Obsesiones del músico
Hace diez años que el poeta Edgar Allan Poe y el cantante Lou Reed caminan juntos. La culpa la tuvo un viejo amigo y colaborador del neoyorquino, el productor Hal Willner, quien le invitó a leer un poema de Poe en una fiesta de Halloween y desató sin saberlo una nueva pasión que ha florecido bajo múltiples formas. Al escuchar a Poe en voz alta, Reed descubrió una sonoridad hipnótica que le hizo obsesionarse con la obra del autor del XIX, y en especial con
The raven (El cuervo). De esa obsesión y de una conversación con el dramaturgo Robert Wilson nació en 2001 POEtry, un montaje teatral experimental en el que los textos de Poe, reinterpretados por la pluma de Reed, tomaron vida a través de la puesta en escena de Wilson. Después llegó el disco, The raven, para el que Reed contó con las voces excepcionales de David Bowie, Willem Dafoe y Steve Buscemi, entre otros, un viaje sonoro por el mundo de Poe, pero pasado por el tamiz de un músico que se atrevió también a imaginar palabras y experiencias nuevas para un poeta al que otorgó una nueva vida evocada en aquel disco doble.
El cuervo.
Lou Reed.
Ilustraciones de Lorenzo Mattotti.
Traducción de José Machado.
Alfabia. Barcelona, 2010.
198 páginas. 29 euros. www.loureed.com.
"Con este libro cierro este proyecto. Se acabó. No creo que quede nada más por hacer"
El libro ilustrado El cuervo viene a completar ese viaje lírico en el que el sonido ha desaparecido para dejar espacio a la palabra escrita y, sobre todo, a la realidad imaginada por ese otro artista excepcional llamado Lorenzo Mattotti. A él acudió Lou Reed (Long Island, Nueva York, 1942) cuando comenzó a pensar que The raven aún podría tener una nueva reencarnación. "Me habría gustado tener los decorados que hizo Wilson en POEtry, pero eso no era posible, así que empecé a pensar en buscar a un artista que pudiera ilustrar las palabras del disco. Busqué mucho, pero sin duda Mattotti era el creador indicado para este trabajo. Lo que ha sido capaz de hacer es increíble". Lou Reed lo dice sin excesivo entusiasmo durante una entrevista improvisada frente a una ensalada en un ruidoso restaurante neoyorquino minutos antes de que se lo lleven en volandas para meterlo en un avión camino de Londres. La hosquedad que desde hace décadas le atribuyen los periodistas que se sientan cara a cara con él se despliega aquí en su máximo esplendor. Y eso que quien firma estas líneas tuvo la suerte de ver su cara amable al sentarse a conversar con él precisamente cuando editó el disco The raven en 2002. Pero parece claro que, desde el apretón de manos sin apretar que inaugura el segundo encuentro, esta vez este artista de 68 años que se aproxima con lentitud de jubilado y pantalones de chándal hasta la mesa no tiene muchas ganas de hablar. Eso sí, al referirse a Mattotti el mensaje es de admiración absoluta. "Me siento muy afortunado de haber podido trabajar con él. Sus dibujos tienen una fuerza y una profundidad arrolladoras. Son el complemento perfecto a mis palabras", dice al referirse a un libro embriagador en el que la palabra se hace poesía visual saltando del color al blanco y negro y moviéndose por los inquietantes recovecos que caracterizan el estilo de Mattotti.
A lo largo de las cerca de doscientas páginas que componen El cuervo van desfilando seres de rostros oscuros, siluetas de formas no exactamente humanas, lugares alejados del paraíso y cercanos a esa angustia existencial que también recorre la obra de Poe y que hacen del viaje a través de El cuervo una completa experiencia multisensorial.
Cuando editaba el doble CD homónimo -en el que no aparecían las letras del disco-, Reed aconsejaba cerrar los ojos y dejarse llevar por la música y las palabras. Ahora, en cambio, es necesario clavar los ojos en estos dibujos que son tan evocadores que disparan aún más la imaginación de quien los mira. En cuanto al texto, Reed construyó diálogos imaginarios entre un Poe joven y un Poe anciano, que a su vez conversa con algunos de los protagonistas de sus relatos y poemas, desde Lenore a Roderick Usher, construyendo un viaje único en el que los universos Poe-Reed se entrelazan de forma casi imperceptible. "Con este libro cierro este proyecto. Se acabó. No creo que quede nada más por hacer", dice engullendo una gigantesca hoja de lechuga. Y en diez años explorando a Poe, ¿qué se aprende? "Nada que te pueda explicar". ¿Por qué no? "Porque lo digo yo". Tensión, sudores fríos y reformulación de la pregunta: "Pero..., ahora al revisitar su obra varios años después para hacer este libro puede que tenga nuevas impresiones sobre Poe...". "No se trata de mirar hacia atrás sino de crecer con él. Es muy profundo. Por eso la novela gráfica permite lidiar con eso de forma inmediata".
Hace años, cuando comenzó a ahondar en Poe, el músico escribía: "Poe es el más clásico de los escritores norteamericanos, un autor peculiarmente más cercano a este nuevo siglo que al suyo propio. Obsesiones, paranoia, actos voluntarios de autodestrucción nos rodean constantemente, así que cuando me surgió la oportunidad de devolverle la vida a través de la música y las palabras... me lancé hacia ello como un perro que persigue un hueso ensangrentado". Desde entonces ha pasado casi una década y aunque frente a los periodistas Reed exhiba su versión gélida y afilada, hay que ser una persona extremadamente sensible para sentir amor por la poesía. Y en su caso, esa pasión no solo no ha disminuido sino que ha ido creciendo y evolucionando en diferentes direcciones. Este neoyorquino que transformó en leyenda musical el lado salvaje de la vida con su canción Walking on the wild side, ya no vive instalado en el exceso como antaño. Al contrario, a lo largo de esta última década este músico con más de treinta discos a sus espaldas ha hecho diferentes incursiones en la poesía. En el año 2002 estuvo de gira con su esposa, Laurie Anderson, con el espectáculo Words and Music, donde proclamaba: "La poesía es el segundo lenguaje de la gente", y en el que volvían a mezclarse música y versos (propios). En 2007 hizo su primera incursión en la poesía catalana con un recital en Nueva York que fundió para siempre el underground neoyorquino -Patti Smith, Reed y Anderson- con autores como Pere Gimferrer o Josep Carner, y en un giro poético sin palabras, en 2003 editó su primer libro de fotografía, titulado Emotions in action (emociones en acción), al que siguió un segundo en 2006 titulado Lou Reed's New York (el Nueva York de Lou Reed). Desde finales de 2008 tiene un nuevo grupo llamado Metal Machine Trío en el que vuelve a ahondar en la música experimental. En Nueva York es fácil encontrárselo improvisando junto a John Zorn en conciertos benéficos dedicados a salvar viejas glorias culturales del barrio Lower East Side, como el Anthology Film Archives. Y hace unas semanas fue proclamado rey de la Mermaid Parade 2010, sin duda el desfile con más poesía de una ciudad a la que en el prólogo de El cuervo Reed se refiere así: "La muerte se sienta en el trono -completamente sola- de una ciudad a orillas del mar. NYC".
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