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Crítica:ARTE | Exposiciones
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Centelleos y resonancias

"Centelleo" y "resonancia": tales son los términos clave de presentación de estos dos artistas extranjeros que ahora coinciden exhibiendo su obra última en Madrid. Son términos que evocan, en cualquier caso, el mundo pictórico y no simplemente imágenes. Quiero decir que el primero empieza cuando la información de las segundas se ha agotado. Esa costra de subjetividad indeclinable es, hay que decirlo, lo que pone en cuestión hoy la supervivencia de la pintura, por lo menos, a ojos de quienes sienten incomodidad ante una información lastrada por ese espesor de la piel que revela las sombras de la existencia.

El británico Simon Edmondson (Londres, 1955) reside, desde hace años, en Madrid, con lo que también se ha visto por aquí de forma regular su obra. Es asimismo un pintor que entierra con brumosos celajes composiciones figurativas de inquietante trasfondo histórico, sean fastuosas ruinas de edificios desvencijados o interiores con siluetas humanas, de los que apenas percibimos los atosigantes faldones de su opresiva autoridad. Ruinas sobre ruinas. Pero esta pintura elegiaca, que recoge la escombrera del paso del tiempo, reverbera con suntuosa belleza, que arrastra ecos de Rembrandt, Goya, Turner o Bacon, pero con un cuño propio, como el que reflejan los cuadros Sortija (2009), una profunda estancia en verdes, en cuyo primer plano se amalgaman dos desnudos abrazados, en una de cuyas manos resplandece el destello hiriente de un diamante o Boots nº1 (2010), donde, sobre un fondo carmín, sólo vemos el brillo acharolado de unas botas negras de caña alta y los sables cruzados de unas figuras sedentes.

Simon Edmondson

Galería Álvaro Alcázar

Castelló, 41. Madrid

Hasta el 26 de octubre

Lee Ufan

Galería Elvira González

General Castaños, 3. Madrid

Hasta el 30 de octubre

De otro mundo, en sentido físico, cultural y generacional, proviene el artista japonés de origen coreano, Lee Ufan (Haman, Corea del Sur, 1936), el cual, además de haber sido seleccionado en los mejores certámenes internacionales, ha exhibido regularmente su obra en Europa -principalmente en Alemania y Reino Unido- desde el ecuador de 1970, pero que ahora lo hace, si no me equivoco, por primera vez, en nuestro país. ¡Qué descubrimiento¡ Uno de los miembros fundadores del innovador grupo Mono-Ha, el fronterizo Lee Ufan sintetiza lo más hondo de la inveterada tradición cultural del Lejano Oriente con las formas simplificadas de la vanguardia pictórica minimalista, pero, en absoluto, es un ecléctico, porque, más que acomodar lo uno a lo otro, reduplica la intensidad de una sensibilidad volcada a extraer toda la misteriosa fuerza de la acción pictórica, no sólo como gesto preciso, sino como intervalo; esto es: recoge y plasma el latido de la pintura, su respiración completa. Trabaja la imprimación del lienzo de manera obsesiva y delicada, generando un transparente espacio vacante, de aérea y sedosa textura de infinitos blancos, y luego, armado con ese ancho pincel japonés, reparte unas manchas rotundas, ricas en materia, con la suficiente densidad como para marcar su perfil en relieve, pero, a la vez, reteniendo en su compacta costra, toda la delicadeza accidental de la acción gestual. Son estas manchas la imprimación ritual de una operación puntual, personal e intransferible, pero que trascienden la contingencia individual y así alcanzan el valor simbólico de las huellas de la naturaleza. En este sentido, Lee Ufan es como el envés de Mondrian, porque alcanza el mismo grado máximo de universalidad, sin por ello prescindir de cada minúsculo elemento que articula el cosmos. Es un pintor que dialoga con el alma del mundo: la energía, la fuente de la luz. La luz en sí y su resonancia.

Magician (2010), de Simon Edmondson.
Magician (2010), de Simon Edmondson.

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