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Tribuna
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Un ejemplo de colaboración público-privada

Los avances del CNIC repercuten en la lucha contra las enfermedades cardiovasculares

Vivimos tiempos de enorme complejidad. La acuciante situación económica y financiera, el creciente desempleo, la pérdida de confianza institucional y, por ende, la pérdida de credibilidad fuera de nuestras fronteras son factores que, inevitablemente y con el paso del tiempo, han desencadenado una sensación generalizada de desasosiego. Pero, a pesar de esta situación, tenemos que empezar a romper este círculo vicioso pesimista. Las perspectivas a corto plazo son duras, pero debemos forzar un cambio de mentalidad que promueva una visión más constructiva de nuestro futuro y que nos permita encontrar las soluciones más eficaces.

Una de las incógnitas que más atención requiere es la búsqueda de un nuevo modelo productivo para nuestro país. El agotamiento de un modelo eminentemente basado en la construcción y en el turismo debe llevarnos, de forma inevitable, a la consecución de un modelo productivo basado en el conocimiento. Y, de forma simplificada, para fomentar la cultura del conocimiento, es de común opinión que hay que hacer un esfuerzo considerable en materia de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i).

Sin embargo, no es posible investigar si no hay recursos, y los recursos no se obtienen sin crecimiento económico, que es a su vez una consecuencia clara de la inversión en investigación y desarrollo. Por lo tanto, para romper esta espiral perversa es importante compatibilizar las políticas de austeridad, que permiten recortar el gasto y disminuir el déficit, con políticas promotoras del crecimiento, como la inversión en I+D+i. Para este fin, existen fórmulas —como la financiación mixta público-privada— que permiten atajar el problema con solvencia. Y en el campo de la investigación en biomedicina, estas fórmulas adquieren si cabe mayor relevancia habida cuenta de sus claros beneficios: mejorar la calidad de vida del conjunto de la ciudadanía, aliviar la carga financiera de las Administraciones públicas —para las que resulta insostenible afrontar en solitario este coste— y fomentar el papel de la empresa privada como eje fundamental para la prosperidad de un país. No olvidemos que solo los países que inviertan en investigación, especialmente en lo referente a la salud, se mantendrán en posiciones de liderazgo a nivel mundial en el futuro, como lo demuestran las agresivas políticas de inversión en I+D adoptadas por países como China o Brasil.

CNIC cuenta con una cartera de programas de incalculable impacto social

Si echamos la vista hacia atrás, uno de los logros más importantes de los últimos años en España para la investigación biomédica ha sido la creación del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Dirigido por el prestigioso cardiólogo Valentín Fuster, el CNIC tiene la misión de mejorar la salud cardiovascular de la población mediante el avance en el conocimiento científico y su eficaz traslación a la aplicación clínica. Este ambicioso proyecto, líder en su campo, no solo se ha convertido en un referente en el ámbito de la investigación cardiovascular, sino que también ha marcado un hito para la colaboración público-privada en materia de I+D+i. Por un lado, la Administración viene consolidando su apuesta en este sentido al mantener el compromiso de asumir la parte de inversión pública del proyecto CNIC. Por otro lado, trece de las más importantes empresas y entidades españolas (Acciona, BBVA, Endesa, Fundación Abertis, Fundación Mutua Madrileña, Fundación Marcelino Botín, Fundación Ramón Areces, Gas Natural, Grupo Prisa, Inditex, la Caixa, Fundación Repsol y Telefónica) contribuyen al proyecto, año tras año, mediante la aportación de recursos privados que se canalizan hacia el CNIC a través de la Fundacion Pro CNIC. Las empresas que integran dicha Fundación reafirman así, a través del mecenazgo científico, un doble compromiso: la promoción de I+D+i como señal inequívoca de progreso y de avance para nuestra competitividad, y la mejora sustancial de la calidad de vida de todos los españoles.

