Huellas de un visionario
Con el comisariado de Manuel J. Borja-Villel, João Fernandes y François Piron, esta muestra, antes de viajar a Oporto, donde también será exhibida en el Museo de Arte Contemporáneo de Serralves a partir del 5 de abril del próximo año, reúne la nada despreciable cantidad de casi medio millar de piezas, aunque una gran mayoría de ellas sea de carácter documental, como fotografías, libros, autógrafos, etcétera. Esto último es la consecuencia de estar centrada en la obra literaria de Raymond Roussel (1877-1933), un escritor apenas apreciado en el contexto crítico de la época en que vivió, pero que causó sensación, sobre todo, entre los miembros del movimiento surrealista, que vieron en él la encarnación de un estilo "espontáneo", "salvaje", "convulsivo"; en suma: sin las cortapisas formales y mentales de una literatura escolástica, convencional. Roussel, como Lautréamont (1846-1870), Alfred Jarry (1873-1907) o Jacques Vaché (1895- 1907), no sólo fue un conspicuo representante de un arte marginal y desclasado, sino surgido de una ebriedad fraguada muy cerca de la locura, la infancia o el sueño, esos estados de genuina inspiración que Breton defendió en su Primer Manifiesto Surrealista. Roussel, en todo caso, atacado por una debilidad nerviosa, cuyo potencial visionario él atizó mediante el consumo de toda clase de narcóticos y estupefacientes, mantuvo hasta su trágico final su inquebrantable voluntad literaria, marcada por conservar esa inocencia infantil que todavía no ha aceptado el orden discursivo y visual instituidos. Plena de fulgurantes e indómitos hallazgos, como le ocurre a quien ha elegido evadirse de la realidad, los equívocos surgidos de la pluma de Roussel están a medio camino entre la espontaneidad ingenuista, en el terreno pictórico, de un Aduanero Rousseau o la perversión rebelde de una Emily Brontë, dos frentes irreductibles. El imaginario de Roussel poseyó, por otra parte, una dimensión visionaria-visual que cautivó tanto más a los artistas que a los propios escritores, lo que acredita el sentido y la oportunidad de la exposición que da pie a este comentario.
Locus Solus. Impresiones de Raymond Roussel
Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía
Santa Isabel, 52. Madrid
Hasta el 27 de febrero de 2012
De todas formas, nos encontramos con una exposición compleja, que aborda el arte desde una perspectiva crítica, aportando información y buscando dar qué pensar al visitante; una exposición, en suma, que subsume lo que se ve en las obras concretas que se exhiben a la necesidad de comprender la visión que las ha inspirado. No se debe esto sólo al hecho de que el hilo conductor sea literario, sino al designio didáctico actual de cierta museología por rediseñar los referentes de la memoria -crear un nuevo modelo de archivo- y enfatizar la dimensión conceptual e ideológica de la práctica artística. Aplicar este modelo a Roussel es todo un desafío, porque es un autor fascinante y furtivo, pleno de equívocos y, por tanto, refractario a cualquier lógica, sea cual sea la índole en la que se emplace. En este sentido, salvo los artistas que se centraron inmediata y positivamente en su obra, como los surrealistas y, en particular, Dalí, el amplio resto quedan más prendidos en la trama con alfileres y comparecen en ella de una muy diversa forma indirecta, con lo que su presencia es más aleatoria, aunque la mayoría lo hagan por mostrar su adhesión mediante una cita directa a algunos de los libros o textos del escritor francés. Sea como sea, esta dificultad acrecienta el mérito de los responsables de esta muestra, que es la primera dedicada monográficamente a abordar la influencia de Roussel en el arte del siglo XX, pero lo principal de este mérito consiste en la ambición de seguir las huellas no tanto de su nombre, sino de su revolucionaria forma de ver y relacionarse con el mundo sin tener en cuenta el espeso lastre de lo real. También es muy interesante el esfuerzo realizado por conectar Roussel con temas y encrucijadas frecuentados por el arte de vanguardia del primer tercio del XX, desvelando de esta manera coincidencias y no sólo influencias, lo cual sirve para adentrarnos en la reflexión sobre el destino histórico del arte de nuestra época.
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