Mi casa en mil pedazos
Habitar es el verbo. Lo sustantivo en la obra de Isidro Blasco son todas las habitaciones, estudios, calles y hasta personas de su entorno más íntimo. Su mujer, sus hijas, su padre. Este madrileño afincado en Nueva York desde hace quince años echa la vista atrás en una exposición que reúne 46 obras realizadas en la última década. Curiosamente, no se ve una "evolución" en ellas. "La verdad es que siempre he hecho lo mismo", dice Blasco. "Las primeras piezas eran quizá más ingenuas, tal vez la idea no estaba tan madura, pero estaba ahí. Siempre es la misma idea que ha ido cambiando de forma aunque la he ido ampliando con otros campos como la fotografía, la arquitectura o el vídeo. Es lo que estamos intentando expresar en la exposición: la misma idea bajo diferentes formas. Estoy muy contento con ella y por haber podido rescatar obras que hace tiempo que no veía, y darles un sentido nuevo, como si las hubiera hecho ahora".
"Necesito un periodo de contemplación, fijarmen en la ranura en la pared, una marca en la esquina"
"Si España ha aportado algo a la historia del arte es el cubismo como idea de creación"
Las perspectivas contrahechas, las imágenes despedazadas, multiplicadas, y las construcciones precarias son los elementos distintivos en la obra de Blasco. Y también algo invisible como es la fugacidad del momento. De ahí el título de la exposición, Aquí huidizo. Lugar y tiempo. "Es también el título de uno de los vídeos que presento, Elusive, here, que traducido literalmente no sonaba bien. Huidizo expresa mejor la idea que está detrás de todo esto: la búsqueda y la mirada sobre esos lugares que habitamos. El estudio, la casa, un hotel, sitios que de alguna manera tienen nuestra huella por haber estado ahí. Hago fotos de esas esquinas y de esos lugares para mis trabajos. Los primeros que hice en los años noventa estaban vacíos, no había nada en el cuarto más que la pared y el techo o el cielo. Luego se han ido llenando de todos los objetos que hay en ese interior. Pero la idea era siempre la de nuestro paso. Una idea ingenua, claro, porque realmente no dejamos nada. A lo mejor una mancha en la pared. En realidad, se trata del tiempo presente que se esfuma, que no lo puedes retener. Es el paso por la vida. Es un poco frustrante y mi trabajo habla de esa frustración. De lo inasible. La vida se te va y el presente es inaprensible".
Son esculturas muy físicas. Inmediatas. Piezas que muestran lo que son sin esperar el análisis del significado. Ni siquiera el reconocimiento de los sitios representados. "Mientras trabajo me interesa más la arquitectura, las construcciones que están a mi alrededor, hacer las fotos y la laboriosidad artesanal que hay en todo ello. Eso me encanta y paso horas y horas haciéndolo. Es muy gratificante. No me pongo a pensar demasiado mientras hago la obra", explica.
Sin embargo, la fase de recopilación del material tiene unas condiciones. "Necesito el enganche con el lugar en el que he vivido, aunque haya sido por poco tiempo. Para mí es necesario un periodo de contemplación, fijarme en la ranura en la pared, el desnivel del suelo, una marca en la esquina. Es lo que le da sustancia al trabajo", afirma Blasco. "Me he cambiado mucho de casa porque en Nueva York es todo tan caro que terminas yendo de un lugar a otro casi de año en año. Tanto de estudio como de casa. Últimamente está también muy presente la casa de mi padre en Alicante. Quizá porque llevo ya quince años en Estados Unidos y tengo un poco de nostalgia por España. He estado yendo a verla con frecuencia, mirando, fotografiando, haciendo vídeos".
Pero las paredes tienen dos caras y en ocasiones este artista busca la que está oculta. "No todo está tan centrado en mí, a veces pido a mis vecinos que me permitan fotografiar sus casas. Son gente cercana, de alguna manera, y me interesa porque sus pisos -el de arriba o el de abajo- suelen tener la misma distribución que el mío y así comparo la manera en que vivimos unos y otros. Es por el tema arquitectónico y porque eres consciente de lo que hay al otro lado de la pared. Oyes ruidos, te imaginas y entonces les pido permiso para hacer fotos. Ése es el mundo donde transcurre mi trabajo".
Le gusta trabajar con las manos, levantar demenciales construcciones de madera. "Huyo de todas las técnicas de la carpintería normal. Soy una especie de anticarpintero. Cuando trabajo con profesionales que me ayudan les tengo que dar instrucciones para que no lo hagan como tienen que hacerlo. Enseguida te quieren hacer la caja en la madera para que encaje con la otra y no se vea la unión. Pero yo quiero que sí se vea la unión de forma basta y espontánea. No tiene que parecerse a un producto útil. Hay que alejarse de eso".
