El asesino que alardeaba en Facebook
'El Ruso' bromeó en la Red con ser un sicario tras matar al joyero de Sant Martí
Es 8 de noviembre de 2010. Sergio I. C., de 21 años, alias El Ruso, escribe (literalmente) en su perfil de la red social Facebook:
- "Me vuelto sicario pagarme 15.000 euros i o mato a kien kerais".
- "Asesino por accidente", le dice un amigo.
- "Jajajaja, por decir algo", cierra él.
No era una broma inocente. Tres semanas antes, el 16 de octubre, El Ruso había matado a Zósimo González, de 62 años, joyero en Sant Martí. Había asaltado el negocio junto a dos personas. El Ruso clavó a González, presuntamente, un puñal en el pecho. Tres semanas después, el joven se vanagloriaba de ser un sicario.
A finales de enero, los Mossos d'Esquadra detuvieron a El Ruso, a Edgar R. L., de 22 años, y a Wilber Alexis C. C., de 20, como autores del atraco que acabó con la muerte del joyero. El Ruso pasa desde entonces sus días en la cárcel.
Los jóvenes forman parte de una banda criada en las calles de las casas baratas del barrio de Can Peguera, en Nou Barris: una pandilla de una docena de vecinos, familiares, amigos. Todos son jovencísimos delincuentes (el mayor tiene 26 años) a los que un día les dio por atracar joyerías. Robos a bulto, cogiendo lo que encontraban a su paso. Sin seleccionar. Oro para vender rápido y conseguir dinero para vivir a todo trapo: coches de lujo, ropa cara, droga, discotecas, prostitución...
Cuando mataron al joyero, la Unidad Central de Atracos de los Mossos d'Esquadra ya les tenía en el punto de mira por otros ocho atracos a joyerías. No dudaron: eran ellos. Pero había que demostrarlo. Tres meses después, junto con el Grupo de Homicidios de Barcelona, desarticularon la banda. Entre tanto, habían dado otro golpe. Parte de ellos ha ingresado en prisión. El Ruso el primero, identificado como el cabecilla de los chavales y el autor material del asesinato. Desde entonces, han cesado los atracos a joyerías del barrio que llevan su huella. El Ruso llegó al barrio adoptado por una familia de españoles. A los 15 años tuvo su primer tropiezo con la ley: le detuvieron por robar dos joyerías y un hotel. Como entonces no había cumplido los 18, ingresó en un centro de menores en Granollers (Vallès Oriental). De día, trabajaba de pintor. De noche, dormía en el centro. Todo dentro de la normalidad. Hasta que llegaba el fin de semana, reservado para robar con los amigos. La técnica era siempre la misma. Una persona a cara descubierta pedía entrar en la joyería. Una vez abierta la puerta, permitía el paso a dos compinches con pasamontañas, cascos y guantes. En la calle, otras dos personas más vigilaban. Luego huían en motocicletas robadas, a todo gas, en contra dirección, por la acera o como hiciese falta para esquivar a la policía.
Sus asaltos eran violentos. No dudaban en agredir al que les plantaba cara. Como en el caso de un joyero que salió a darles caza. Los delincuentes le rompieron la mandíbula. En otra ocasión no titubearon al disparar contra la puerta de una joyería cuando vieron que se habían quedado encerrados, según las mismas fuentes policiales.
El atraco en la joyería de la Rambla de Guipúscoa, en Sant Martí, lo perpetraron al mediodía. Wilber abrió la puerta. El Ruso y Edgar entraron con los cascos, apuñalaron al dueño y huyeron. Wilber se quedó tendido en el suelo, como una víctima más del atraco. Incluso llegó a declarar como testigo. Pero las imágenes le delataban: no estaba asustado. Ni siquiera se movía. Le detuvieron. Había cobrado 50 euros por abrir la puerta y ahora se enfrentaba a una acusación de homicidio. El chaval confesó.
Pero no siempre se dedicó la banda a las joyerías. Con unos expedientes delincuenciales estrenados a los 13 años, los menores se dedicaban a saquear lo que fuese: supermercados, bares, farmacias... Pero el beneficio no era mucho. Hasta que El Ruso topó con un criminal muy violento, vecino de su mismo barrio: Manuel Costafreita, alias El Gitano. Él le enseñó las malas artes de los robos a joyerías.
El Gitano entró en la cárcel por secuestrar y violar brutalmente a una mujer en Castelldefels en 2008. Lo hizo junto a Israel O., de 24 años. Este último ha actuado también en la banda de El Ruso junto a dos hermanos, Eric, de 20 años, y Tamara, de 19.
Estos chavales del barrio de las casas baratas han ido creciendo junto a los Mossos. Un jueves cualquiera por la tarde un coche de los agentes toma la curva que lleva a las casas con las luces encendidas. Allí un grupo formado por una decena de personas toma cervezas en la puerta de un bar de paredes amarillas. El lugar es sitio habitual de reunión de los vecinos, entre ellos también los pandilleros.
"¿Qué joyería?", inquiere en tono ingenuo uno de los allí reunidos al ser preguntado por el asesinato de Zósimo González. "Somos chatarreros, repartidores de prensa, gente que se gana la vida honradamente", asegura otro. Dos jóvenes bromean de fondo, con el habla pastosa, y examinan al foráneo. "Eres secreta", afirman. "¡Mira, en ese coche va otro secreta!", tercia otro, imbuido de la teoría de la conspiración. Ellos no saben nada de robos a joyerías, insisten. Pero un minuto después ofrecen un paseo nocturno por la ruta, una zona habitual de robos de camiones.
Fuera de ese bar concreto, los vecinos admiten que conocen a la banda. "Se creen que son El Vaquilla", desdeña uno de ellos. Y pide "que se lleven ya" a los que quedan libres.
Los Mossos no lo han tenido fácil. La banda ha ido aprendiendo a base de detenciones. Si les pillaban por entrar a cara descubierta, la siguiente vez se tapaban. Si les identificaban por usar cascos coloreados, los cambiaban por unos lisos. La astucia les ha llevado a cambiar de número de teléfono y a no hablar de nada comprometido por el móvil. "Tráete ropa vieja para tirar", es todo lo que llegaron a decir. Incluso vaciaban sus casas para que no les pudiese delatar ningún detalle. Eso hace sorprendente su poca prudencia en Internet. Los Mossos d'Esquadra también usan Facebook.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.