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EL RINCÓN

El candor y la malicia

Ahí está, columpiándose. Literalmente. Tiene el columpio cerca de su casa, en lo que en otras viviendas sería el jardín y en la suya viene a ser más o menos el bosque. Porque desde hace tiempo Albert Pla (Sabadell, 1966) no vive en la ciudad, donde hace años compartió piso con amigos, sino en el campo. Primero en el Montseny, una reserva de la biosfera, y ahora en el Empordà, una reserva del buen gusto. Ocupa una casa sin cobertura telefónica que algunos definen como "por hacer", lo que se ignora significa si hay algún plan inconcluso o aún falta el plan en sí mismo. Hay chimenea, muchos discos y películas, eso sí. Hablamos de Albert Pla, un artista que delimita a su entender la frontera entre el candor y la malicia, lo fabulado y lo cotidiano, la persona y el personaje. Él dice que suele trabajar en el columpio, pero otros le sitúan en un pequeño estudio doméstico, donde se ocupa de las musas en horario matinal, lejos de aquellas noches en las que tiempo ha buscó la inspiración. También asegura que trabaja de memoria y que en su cerebro apunta las letras de sus canciones, más tarde transcritas por sus colaboradores. Sin embargo otros cuentan que en los primeros años, Pla viajaba con un cuaderno de notas en el que lo apuntaba todo. Hoy usa Mac. En lo que hay consenso es en que tiene decenas y decenas de canciones inacabadas que esperan un empujón que quizás jamás llegará. El mundo de Pla parece así abierto aunque nunca descuidado, lo que explica una trayectoria que no ha tenido puntada sin hilo. La última, la edición por parte de la editorial Takatuka de Soñadores, un cuento precioso que dibujó Liniers y que ha sido extraído de la letra de Somiatruites, título de una canción y de su último y delicioso espectáculo y disco junto a Pascal Comelade. "Estoy deseando parar con este espectáculo para poder pensar, descansar y poner en orden las ideas", dice antes de afirmar sin ánimo de pavoneo: "Al menos tengo 500 bullendo en la cabeza". Una de ellas, una posible colaboración con Isaki Lacuesta. Lo que no abandona Pla es la cocina, una de sus grandes pasiones. Preguntado por algún menú reciente responde sin vacilar: "Aprovechando la época, nada mejor que unos canelones de boniato con níscalos bañados en crema de queso de parma y cubiertos con una reducción de ratafía". Y no, esto no es fabulación: Albert es un cocinero espléndido que se ocupa de cocinar diariamente para su mujer y los dos hijos que viven con ellos: "¿Hay que comer, no?", remata a modo de explicación.

Albert Pla cuenta que suele trabajar en el columpio, aunque otros le sitúan en un pequeño estudio doméstico.
Albert Pla cuenta que suele trabajar en el columpio, aunque otros le sitúan en un pequeño estudio doméstico.JERÓNIMO ÁLVAREZ

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