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El euro se mira en el espejo del dólar

La pujanza de EE UU y las dudas de Europa cruzan caminos en la paridad de las divisas

Alejandro Bolaños
El euro y el dólar se acercan a la paridad
El euro y el dólar se acercan a la paridadDADO RUVIC (REUTERS)

Cuando Mario Draghi, en el convulso verano de 2012, dijo aquello de “el Banco Central Europeo hará todo lo necesario para sostener el euro”, quería decir todo lo necesario para debilitarlo. Han tenido que pasar más de dos años y medio, pero se puede concluir ya que Draghi —“créanme, será suficiente”, retó entonces—, ha ganado la apuesta.

El euro se ha depreciado más de un 25% respecto al dólar en los últimos diez meses. Ahora, en el camaleónico vocabulario de los mercados financieros, el término que corre en boca de todos es el de la “paridad” en el tipo de cambio entre las dos principales divisas. Esta semana, el euro se quedó a cinco centavos (se cambió a 1,05 dólares) de igualarse con la moneda estadounidense, el valor más bajo en 11 años. Y Goldman Sachs pronosticó el viernes que, antes de dos años, cotizará a 0,8 dólares, lo que marcaría un nuevo mínimo en la era euro.

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Con todas las diferencias (y dificultades) que supone hacerlo en una unión monetaria de 19 países que no comparten la política fiscal, Draghi sigue el camino trazado por la Reserva Federal de EE UU en el arranque de la crisis financiera: el BCE, con Alemania resistiéndose a cualquier medida poco ortodoxa, se ha demorado cinco años en situar los tipos de interés cerca del 0% y uno más en lanzarse a la compra masiva de deuda para combatir el riesgo de deflación. La Fed hizo todo eso a finales de 2008, como también abanderó una intervención decidida en las entidades financieras más problemáticos, mientras el guardián del euro acaba de asumir la supervisión de la banca.

Si al cóctel se le añade la espiral de rescates (a bancos y Estados) y recortes en la que se instaló la zona euro entre 2010 y 2012, el contraste se extrema, como refleja el principal termómetro de la crisis, el desempleo: a mediados de 2009, tras lo peor de la Gran Recesión, la tasa de paro en EE UU y la zona euro había escalado al 10%; el mes pasado, en la economía estadounidense había vuelto al 5,5%, pero seguía sin bajar del 11% de media en los Diecinueve.

La economía europea empieza a beneficiarse (las exportaciones son más competitivas, el turismo más atractivo) de lo que fue un lustro de ventaja para Estados Unidos, cuando era su divisa la que perdía valor, gracias a los tipos de interés más bajos y, sobre todo, a la multimillonaria (y temprana) intervención de la Reserva Federal para inundar el mercado de dólares.

La lentitud en la respuesta del BCE facilitó lo que el analista financiero Juan Ignacio Crespo bautiza como “depreciación por turnos”. La Fed ya ha cerrado su programa de compra de deuda y el mercado anticipa una pronta subida de los tipos de interés en EE UU. En la zona euro, sin embargo, el interés al 0% y la inyección de dinero están asegurados por el BCE hasta septiembre de 2016.

Con la política monetaria y la situación económica —EE UU creció un 2,4% el año pasado, la zona euro un 0,9%— tirando del dólar y el euro en sentidos opuestos, basta con que las acciones y los títulos de deuda ofrezcan ahora una modesta rentabilidad al otro del Atlántico para que los ahorros globales retornen a Estados Unidos. Una tendencia que hace poca gracia al Nobel de Economía Paul Krugman, que advierte en su último artículo de opinión contra la tentación de subir tipos en EE UU y acelerar así este proceso, cuando el estancamiento de los salarios avisaría de que la crisis todavía no ha pasado. “Un dólar fuerte es malo para Estados Unidos, la recuperación de la industria se acabará pronto si el dólar sigue en niveles tan altos”, afirma.

Antes de ser el ministro más conocido del Gobierno griego que más ha llamado la atención mundial, Yanis Varoufakis, profesor de las Universidades de Texas y Atenas, asemejó en 2011 la crisis al colapso del Minotauro global, que fue como llamó al monstruo creado por la desregulación financiera que habría impulsado EE UU para atraer los capitales de todo el mundo y nutrir así un modelo basado en el consumo y la deuda. No está claro si se ha avanzado hacia la supervisión mundial de los flujos financieros, hacia el nuevo orden que propugnaban Varoufakis y otros muchos. Mientras tanto, el dinero vuelve a Wall Street.

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