El Rafita vuelve a ser buscado por robo 'a la carta' de coches
La red en la que participaban El Rafita y algunos de sus hermanos está acusada de hacer 'desaparecer' 215 coches - La policía detiene a 12 personas
La policía busca a Rafael Fernández García, conocido como El Rafita, por su presunta implicación en una trama de robos exprés de coches urdida en la Cañada Real, un arrabal levantado sobre un camino de ganado situado a un lado de la carretera de Valencia. Por el momento han sido detenidas 12 personas, entre ellas varios familiares del Rafita, de 23 años, quien siendo menor participó en 2003 en el asesinato de Sandra Palo.
Desde que quedó en libertad vigilada a los 18 años, Rafael ha sido detenido en nueve ocasiones por delitos parecidos al que ahora ha provocado su búsqueda. La última vez se produjo mientras conducía, sin carné, un vehículo equipado con un motor robado, según la policía. Ocurrió durante un control policial en la Cañada, precisamente para frenar la quema de coches sustraídos en los barrancos de los alrededores. Acababan de cumplirse los tres años de libertad vigilada que un juez le había impuesto tras haber pasado cinco años internado en un centro de menores, donde aprendió el oficio de carpintero. A pesar de estar controlado, en ese tiempo participó en el robo de varios coches, lo que provocó un gran revuelo que enfrentó a las Administraciones que tenían que encargarse de su vigilancia, Instituciones Penitenciarias y la Comunidad de Madrid. Ese control consistía en que acudiese a firmar cada 15 días, lo que no siempre hacía.La trama en la que la policía cree que está involucrado Rafita es responsable del robo de 215 vehículos, un buen número de ellos furgonetas de reparto de fruta y periódicos. Bajo pedido, los integrantes de la red robaban los automóviles, los trasladaban a una parcela de la Cañada y los desguazaban para después venderlos por piezas a quien había hecho el encargo. En ocasiones, todo ese proceso apenas duraba una hora, según informó la Jefatura Superior de Policía. Después, calcinaban el coche para eliminar las pruebas.
En el interior de las parcelas, los detenidos habían levantado un taller donde llevaban a cabo los trabajos. Contaban con herramientas de todo tipo, trasportines y grúas plumas. En el registro, la policía encontró diez motores, ejes, radiadores, puertas, cajas de cambio, ruedas, faros y tubos de escape preparados para su venta, como si de un desguace al uso se tratara. Con pericia, los detenidos quitaban de los coches robados el ordenador de abordo ensamblado y codificado de fábrica e instalaban uno liberado, imposible de localizar. Un coche lanzadera iba delante avisando por móvil de posibles controles.
La Cañada Real la componen varios sectores repletos de chabolas pero también de chalés con piscina levantados en suelo en el que estaba prohibido edificar. Esta historia se desarrolla, sin embargo, en la zona más degradada del lugar, una larga avenida que lleva al vertedero, donde se suceden terrenos de tierra separados por paredes de hormigón en cuyo interior hay talleres mecánicos, empresas de aislantes, tiendas de comestibles. Pero también tenderetes donde los clanes venden droga, junto a fogatas y lavadoras en las que meten la mercancía si sufren una redada. Los camiones de la basura tenían antes que cruzar esta avenida pero, tras el atropello de varios niños y adictos, se construyó una circunvalación para que pudieran rodearla. De madrugada es común ver desde la carretera una humareda por la quema que se hace del plástico que recubre el cobre robado. Al salir el sol, una cuadrilla de vecinos limpia el suelo de jeringuillas cada cierto tiempo.
En este contexto, la policía de la comisaría de Villa de Vallecas fue encontrando cada vez más coches calcinados, a finales del año pasado. Hasta 15 en un solo día. Aparecían sin motor y sin las piezas más importantes, las de más valor. A partir de ahí los agentes comenzaron a vigilar una zona de varias naves donde había un gran trasiego de piezas de mecánica. Los clientes del tugurio encargaban lo que les hiciese falta. Una cuadrilla de expertos en reventar cerraduras y hacer puentes, tal y como la policía considera acreditado, patrullaban por las calles hasta encontrar el coche que necesitaban, habitualmente de gama media y con ocho o nueve años de antigüedad, los que más necesitan cambio de piezas. Los seguimientos y la investigación, a la que se unió la Unidad Central de Investigación de Policía Municipal, demuestran que la banda estaba integrada por unas 25 personas, entre las que se encontraría relacionados de algún modo Rafita y varios de sus hermanos.
La policía también vincula a esta trama los dos detenidos por robar una furgoneta a un repartidor de prensa de 44 años. Su nombre era Mariano Merino, casado y con dos hijos. Los ladrones se llevaron el vehículo mientras él sacaba una pila de revistas de la parte de atrás. Como consecuencia del acelerón, cayó y se golpeó la cabeza. Murió después en el hospital.
Para acabar con toda la red que se había tejido alrededor del robo de coches a la carta, que podría haber facturado unos 200.000 euros en un año, la policía siguió a dos miembros de la banda para ver cómo perpetraban el proceso, desde que el cliente hacía el pedido hasta que ellos acababan quemando con gasolina el coche. Las mujeres que pertenecían a la banda se encargaban de vigilar la entrada y salida de vehículos, mientras que los hombres se centraban en el desguace y el robo.
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