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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hollande, apagafuegos

Nuevo gesto francés de firmeza para detener el caos sangriento de la República Centroafricana

Inmediatamente después de ser autorizada por el Consejo de Seguridad, Francia ha comenzado un despliegue para duplicar hasta 1200 soldados su contingente en la República Centroafricana, su antigua colonia asolada por la violencia étnica y religiosa que este mismo jueves se ha cobrado más de un centenar de vidas en Bangui, la capital. Las tropas francesas tienen como misión restablecer un mínimo de seguridad en el descoyuntado país, mientras Naciones Unidas intenta poner en marcha una fuerza de pacificación que refuerce el inoperante contingente regional allí presente.

Los orígenes de la nueva y grave crisis africana se remontan a marzo, cuando una alianza rebelde musulmana, denominada Seleka, depuso al presidente François Bozize para instalar al frente del pequeño país, mayoritariamente cristiano, a su comandante, Michel Djotodia, ahora mandatario provisional. Aunque teóricamente disueltas, las bandas armadas de Seleka han ido controlando la República Centroafricana. La orgía de violencia y pillaje ha provocado la huida de centenares de miles de personas. El secretario general de la ONU hablaba de situación fuera de control y París la calificaba de pregenocidio.

Por segunda vez en un año, después de que sus soldados fueran enviados en enero a combatir el yihadismo que se adueñaba de Mali, Francia decide intervenir militarmente en otro país africano, en una nueva muestra de confianza en su política exterior y de implicación en la seguridad global. Una actitud de firmeza, ésta, que el presidente Hollande ha manifestado en los últimos tiempos en situaciones relevantes, se trate del genocida sirio Bachar el Asad o de las negociaciones nucleares con Irán.

París asegura que su misión centroafricana es de gendarme más que de combate. En cualquier caso, sus razones son respetables, no solo porque la primordial es evitar un nuevo escenario de genocidio —el enésimo en Africa— ante la pasividad de los poderes occidentales. Además de campo de batalla para etnias y credos enfrentados, la empobrecida República Centroafricana es rica en oro, diamantes y uranio y esta encerrada entre seis países en la región más inestable del continente. Su colapso llevaría inevitablemente a un vacío ocupado por fuerzas indeseables. Ni Francia, ni Europa ni el orden internacional pueden permitirse otro espacio sin ley en el continente africano.

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