Atrévase, señor Rajoy
Lo que sucede en Cataluña no es un suflé sino una crisis de Estado en toda regla
Apreciado presidente del Gobierno de España: aunque ninguno de los dos le votamos, sobra decirle que es usted nuestro presidente, el de todos los ciudadanos que residimos en España. Le escribimos estas líneas desde Madrid y Barcelona, confesándonos discípulos de la escuela que tan bien representó Ernest Lluch: que vale más hablar que callar, insistir suplicando que acabar llorando.
Creemos que es hora de que perciba la situación en Cataluña como lo que es: no un suflé, no un calentón efímero de una parte de la población, no el resultado exclusivo de unas determinadas estrategias coyunturales de los partidos nacionalistas. No. Lo que está sucediendo en Cataluña es una crisis de Estado en toda regla. Tan miope es ignorarla como nocivo es no afrontarla.
Podemos llegar a entender muchas cosas. Que tiene muchos retos encima de la mesa, que la gestión de la crisis no es ni fácil ni indolora. Podemos entender —somos de Madrid y Barcelona— que le enfaden expresiones como “España nos roba” tanto como estamos seguros que usted entiende que a muchos, muchísimos catalanes, les enfadó su recogida de firmas contra el Estatut. Podemos entender que cueste querer pactar si lo que le están pidiendo es marchar. Tanto como usted puede entender que el hecho de que ningún presidente intente expresarse en catalán cuando es una lengua oficialmente española es un símbolo del poco reconocimiento a la pluralidad que tozuda y afortunadamente nos define.
Podemos extendernos, unos y otros, en analizar por qué hemos llegado hasta aquí. Podemos incluso reescribir la historia a la medida de cada uno, en esta suerte de ejercicio autorreferencial que es tan común en nuestro país y que, desgraciadamente, ha llevado a que el diálogo (epistolar o presencial) sea más una sucesión de monólogos que una suma positiva y constructiva de algo.
La consulta no es un trámite para la independencia sino una oportunidad
Pero independientemente de las explicaciones que cada uno demos de lo que ha pasado, creemos que hay cosas que llegados a este punto son difíciles de negar. Que el problema del encaje de la Cataluña de hoy en la España de hoy no es una invención, y cualquiera que conozca Cataluña sabe que no se evaporará dejando que el tiempo pase. Y que no es de recibo usar argumentos jurídicos y constitucionales para no afrontar problemas políticos como este. Cuando una parte considerable de la ciudadanía de un territorio quiere irse y una mayoría clara de ese territorio exige ser consultada sobre ello, no se puede invocar a un procedimiento legal para no dar respuesta. No porque sea inválido, sino porque no es suficiente.
No solo nuestra Constitución es mucho más flexible que eso, es que hemos comprobado que esta supuesta rigidez parece ser aplicada de una peculiar forma selectiva que no entienden los ciudadanos (la última reforma constitucional sucedió en un fin de semana de agosto sin que los españoles apenas tuvieran conocimiento de ella, aunque sí el apoyo de su partido).
Creemos, señor Rajoy, que la mejor forma de defender la Constitución es no usarla como parapeto para no resolver los problemas de convivencia. Aborde de frente el problema de desafección de Cataluña, abra sin miedo el proceso de una reforma profunda de España en la que más catalanes se sientan a gusto y en la que tengan sólidas garantías de que sus demandas serán tenidas en cuenta. Ponga en pie una oferta política, un plan. Un plan que puede llamarle como quiera: federal, nacional, constituyente… ¡pero un plan, por favor! Una solución política a un problema político. Un plan que, frente a la petición de ruptura, no diga solo imposición del status quo. Y un plan en serio: no una nueva y cansina concesión, sino una verdadera oportunidad de regeneración.
Creemos también que una señal magnífica de su compromiso por solucionar el problema de la desafección de Cataluña sería posibilitar la demanda de una consulta. Nos parece que esta es, hoy, la salida más racional, sabiendo que los pactos de despachos ya no sirven y que los ciudadanos no van a ser meros espectadores. Participe activamente en su diseño e invierta su tiempo y su esfuerzo en ganarla. Tendrá a muchos españoles y catalanes detrás. Expongamos entre todos la ingenuidad de muchos de los argumentos secesionistas, mostremos con transparencia los costes de la separación y, sobre todo, hagamos explícitas las ventajas de seguir juntos en un nuevo escenario.
Señor presidente, ninguno de nosotros dos somos independentistas y pensamos que en un marco de interdependencias y pluralidad los pactos de convivencia son lo más conveniente para todos. Pero no encontramos ninguna razón democrática para negar la independencia de Cataluña si así lo quiere persistentemente una mayoría de sus ciudadanos.
No vea la consulta como un trámite hacia la independencia sino como una oportunidad. Como el principio de la solución al impasse político y a la creciente desafección social. Sin miedo, señor Rajoy, porque no hay nada más aterrador que llegar a la frustración. Y sin traumas: un liberal como usted seguro que comparte que lo esencial no es el nombre de los Estados —de ninguno de ellos—, pero sí es esencial que los ciudadanos se sientan partícipes del proyecto colectivo en el que viven, sueñan y educan a sus hijos.
Sea valiente, señor Rajoy. Se lo pedimos desde la preocupación y la convicción. Desde el conocimiento de que la independencia es hoy el proyecto de futuro de muchos catalanes y que no se contrarresta negándola sino con una alternativa mejor. Y le pedimos que posibilite una consulta sabiendo que llegados a este punto en el que ya estamos la unión, que usted tanto invoca y desea, solo será posible y fructífera por elección y no por imposición. Este es el plan que le pedimos, pero si tiene usted una oferta mejor, insistimos, somos todo oídos. Porque lo que en definitiva le estamos pidiendo es sentido de Estado. Sentido de responsabilidad y no sentido de propiedad. Hagamos caso a las palabras del que fue su mentor, Manuel Fraga, que decía que la política es el arte de lo posible pero que para lograrlo hay que intentar muchas veces lo imposible.
Rocío Martínez-Sampere es diputada del PSC al Parlamento de Cataluña y economista. José Fernández Albertos es politógo en el CSIC, Madrid.
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