Japón se prepara para el apagón nuclear
La industria acelera el traslado de fábricas a otros países tras el desastre de Fukushima
Con una deuda pública superior al 200% del PIB, una deflación persistente y una población envejecida que ya ha comenzado a decrecer, el tsumani del pasado 11 de marzo y especialmente los daños causados a la central nuclear de Fukushima están acelerando el cambio en la estructura de la economía japonesa.
"Estamos asistiendo al traslado de numerosas fábricas fuera del país", afirma el profesor de la Universidad de Tokio Takatoshi Ito. Exviceministro y exasesor del FMI, Ito sostiene que el trasvase iniciado hace casi una década desde la industria al sector servicios se agudizará en los próximos años, propiciando la mayor relevancia de este sector.
La escasez de electricidad que sufre Japón, desde el grave accidente de Fukushima y el cierre temporal de otras plantas nucleares para reforzar sus medidas de seguridad, ha exigido a los grandes complejos industriales el incremento de su producción en el exterior y la apertura de nuevas factorías, sobre todo en Corea del Sur, para hacer frente a la demanda. La situación puede hacerse mucho más difícil si el Gobierno no alcanza un acuerdo, antes de que finalice el año, con las autoridades de las prefecturas donde están instaladas las centrales para lograr la reapertura de éstas, una vez mejorada la seguridad.
La reconstrucción de la zona devastada por el 'tsunami' costará el 3% del PIB
El cierre precipitado de las centrales reducirá el nivel de vida
En la actualidad solo están en funcionamiento 11 de los 54 reactores existentes en el país. Los reactores trabajan normalmente 13 meses y son paralizados durante dos o tres meses para realizarles el mantenimiento. Esto significa que en abril, si no se ha llegado a un acuerdo, el apagón nuclear será una realidad. Según el profesor, Japón se vería obligado a importar grandes cantidades de gas natural para sustituir de forma inmediata la producción eléctrica atómica por la de termales de gas, ya que las energías renovables requieren más tiempo.
"La economía japonesa asumiría mucho mejor el fin de la energía atómica si se hiciera de forma progresiva en un plazo de 20 años. Si ocurre en abril, tendrá un coste muy elevado para la industria, para el consumo y para el nivel de vida de la población", afirma Ito.
Pero después de haber sido el único pueblo que ha sufrido el horror de un doble bombardeo atómico, el accidente de Fukushima y las continuas noticias sobre verduras, carne o arroz contaminados han desatado en la sociedad japonesa un clamor casi unánime contra la energía nuclear. Una encuesta realizada por el diario Mainichi en agosto pasado revelaba que el 85% de los japoneses apoya el desmantelamiento de todos los reactores, aunque solo el 11% quiere que el cierre sea inmediato.
De momento, el Gobierno japonés, que encabeza Yoshihiko Noda desde el pasado 2 de septiembre, ha centrado su objetivo en la reconstrucción del noreste del país devastado por el tsunami. Los costes pueden superar los 150.000 millones de euros -el 3% del PIB japonés-, pero la respuesta de la ciudadanía es muy positiva y supondrá un importante impulso al crecimiento y al empleo, ya que además de viviendas, hay que reconstruir numerosas infraestructuras sociales, desde transportes a escuelas.
Poco después del brutal terremoto y tsunami, el Gobierno inyectó en la economía 325.000 millones de yenes (unos 3.000 millones de euros) para tratar de frenar la revaluación del yen que propiciaría la reconstrucción en una economía aletargada. No lo consiguió. Alentado por la crisis de la deuda en la zona euro, el yen se ha convertido en una moneda refugio y ha emprendido una alocada carrera ascendente, en la que el 19 de agosto pasado llegó a situarse en un récord de 75,95 yenes por dólar.
Para hacer frente a la reconstrucción, el Gobierno ha propuesto una subida de impuestos y la venta de algunos de sus activos hasta ahora sagrados. Entre ellos destaca la compañía de tabacos (JT, en sus siglas en inglés), con la que espera obtener unos dos billones de yenes. El Partido Liberal Democrático (PLD) parece dispuesto a apoyarle. "Si no lo hacen sería su ruina", señala Ito al defender que no se debe cargar más a las generaciones futuras, cuyas perspectivas ensombrecen la voluminosa deuda presente y el envejecimiento de la sociedad con la consecuente disminución de esta. Desde que se inició el decrecimiento hace dos años hay 700.000 japoneses menos.
Y no solo eso. Según el profesor, los costes por el desastre de Fukushima serán mucho más elevados. Superarán el 5% del PIB solo en indemnizaciones a los habitantes y propietarios de los tres kilómetros a la redonda de la central que quedarán definitivamente yermos. "Es evidente que Tepco (la compañía eléctrica propietaria de la central) no puede pagar. La solución más fácil es que sea declarada en bancarrota y nacionalizada, lo que llevaría al Gobierno a asumir las indemnizaciones a la población", afirma.
La reconstrucción y el mayor auge del sector servicios exigirán que Japón flexibilice su política de admisión de trabajadores extranjeros. En los últimos años, ha habido un incremento de estudiantes y aprendices, en su mayoría asiáticos, con visados temporales que les permitían trabajar, pero son insuficientes. "Una inmigración definitiva está descartada, pero no hay duda de que necesitaremos incrementar el número de trabajadores extranjeros temporales", asegura Ito.
Tal vez el mayor problema que enfrenta Japón en estos momentos es la debilidad de su Gobierno. Noda es el sexto primer ministro en cinco años y pocos confían en que logre mantenerse hasta las elecciones de 2013. "Necesitamos un Gobierno fuerte para que ponga en marcha las reformas que pueden dinamizar la economía", afirma Ito. Con apenas unos meses en el poder, es difícil que Noda sea capaz de sacar adelante una ley sobre seguridad nuclear que facilite el acuerdo con las autoridades locales y la puesta otra vez en funcionamiento de los reactores más nuevos, una vez finalizada su revisión.
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