Bruselas ofrece a Grecia un ligero alivio en la deuda y exige más ajustes
Alemania rechaza la reestructuración profunda del pasivo que reclama el FMI
A un lado, el FMI quiere una profunda reestructuración de deuda y metas fiscales realistas —además de otro ajuste—, y amenaza con largarse si eso no ocurre. Al otro, Berlín bloquea cualquier medida que no sea puramente cosmética. En medio, como casi siempre, Grecia: el Eurogrupo ofrecerá hoy a Atenas una reestructuración de mínimos para reducir su impagable deuda sin causar malestar entre los socios más duros y reclamará una vuelta de tuerca a la reforma laboral. La crisis griega reaparece en medio de una situación política potencialmente explosiva, con Europa pendiente del referéndum en Italia.
El mecanismo de ayuda europeo (Mede) pondrá hoy sobre la mesa la mil veces prometida oferta de reestructuración de la deuda griega, según un borrador de la propuesta. Los socios del euro están dispuestos a aumentar los plazos de amortización más allá de los 32 años, eliminarán penalizaciones (relacionadas con viejos objetivos incumplidos de privatización) y reducirán el pago de intereses de algunos créditos sustituyendo tipos de interés variables por fijos. Eso supondría rebajar algo más de 20 puntos el peso de la deuda griega, que se sitúa en torno al 180% del PIB y podría irse hasta un insostenible 250% en 2060 si Europa no se rasca el bolsillo. El plan reduce un 5% los pagos anuales por el servicio de la deuda en Atenas. Pero deja las medidas más ambiciosas para más adelante, tal como se pactó en mayo: para después de las elecciones alemanas.
Todo el mundo es consciente de que ese paso es muy tímido. No hay consenso para mucho más. Alemania bloquea una oferta más generosa, con varios de sus aliados mostrando de nuevo los dientes.
Berlín es una paradoja andante. Por un lado, insiste con mantener a bordo al FMI. Por otro, no quiere oír hablar de nada de lo que solicita el Fondo para seguir: no acepta, al menos en principio, ninguna indulgencia ni con la reestructuración ni con los objetivos fiscales, que obligan a mantener superávits irrealizables —del 3,5% del PIB a partir de 2018— durante lustros.
El FMI advierte de que se irá y no pondrá un solo euro en un tercer rescate si Europa sigue fingiendo que la situación es sostenible. La institución está pendiente de un análisis de la deuda para tomar esa decisión, y para ese examen es crucial el Eurogrupo de hoy. Se repite la historia: a la par que se debate la reestructuración, los ministros reclaman a Grecia una vuelta de tuerca a la reforma laboral. El FMI tampoco se queda corto: a cambio de ese alivio de la deuda y de las metas fiscales más suaves, exige recortes por importe de 4.200 millones en un país que muestra una enorme fatiga tras años de reformas y ajustes y que solo ahora empieza a sacar la cabeza.
La crisis migratoria no da un respiro
Y la saca muy poco a poco. Grecia cerrará el año cerca de la salida de la recesión, para crecer en torno al 3% en 2017 y 2018, según prevé la Comisión. Pero aún emite señales alarmantes: tras perder un cuarto de su riqueza en el último lustro, el paro está en torno al 25%; la deuda pública, en el 181% del PIB. Y la crisis migratoria no le ha dado un solo respiro.
La negociación política empieza hoy. Si no hay pacto, podría convocarse otra reunión a mediados de diciembre. “Grecia ha hecho considerables progresos”, asegura a EL PAÍS el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis. “Lo que queda por hacer es básicamente la reforma laboral y eso debe resolverse a nivel político; en lo demás, Atenas está cumpliendo”, añade. El ministro de Finanzas griego, Euclides Tsakalotos, sostiene que los griegos “han cumplido sus obligaciones” y “es hora de que los acreedores cumplan con la reestructuración de deuda”. Atenas rechaza las pretensiones de liberalizar más los despidos en un país donde ya no hay negociación colectiva.
Un acuerdo allanaría la salida de la crisis a Grecia y permitiría al BCE incluir sus bonos en el programa de compra de activos. Pero un nuevo fiasco combinado con más exigencias dejaría en una situación insostenible al primer ministro Alexis Tsipras, a la baja en las encuestas. Alemania es inflexible: la palabra “quita” sigue siendo anatema. Pero Berlín teme la marcha del FMI: si el Fondo decide no participar en el rescate, Merkel debería someterse a una votación parlamentaria que quiere evitar a toda costa.
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