Requena
Jorge Luis Borges conoció a Macedonio Fernández en 1930. Era, decía Borges, un hombre que deslumbraba con su conversación, con el redescubrimiento de las grandes ideas, con la proclamación de nociones asombrosas y estrafalarias. Curiosamente, sus escritos apenas dejan entrever ese genio intuitivo e instantáneo, como si todo dependiese de la magia momentánea, de la presencia física del improvisado filósofo, del recuerdo de su famoso admirador. En Requena, Alejandro García Schnetzer ha logrado dar al Macedonio de Borges la materialidad que le faltaba. Requena, hombre de las tertulias de café de Buenos Aires, excéntrico descubierto por una banda de amigos hacia 1929, es la encarnación literaria de aquel prodigio inventivo borgesiano. Requena lee el Martín Fierro en sánscrito (sólo está vagamente seguro de estar leyendo el Martín Fierro), traduce Macbeth al porteño (las brujas son curanderas y le dicen a Macbeth, "te la van a dar"), se queja de hispanismos que infectan el castellano rioplatense (como "el Escorial, el Tibidabo, los palmares de Elche, Alhambra"), y cree, como el obispo Berkeley, que "la perfección sólo toca a las cosas que podrían haber sido". Si García Schnetzer se hubiese limitado a hacer decir a su iluminado las ocurrencias que Borges le atribuyó al suyo, esta corta novela no hubiese sido sino una suerte de robo de identidad literaria. En cambio, García Schnetzer no ha hecho sino inspirarse en el estilo del evanescente Macedonio, y a partir de las anécdotas borgianas ha construido una figura más encantadora, más ocurrente, más generosa que el original histórico. Este pequeño libro de apenas 70 páginas es una delicia perfecta, heredero de las invenciones biográficas de Pío Baroja y Marcel Schwob.
Requena
Alejandro García Schnetzer
Editorial Entropía
Buenos Aires, 2011. 72 páginas
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