Nandimba: corazón del arte maconde
Sigo en Nandimba, la pequeña población del norte de Mozambique a la que llegué en busca de Matias Ntundo, el artista de xilografías, y donde encontré a un grupo de escultores macondes. Si por algo es famoso este grupo étnico es por su arte. Conocidos escultores africanos han salido de esta zona. Ntundo me presenta a Patricio Daniel Bado, el más joven del grupo de artistas que están trabajando, sentados en el suelo, delante del Centro Minoko. Con él puedo hablar de su trabajo.
Escultor maconde en Nandimba.
Los macondes son una tribu que vive en el norte de Mozambique y sur de Tanzania. También hay algunos en Kenia. Son famosos por sus esculturas de madera.
Patricio Daniel no deja de trabajar en el guerrero tradicional que está terminando. La radio, también en el suelo, suena continuamente durante nuestra conversación. El artista me comenta que todas sus esculturas están hechas en madera de pau-preto (ébano) que secan bien antes de empezar a trabajarla. Le comento que eso es lo que dicen todos los vendedores de esculturas por toda África, pero que lo más normal es que a las tallas y máscaras que se compran en los mercadillos africanos les unten betún de zapatos para hacerlas pasar por ébano. Patricio me dice que no es así, que para los macondes el arte es algo serio y que no lo hacen para engañar a los turistas. Reconoce que sí, que en Maputo, o en las grandes ciudades, “donde llegan muchos blancos”, pueda que sea así, pero no en territorio maconde. De hecho, se levanta y me lleva a la parte de atrás del centro donde tienen varios troncos de pau-preto secándose.
Troncos de pau-preto (ébano) secándose.
Patricio me cuenta que él aprendió a tallar la madera de su abuelo, que “ya está viejo y no trabaja, ahora se pasa el día sentado en casa”. Dice que antes los escultores macondes tallaban los objetos que necesitaban para la vida cotidiana y para los ritos y fiestas tradicionales, en especial para el Mapico, la ceremonia de iniciación de los jóvenes macondes. Insiste en enseñarme algunas de las máscaras que tienen en el centro. Matias Ntundo dice que están talladas en un solo bloque y que son muy difíciles de conseguir. Las que tienen expuestas son para vender, porque, comentan, los turistas las aprecian mucho.
Matias Ntundo me muestra algunas de las máscaras macondes que exiben en el Centro Minoko.
Como también aprecian los visitantes las figuras de guerreros o las que describen la vida diaria. Por eso las hacen, porque se venden, pero, insiste Patricio, es algo nuevo, tradicionalmente eso no se hacía, “pero los tiempos están cambiando y hay que adaptarse a ellos”.
Lo más tradicional, me cuentan, es esculpir Shentanis, es decir, espíritus que son parte del mundo de creencias maconde. Estos pueden ser benignos o malignos, tienen diferentes poderes y suelen aparecer en formas distorsionadas, tanto animales como humanas.
La otra gran tradición es el estilo Machinamu, donde se esculpen antepasados, destinados al culto.
Patricio Daniel Bado trabajando.
Patricio sigue trabajando y le pregunto si puede vivir de su arte, me dice que no, que tiene que trabajar en la machamba, para poder alimentar a su familia. Tiene una mujer y cinco hijos. Cuando era más joven emigró a Maputo y estuvo trabajando allí, esculpiendo tallas que vendía en los mercados de la ciudad, pero no resistió, no le gustaba la vida de la gran urbe y decidió volverse a su pueblo.
Le pregunto que por qué talla la madera y me responde que “porque es lo que le pide el corazón”. Cuando indago sobre cómo decide la pieza que va a trabajar me dice que es la madera la que le sugiere la obra, él solo se deja llevar.
Se me ocurre preguntar por George Lilanga, el más famoso de los escultores macondes, cuyas obras se encuentran en museos y galerías de todo el mundo. Enseguida me doy cuenta de que se trata de un tema muy controvertido. Primero porque los artistas que están allí, sentados en el suelo, dicen que Lilanga nació en Nandimba y no en Tanzania como él decía, aunque de pequeño fuera a vivir a Lutamba y más tarde a Dar-es-Salaam. Me dicen que sus padres están enterrados allí y que su primera esposa también vive allí. Él murió en 2005 y no quieren saber nada de él, porque nunca se acordó de su pueblo.
El segundo punto de controversia es que ellos piensan que lo que él hacía no era escultura maconde, era algo distinto, moderno, que no está mal pero que no es lo que ellos hacen.
En el fondo, pienso, mientras pierdo el hilo de la conversación porque han pasado a hablar en maconde, que lo que aquí subyace es el eterno debate entre tradición y cambio, un tema presente en todos los rincones de África y que no se puede evitar. La creatividad no se puede limitar a repetir las tradiciones para tener el sello de autenticidad, pero esta no es mi discusión sino la de los escultores macondes que sentados en el suelo, junto a las obras que están esculpiendo, discuten sobre lo que es arte.
Escultura maconde
Termino comprando una de las esculturas que exponen en el centro de arte y que representa la elaboración del licor tradicional. Es tarde, despierto a Camal, el conductor que me acompaña y que duerme dentro del coche, para que volvamos a Mueda.
TODAS LAS FOTOS DE CHEMA CABALLERO
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