_
_
_
_

Así es la única fábrica de dientes postizos de España

La planta, situada en Tielmes (Madrid), produce 12 millones de piezas al año para 52 países

Unidesa-Odi, única fábrica de dientes postizos de España, Tielmes. Foto: Claudio Álvarez / Vídeo: EPV
Antonia Laborde

Detrás de los dientes postizos de un vietnamita o un peruano se encuentra la misma fábrica española. Y se esconde una historia de amor. La chica de 18 años ve un anuncio donde se solicita una secretaria, la contratan, el jefe se enamora de ella, el padre no le permite que se case, ella vuelve a su pueblo natal en León, él va en su búsqueda y juntos comienzan de cero un negocio: fabricar dientes artificiales. De eso han pasado 64 años y Unidesa-Odi es la única fábrica en España dedicada a confeccionar piezas dentales. La empresa exporta sus productos a 52 países y los nietos del matrimonio de Ana María Álvarez y José Domínguez, los fundadores, ya tienen su escritorio en la oficina.

Más información
El reino de los dientes está en Tielmes
¿Por qué amarillean los dientes a pesar de cepillarlos a diario?
A business with bite: Spain’s false teeth success story

Hace casi tres años que Ana María, de 87 años, no visitaba las instalaciones de Unidesa-Odi, ubicadas en Tielmes, un pueblo de 2.600 habitantes en Madrid. “Cuando abrimos la fábrica todas las casas sacaron las banderas, ¡fue una maravilla! Aquí todas las niñas se iban a trabajar de sirvientas a Madrid y eso se acabó... ya no volvió a marcharse ninguna. Y aquí están todavía, las niñas que tenían 14, 15 años y hoy son abuelas”, cuenta Ana María entre lágrimas de emoción. “Sus niñas” de sesenta años la saludan cariñosas y algunas la llaman abuela.

José Domínguez escogió Tielmes porque quería un pueblo no tan grande para que no llegaran otras industrias contaminantes ni tan pequeño para encontrar mano de obra, recuerda Ana María. La fábrica se transformó en un personaje más del municipio. José Luis Sanz, responsable del departamento de pigmentación, trabaja en Unidesa-Odi desde sus inicios. “Por aquí pasaban todas las chicas del pueblo. Entraban muy jóvenes, luego se casaban y se iban”. Inmaculada Redondo y María Cecilia Redondo, que llevan 43 años trabajando en la sección de repaso dental, representan a las que como ellas, se quedaron: “Es genial trabajar con la misma gente”.

Cuando Ana María y su marido se introdujeron en la industria, los dientes postizos se hacían a mano. Un molde por juego de dientes. Hoy, un robot arroja más de una pieza artificial por segundo. “Yo me quedo maravillada cuando veo al robot, a dónde hemos llegado... madre mía. Si al principio mezclábamos un polvito con un líquido en un vasito”.

En total son más de 12 millones de piezas las que produce la empresa al año. “La demanda varía acorde a la morfología de los clientes. Los países africanos piden dientes más blancos y cuadrados, los de Asia más pequeños y marfil”, cuenta Soraya Domínguez, directora de exportaciones. Su sobrino, Guillermo Domínguez, director de I+D+I, complementa la anécdota: “Tenemos una gama de dientes de más claro a más oscuro. A los norteamericanos les gustan tanto los dientes blancos blancos, que tuvimos que crear otro color más claro que los que ofrecíamos”.

Las salas de la fábrica evocan por momentos un laboratorio, un taller automoción o una multinacional de bollerías de última generación. Frascos etiquetados con nombres químicos decoran los estantes. Una repisa sostiene botes con polvos que van desde el marrón oscuro al fucsia fosforescente. Son los colores que se le inyectan a la mezcla para que los dientes adquieran distintas tonalidades. Los moldes donde los colocan se asemejan a los discos de embrague de un coche y antes de que se guarden en alguna de los cientos de cajas del proceso final, máquinas baten y arrojan la mezcla como si se tratara de mini bombones de chocolate blanco.

Ana María Álvarez desarrolló el imperio dental sin su marido, fallecido hace casi medio siglo. De su energía da muestra que ya casi nonagenaria va cuatro veces a la semana a natación. Se hace 29 largos de 25 metros en 40 minutos. Álvarez dejó de trabajar cuando reestructuraron la empresa hace unos 15 años y despidieron a más de la mitad de la plantilla. Quedaron 60 trabajadores y “el robot”. “No podía quedarme”, afirma.

De las impresoras 3D que fabrican los dientes y de los nombres de los trabajadores nuevos sabe poco. Su ilusión ahora es otra: “Espero ver a la cuarta generación aquí, pero eso ya depende de ellos”, comenta entre risas mirando de reojo a su nieto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_