La imparable carrera a tropiezos de Jennifer Lawrence
A sus 22 años la ganadora del Oscar a la mejor actriz se ha convertido ya la nueva 'Novia de América'
Recibir un Oscar a la mejor actriz con solo 22 años justifica cualquier tropiezo como el que protagonizó Jennifer Lawrence cuando hace ocho días escuchó pronunciar su nombre. Vestida con un espectacular traje de Dior de alta costura se cayó de bruces en las escaleras que la llevaban camino de la estatuilla. Pero protagonizar situaciones bochornosas empieza a ser ya un hábito para ella. Jennifer Lawrence también sufrió otro percance similar días antes en los premios del Sindicato de Actores, donde también fue elegida mejor actriz. Esa vez no pisó su Dior, lo que sucedió es que su vestido se desmontó, dejando al aire sus muslos. Pero aquí no acaban sus problemas de vestuario. El 7 de febrero, durante la gala previa a los Bafta perdió un tacón.
Ella es así de natural y no solo por sus tropiezos. Cuando ganó el Globo de Oro como mejor actriz de comedia y musical por El lado bueno de las cosas, de regreso a su mesa y con la estatuilla en la mano, puso en su regazo una posesión todavía más preciada: una bolsa de patatas fritas que había robado de la sala de prensa. Sin disimulo abrió el paquete encima de su elegante traje y metió su mano, adornada con un anillo de diamantes de Chopard— llamado la bola de nieve por su tamaño—. “Tenía hambre”, fue su única explicación. Por su trabajo y personalidad dentro y fuera de la pantalla, esta actriz de Louisville (EE UU) es lo que parece: una joven llena de vida y pocas pretensiones, que disfruta de la interpretación y de Hollywood como si fuera un juego.
El disimulo y Lawrence no son compañeras de viaje. Si le preguntas cuál es la diferencia, más allá de la estatuilla, entre estos Oscar y su primera candidatura por Winter's Bone dice sin cortarse que “mucha”. “Esta vez sí puedo beber”, explica, una vez alcanzada la edad legal a la que se puede consumir alcohol en EE UU. Y cuando relata sus preparativos para ir a la ceremonia, su recuento incluye hasta los más íntimos detalles. “Me pegué una ducha… me tomé una copa… ¡Dios qué estoy diciendo!”, se censuró ella misma.
En el trabajo es igual. Alguien que llega al rodaje gamberreando y sin haberse aprendido su texto, que no posee preparación académica en lo que se refiere al campo de la interpretación, pero que sin embargo deja a todos boquiabiertos. Lo ha dicho, entre otros, Woody Harrelson, uno de los actores de apariencia más relajada de esta industria: “Junto a ella, lo mío parece un trabajo duro”.
A Lawrence le viene de natural. Empezó como actriz porque, según sus propias palabras, nunca fue buena en nada. “En la escuela me sentía como una estúpida y no era lo que se dice una persona atlética”, afirma quitándose importancia.
Sus primeros papeles fueron poco prometedores pero en seguida llegó su debú junto a Charlize Theron en la película de Guillermo Arriaga Lejos de la tierra quemada y poco después su primera candidatura al Oscar con Winter's Bone. Si alguien pensó, como ella misma, que se trataba de un golpe de suerte, su victoria dos años más tarde demuestran lo contrario.
Jennifer reside en Santa Mónica con toda su familia y sigue manteniendo sus mismos gustos: hacer punto y practicar el surf. Ese es su lado bueno de la vida. “Y comer comida basura delante de la televisión mientras veo un reality. Nada me hace sentir mejor”, admitió a este periódico sin dudarlo dos veces. Aunque pudiera parecerlo, de inconsciente no tiene nada. Es natural y mucho, y posee un talento innato que demuestra en cuanto en el plató se oye la palabra: “Acción”. También tiene muy claro el impacto que deja entre sus jóvenes admiradoras con las que no quiere perpetuar la idea de que para triunfar hay que ser anoréxica. “Claro que todavía soy joven así que tengo tiempo para joderla, ¿no?”, añade sin pelos en la lengua y riéndose de sí misma.
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