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Ni contigo ni sin ti
Columna
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Silencios

Carlos E. Cué

La moqueta con diseño psicodélico sigue ahí. El flexo dubitativo también. Y el ordenador con cajitas de colores. Hasta los jefes. Todo en su sitio. Pero para mí este año es distinto. Esta vez, la vuelta al cole coincide con el final de estas columnas de verano. Y eso implica volver al lugar del que nunca debí salir: el silencio discreto del periodista, el segundo plano. Ese que permite observar a los protagonistas, los políticos, fingiendo que no existes.

Como a los naturalistas de La 2, el silencio te da la posibilidad de contemplar de cerca a esos seres raros. Aquí no son los fotógrafos del National Geographic los que están a la caza de una instantánea, sino ¡las fieras! El mundo al revés.

De estos seres, capaces de matar por una foto, quizá el más pertinaz sea Carlos Fabra, presidente heredero de la diputación de Castellón -lo fue su padre y su abuelo, y puede que lo sea su hija-. Imputado por varios delitos, nada le gusta más que posar con Rajoy para demostrar en su territorio que en Madrid nadie le tose.

Cada vez que lo tiene cerca, se esconde detrás de una masa de militantes, espera a que llegue el líder, y ¡zas! se planta delante de Don Mariano con sus gafas oscuras y su sonrisa justo a tiempo para los flashes. A Rajoy no le hace gracia la imagen, pero eso de que Fabra ingresara 5,3 millones de euros sin justificar en 94 cuentas corrientes no le hace ni pensar en echarle. ¿Y se extrañan de que el 43% de los españoles tolere el fraude fiscal?

Se va el verano, confiemos también en que se acaben las chorradas veraniegas de nuestros políticos. Este año se ha apuntado hasta la mismísima Angela Merkel, que dejó una perla para olvidar: "Hasta ahora en España quien tenía un puesto de trabajo prácticamente no podía ser despedido". En ese "prácticamente" se han ido dos millones de personas a la calle. En septiembre ya no seremos tan complacientes, así que afinen un poco, por favor.

En los setenta, Borges visitó México. Le llevaron a conversar con Juan José Arreola, un escritor famoso porque se enrollaba como las persianas, más incluso que los argentinos. Después le preguntaron a Borges. ¿Qué tal con Arreola? "Bueno, él hablaba, y me dejó intercalar algunos silencios".

Si no fuera por las columnas, el mío habría sido un verano de silencio total. He pasado las vacaciones con cuatro argentinos: mi suegro, mi suegra, mi señora y mi hija. Se llama Malena, no les digo más. Hasta la niña, con cinco semanas, ya hace esfuerzos por decir algo. Creo que es "cállate ya, papá". Así que si han leído las columnas, gracias por dejarme un lugar para intercalar algo más que mis silencios. Y eso, que ya me callo.

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