un aplazamiento aventurado. La primera razón para adoptar medidas monetarias es una tasa de inflación muy distante de la referencia asumida como objetivo por la propia institución. En la eurozona esa tasa es del 0,5%, pero en España, por ejemplo, se sitúa en -0,2%. Es precisamente en las economías más endeudadas, las que menos crecen y las que más ajuste fiscal han sufrido, en las que la desinflación es más inquietante.

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La segunda razón es que la economía del área euro apenas crece; el paro es elevado y la inversión se recupera lentamente. El dinamismo exportador está detrás de este crecimiento débil y vulnerable. Esas exportaciones tienen dos dificultades: las amenazas de desaceleración de algunas economías emergentes y la sobrevaloración del euro frente a las demás monedas. El tipo de cambio del euro está excesivamente apreciado y penaliza a economías —como la española— que han hecho en los años de crisis un esfuerzo notable por diversificar geográficamente los mercados de destino de sus exportaciones.

No menos importante es la fragmentación financiera, aún vigente, como razón adicional para que el BCE hubiera bajado su tipo de referencia o introducido tipos negativos en la facilidad marginal de depósito, o, en última instancia, concretado medidas excepcionales como las de estadounidenses, británicos y japoneses. En la eurozona no solo no rige la ley del precio único, sino que la disparidad es notable entre prestatarios similares. Y en algunas economías el crédito sigue sin aparecer.

El BCE no ha actuado prudentemente manteniendo esa actitud de esperar y ver. La situación es tan excepcional que hubiera sido mejor neutralizar riesgos. A cambio, ha expuesto que “la ejecutiva es unánime en su determinación de usar también medidas no convencionales que estén dentro de su mandato para enfrentarse a un periodo de tiempo con los precios demasiado bajos”. Quizá esa unidad actúe en la próxima reunión del BCE.

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