La espía de Putin abochorna a su gremio
Cuando fue arrestada en Nueva York por cargos de espionaje, Anna Chapman parecía condenada a la oscuridad. Un año después, es la niña mimada del Kremlin y una estrella con programa de televisión propio. Pero el hartazgo empieza hoy a hacerle mella
No son los mejores tiempos para Anna Chapman, la rusa de 29 años que en junio de 2010 fue arrestada en Nueva York junto a otras nueve personas acusada de ser una superespía de Moscú. Chapman se declaró culpable y fue deportada un mes después a Rusia, que la recibió con los brazos abiertos. Hoy las cosas son algo distintas.
Se ha descubierto que lo que Chapman escribió en un popular periódico sobre el gran poeta Alexandr Pushkin era un simple plagio. Y también ha vuelto a ocupar titulares de carambola: dos de sus colegas clandestinos en Alemania, que mantenían estrechos contactos con la pelirroja, fueron arrestados a finales de octubre en Marburg. Se trata de una pareja -Andreas y Heidrun Anschlag- que estaría especializada en espionaje industrial y que había volado al país en 1990 desde México usando pasaportes austriacos falsos.
"Es una vergüenza cómo hace dinero con su pasado", dice un exmiembro de seguridad
Esto ha dado pie a que se baraje la posibilidad de un nuevo trueque, como el que Rusia realizó en 2010 con EE UU para liberar a la decena de espías que el Kremlin tenía allí en estado stand by. Entre ellos estaba Chapman, que inicialmente provocó el orgullo de sus paisanos por ser la más atractiva de las espías conocidas. Una auténtica Mata Hari que al tiempo posaba semidesnuda en la revista Maxim blandiendo una pistola a lo James Bond.
La caza de Chapman como icono sexi comenzó antes del canje, cuando seguía detenida en EE UU. Su exmarido, Alex Chapman -del que mantiene el apellido; el suyo de soltera es Kushchenko-, afirmó en una entrevista que Anna era muy fogosa y que le encantaban las sesiones maratonianas de sexo. Además declaró que la agente había cambiado mucho durante su matrimonio (que acabó en 2006), que había empezado a frecuentar los clubes caros de Londres y a tener encuentros semiclandestinos con sus "amigos rusos".
Nada más terminar de leer la entrevista, Steven Hirsh, un productor de cine porno, le ofreció un papel protagonista. Chapman rechazó la jugosa oferta y, a su regreso a Rusia, confesó su deseo de instalarse en Reino Unido. Tras su matrimonio tenía la ciudadanía británica.
Londres actuó de manera fulminante al enterarse de los planes de la llamada "agente 90-60-90": la privó de la ciudadanía británica y anuló su pasaporte. Chapman no sabía todavía que se convertiría en una heroína en su patria y que se le abrirían absolutamente todas las puertas.
A pesar del estruendoso fracaso de su red de espionaje en EE UU, el Kremlin decidió poner buena cara al mal tiempo y convertir a los fracasados bonds rusos en héroes. Como primera medida, el exespía Vladímir Putin se reunió con los expulsados y les prometió que no se les abandonaría. Después, el presidente Dmitri Medvédev los condecoró en una ceremonia secreta.
El Kremlin además eligió a Anna para encarnar la imagen del espía en la era Facebook. Es la primera agente conocida en tener un perfil en la red social. Ahí la muestran programadamente segura, hermoso y ambiciosa. Comenzó así una agitada vida pública que la ha llevado de invitada a programas televisivos o a despedir a la nave soyuz en el cosmódromo de Baikonur. Hoy ejerce de presentadora de un programa televisivo sobre fenómenos paranormales de dudosa calidad.
También ha debutado en política. Chapman ha sido elegida miembro del consejo de la Joven Guardia, una organización juvenil pro-Kremlin donde le dejan proclamar discursos del estilo: "Si somos alegres, haremos cosas útiles y nuevas", o "Habría menos negatividad en la sociedad si todos nos despertáramos con una sonrisa en los labios".
En un popular programa del primer canal ruso, tras opinar que "amar a la patria es algo absolutamente necesario para ser feliz" y jactarse de tener una excelente puntería, declaró que no descarta comenzar una carrera cinematográfica. En Maxim añadió que "la mayoría de los hombres se divide en tres categorías: los primitivos, que necesitan solo sexo; los más inteligentes, que quieren que les amen, y los que no solo quieren ser amados, sino que además necesitan que ese amor sea el sentimiento más grande y maravilloso de tu vida". Siendo estos últimos los que prefiere, "aunque son los más difíciles".
El papel que ha desempeñado la deseada pelirroja desde el exitoso canje del grupo de fallidos espías por cuatro hombres condenados en
Rusia por "traición a la patria" causa asombro y confusión en muchos rusos. Así, el día en que Anna debutó en la televisión, un antiguo miembro de los servicios de seguridad opinó molesto que "ningún auténtico profesional actuaría de esta forma. Es una vergüenza ver cómo está haciendo dinero con su pasado, sin que haya hecho nada de lo que realmente pueda estar orgullosa".
Es verdad que el protagonismo y la popularidad que ha adquirido son impropios de una espía. Una posible explicación es que, a pesar de lo que piense el exagente irritado, Anna Chapman esté cumpliendo una misión importante: concentrar en su persona todo el interés del público y con ello contribuir a que la gente se olvide del resto de los canjeados y no se pregunte -o, lo que es peor, trate de averiguar- qué están haciendo ahora sus colegas.
Mata Hari y sus víctimas
Chapman ha cimentado su camino al estrellato compartiendo sus opiniones sobre los hombres, muy celebradas por los aludidos. En 'Maxim' confesaba que le gustan los que "son mejores" que ella, ya sea "en todo o, por lo menos, en algo". Para seducirlos, influir en ellos o hacer que le cuenten sus secretos, tiene un método, dice, infalible: "Identificar sus cualidades" para así poder convertirse "en su copia total". Nada que sea distinto o extraño en los hombres le desagrada porque "todo lo complejo no es motivo de rechazo, sino de atracción; y de ninguna manera de irritación". Y remata: "El sentimiento más negativo que me puede provocar un hombre es la compasión".
Babelia
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