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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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La UE y la radicalización

Soledad Gallego-Díaz

El periodista Anthony Sampson (lectura obligada para profesionales con crisis de identidad) se reiría hoy leyendo la investigación parlamentaria sobre el accidente de la plataforma de BP en el golfo de México. Un detalle: los manuales de emergencia de las cinco grandes compañías (BP, ExxonMobil, Chevron, Conoco y Royal Dutch Shell) son casi idénticos, con una misma foto de portada. Lo mejor de todo es que aconsejan que en caso de accidente se llame con urgencia a uno de los mayores expertos del mundo. Lástima que ese caballero lleve muerto diez años.

Sampson, autor de un libro sobre la violenta historia de las Siete Hermanas (las mayores compañías petroleras del mundo), no se reiría nada de las proporciones del vertido. Según Obama es como si cada cuatro días se partiera un barco como el Exxon Valdez, considerado hasta ahora el peor accidente petrolero de la historia.

A estas alturas, los ciudadanos ya deberíamos saber que, en lo que concierne a las grandes corporaciones, petroleras o no, todo lo que pueda ocurrir, ocurrirá sin remedio, si no se imponen altos niveles de seguridad, revisados por organismos independientes, y si no se prevén multas tan elevadas que haga que los grandes ejecutivos se lo piensen antes de correr el riesgo.

Los responsables de las cinco "hermanas" que testifican estos días aceptan que el accidente se pudo evitar y que la culpa ha sido algo de descuido en algunos detalles (sin duda, el asesor muerto es un descuido). Lo importante para ellas es que, con todo, los planes son buenos y la seguridad de sus perforaciones oceánicas, muy elevada.

¿No desearían ustedes que cada vez que ocurre un accidente así o una crisis financiera como la actual existiera algún organismo que se ocupara de hacer una lista con los nombres de todos esos importantes ejecutivos que opinaron que todo estaba controlado? ¿Crear un fichero, de manera que pudiera hacerse un seguimiento de sus carreras y evitar males mayores?

Esa lista no se hará nunca, y es razonable que así sea, porque no se trata de crear ficheros en los que la gente quede marcada por sus opiniones, por muy perjudiciales que resulten. Esta es una sociedad en la que los Servicios de Inteligencia (¡qué denominación tan presuntuosa!) no se intercambian ficheros con los nombres de ejecutivos errados.

Mejor dicho, esta era una sociedad en la que no pasaban cosas así. No se sabe bien cómo, pero resulta que la Unión Europea, sin gran discusión, aprobó el pasado mes de abril un sorprendente acuerdo para el "uso de un instrumento estandarizado, multidimensional, semiestructurado para reunir y procesar información sobre procesos de radicalización en la UE". La voz de alarma la ha dado www.statewatch.org, con mucha razón. ¿Desde cuándo las opiniones radicales en Europa han pasado a ser objeto de vigilancia policial? ¿Acaso desde que ha comenzado la crisis económica? "Las opiniones radicales son las partidarias de reformas extremas, especialmente en el sentido democrático", según el diccionario, y la historia, sería peor sin los radicales.

Lo más curioso es que el acuerdo europeo se basó en un estudio previo que hablaba de "reunir información sobre procesos de radicalización violenta". Por el camino, ha desaparecido la violencia y ha quedado la "radicalización", formulada de manera tan ambigua que puede afectar a personas que se están radicalizando a la hora de pedir cambios estructurales, pero que no defienden la violencia. El documento intenta aclarar que se trata, sobre todo, de opiniones de "activistas políticos de extrema izquierda, extrema derecha, islamistas, nacionalistas, antiglobalización". ¿Quién decidirá en qué consiste tener opiniones radicales antiglobalización? ¿Qué es para ese fichero una opinión radical islamista?

Hacer las cosas así es indigno de la UE y transmite a los ciudadanos un mensaje atemorizador. Parece como si los dirigentes creyeran que vienen épocas duras y se estuvieran preparando, sin calibrar muy bien lo que están poniendo en marcha.

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