Fruto de esta colaboración, el CNIC cuenta ya con una importante cartera de programas de incalculable impacto social. Entre otros muchos, son destacables proyectos como el Metocard, que estudia los efectos beneficiosos, tras un infarto, de una intervención precoz en la ambulancia para detener el daño del corazón; la Polypill, que elaborada junto con los laboratorios Ferrer, aglutina en una única pastilla el tratamiento tras un primer infarto de miocardio, lo que supone ahorro sanitario y mejora de la calidad de vida de los pacientes; o el programa PESA CNIC-Grupo Santander y Fundación Botín, gracias al cual los servicios de salud laboral y prevención de riesgos laborales del Banco de Santander colaboran con el CNIC para medir factores de riesgo cardiovascular en empleados voluntarios. Pero además de los programas destinados en exclusiva a la investigación, es muy destacable el plan de formación CNIC-Joven, a través del cual se identifica y se forma a jóvenes brillantes que muestran, desde etapas tempranas de su educación, interés por la ciencia y por la investigación. Mediante doce programas que cubren todos los niveles de formación, desde la enseñanza secundaria hasta la formación posdoctoral, se ha conseguido, desde el año 2006, que más de 2.200 jóvenes hayan participado en el programa CNIC-Joven y conformen ya la cantera de excelentes profesionales que liderarán la investigación en el futuro.

En este punto, es primordial recalcar el papel fundamental del investigador. Es bien sabido que la excelencia y la calidad en la investigación se alcanzan, principalmente, asegurando el capital humano. Un esmerado proceso de selección del personal científico, su periódica evaluación por un comité externo de excelencia y la oferta tecnológica de última generación (principalmente en materia de imagen cardiovascular) garantizan la productividad del CNIC y promueven un cambio de paradigma en la investigación cardiovascular española. Con las miras puestas en el largo plazo, los compromisos adoptados por los benefactores y por los investigadores con el conjunto de la sociedad auguran unos resultados magníficos, como los que ya se empiezan a cosechar.

La patología cardiovascular se erige como la primera causa de mortalidad en el mundo

Prueba de dichos resultados son los reconocimientos que, en pocos años de actividad, ya ha obtenido el CNIC, entre los que debemos destacar la concesión el pasado mes de octubre de la acreditación Severo Ochoa como centro de referencia internacional en investigación cardiovascular. Esta acreditación, que solo se ha concedido a ocho centros punteros y vanguardistas, tendrá una validez de cuatro años y proporcionará un millón de euros anuales durante ese periodo. El reconocimiento, otorgado por un panel de expertos internacionales formado por científicos de renombre, entre los que destacan tres Premios Nobel, permitirá al CNIC fortalecer sus capacidades de investigación, así como facilitar el camino a otras convocatorias competitivas, contar con acceso preferente a las grandes instalaciones de investigación, disfrutar de flexibilidad en la contratación de personal (científicos y tecnólogos) y ostentar un reconocimiento científico que ofrezca una visibilidad preferente en la obtención de ayudas de mecenazgo, entre otros beneficios.

En un momento en el que el pesimismo tiende a apoderarse con facilidad de nuestros pensamientos, debemos incidir en los mensajes positivos que nos permitan cambiar de mentalidad e invertir más tiempo y esfuerzo en la creatividad. Los avances del CNIC, como caso de éxito y ejemplo del potencial investigador de nuestro país, repercuten positivamente en la lucha contra las enfermedades cardiovasculares, cuyo impacto económico, social y humano están alcanzando índices dramáticos e insostenibles para el sistema. No en vano, la patología cardiovascular se erige, por desgracia, como la primera causa de mortalidad en el mundo desarrollado. Honoré de Balzac dijo en su día que “en las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”. Este es, por tanto, un magnífico momento para que consigamos curtir el corazón, en todas sus acepciones. Con un enfoque luchador y optimista, con la formación y con la investigación por bandera, y, sobre todo, con la colaboración estrecha entre la Administración y las empresas privadas, seguiremos aunando esfuerzos y poniendo en común los recursos necesarios para salvaguardar aquello que entre todos más debemos proteger: nuestro futuro.

Luis de Carlos Bertrán es presidente de la Fundación Pro CNIC

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