De vuelta a la realidad
Dos años más para cumplir el déficit favorecerían el crecimiento y aliviarían tensiones autonómicas
Desde una perspectiva pragmática, pocas decisiones europeas son tan importantes para la economía española como que Bruselas admita un objetivo de déficit entre el 6 y el 6,5% en 2013 y conceda dos años más, hasta 2016, para alcanzar la corrección final del déficit en el 3%. Esto es exactamente lo que está a punto de suceder. Si las nuevas condiciones mencionadas se concretan, sus consecuencias para la economía española no pueden ser sino benéficas: más margen para utilizar la política presupuestaria en estrategias de crecimiento, menos presiones internas hacia las comunidades autónomas y una percepción menos crispada de los inversores o mercados, quienes, como es lógico, consideraban que ciertas imposiciones de ajuste eran difíciles de aplicar y de conseguir.
El ejemplo de España ha sido decisivo para favorecer esta rectificación o modulación de la austeridad a ultranza que, se mire como se mire, ha fracasado. Los recortes del gasto aplicados por el Gobierno han constituido una grave decepción. Ni han conseguido situar el déficit en el objetivo previsto (Eurostat sancionó ayer un déficit del 6,98% del PIB, el 10,6% si se tienen en cuenta las ayudas a la banca), ni han logrado estabilizar la deuda, ni generado atisbos de recuperación. De hecho, el ministro de Economía, Luis de Guindos, ya ha anunciado que la contracción del PIB en 2013 será del 1,5%, en lugar del moderado 0,5% previsto inicialmente.
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La rectificación del Gobierno no es completa. Resulta difícil de creer que la economía tendrá un “ligero crecimiento”, según su declaración, en 2014. El ministro tendría que explicar en qué factores fundamenta esa previsión. La salida de la crisis puede ser en V, pero también puede suceder, a la vista del nulo pulso del crédito, que la economía se mantenga en condiciones de estancamiento el año próximo.
Como ya se advirtió en su momento, y como ha reiterado el Fondo Monetario Internacional (FMI) en sus últimos informes, las políticas de austeridad aplicadas imperativamente en periodos muy cortos agravan la recesión de los países con menor credibilidad de su deuda y exacerban el descontento de los ciudadanos. Para Europa, es un giro calculado que, si se sostiene políticamente durante algún tiempo, puede significar una rectificación radical de la política económica que beneficiará a otros países, como Francia o Portugal. Con el acompañamiento debido del BCE, el euro dejará de ser un islote entre áreas económicas que han apostado de una u otra manera por la expansión.
Un nuevo escenario también tendría sus peligros. El primero y principal es que, por olvidar las políticas de austeridad radical, también se olviden las estrategias de austeridad moderada. Los objetivos de ajuste del déficit, precisamente porque serían más asequibles, deben cumplirse escrupulosamente. Los márgenes para políticas de estímulo deben aprovecharse con sensatez, sin favorecer nuevas burbujas sectoriales ni geográficas.
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