Anticarpintería y meta-arquitectura. Juegos, al fin, alejados de la perfección. "Hice un doctorado en arquitectura en los años noventa y después fui a Nueva York, donde seguí otros cursos afines. Hay ideas, como la relación entre el interior y el exterior del edificio, que me interesan plantear en mis obras. O Gaudí, que es una referencia importantísima en mi trabajo, así como Gordon Matta Clark. Los cubistas... siempre he pensado que si España ha aportado algo a la historia del arte es el cubismo como idea de creación. Todo eso forma parte de mi lenguaje".
Las formas curvas de Gaudí no parecen tener mucha relación con las estructuras rectas y en precario equilibrio de Isidro Blasco, pero él lo toma en cuenta en otro sentido. "En el último vídeo que he hecho hay una alusión a Gaudí. Se ven las manos de un señor que pone cemento a un lavabo de una forma que no se debe hacer, cubriéndolo todo, como hacía Gaudí con sus fachadas, ignorando la estructura que hay dentro. Al final es como un gigante ciego que lo va modificando todo".
"No hay curvas en mi trabajo pero sí una intención de cubrir lo que hay a tu alrededor, situándote tú al centro. Lo que pasa es que mi trabajo son todo paneles, y ahí entra el elemento cubista de romper la superficie visual. Hay una curva pero es a modo de pantalla, algo concéntrica".
¿Un collage tridimensional? "Es tridimensional y hay imágenes, sólo que están todas hechas por mí. Además, tampoco me considero fotógrafo. Son deliberadamente espontáneas, no pretendo que sean buenas porque perderían toda la fuerza del momento que busco. Si modifico algo la imagen es en el ordenador. Quizá mis obras están más cercanas a los pop-ups, esos libros infantiles que al abrirlos despliegan formas tridimensionales de cartón. Intento que la imagen fotográfica no sea plana, pero que tampoco tenga el volumen de la realidad. Es algo entre medias, que me parece más dinámico e indefinido".
Vivir en Nueva York ha sido determinante para su trayectoria, desde que se fue en 1995. "Vivir ahí para mí ha significado aprender", comenta Blasco. "En esa época, España no era lo que es ahora. En lo artístico ha mejorado muchísimo, por entonces estaba más cerrada culturalmente. En Nueva York he podido mantener los ojos abiertos a todo lo que sucede en la escena del arte porque todos pasan por ahí. Y además van con todo, a dejarse el pellejo. Es una ciudad en la que es fácil integrarse. Apenas tienes una dirección postal fija, ya eres de ahí, aunque hables fatal el idioma o tengas pinta de extranjero. Da igual, te aceptan".
En lo profesional ha visto una manera de ingresar y hacerse un lugar. "En el mundo del arte hay varias capas o circuitos y si no entras en uno te integras en otros. En España es muy cerrado. Ahí hay muchos círculos, desde los más alternativos -donde puedes trabajar, quedarte toda la vida y ser feliz- hasta los más elitistas. Además puedes pasar de uno a otro y eso lo entienden y saben hasta instituciones como el MOMA. Siempre hay alguien a quien descubrir. Es lo que me gustó de Estados Unidos y la razón por la que me he quedado ahí".
No ha sido fácil, pero ha sabido entrar. "Vivir ahí es muy caro y al principio trabajas en lo que sea para subsistir. Pero con trabajo y tesón consigues vivir de lo que haces, porque la gente compra arte. Hay muchos coleccionistas de ahí y de fuera, que van a las galerías".
Uno de sus últimos trabajos, titulado At last, está centrado en una estancia en Shanghai. "Se está construyendo a tal velocidad en Shanghai que la veo como era Nueva York en los años treinta. El cambio ha sido brutal y muy rápido. Ahora hay un plan urbanístico más racional que en los años noventa, cuando estuve por primera vez. ¿Por qué la titulo At last (Por fin)? Creo que porque hay un relevo. Ahora hay otros centros para el arte, fuera de Nueva York, como Londres, Berlín, Pekín o Shanghai. En Shanghai sienten que son el centro del mundo ahora mismo, y lo dicen, también en Pekín. Está por ver, pero es un fenómeno de hoy", continúa. "Ahí lo que hice fueron fotos de la calle, no del estudio o la vivienda que tenía. Quizá porque el cambio que está sucediendo se ve en los exteriores, y también porque para ellos la diferencia entre espacio público y privado es distinto del nuestro. Tienen cocinas compartidas con los vecinos, en sus casas no hay esos límites de los espacios".
El vídeo ha ampliado los límites de su trabajo en los últimos años. "Es un desarrollo natural de la misma idea. Así como incorporé la fotografía, pensé en que podía haber también vídeo. Es el crecimiento del mismo lenguaje. Mis vídeos son estáticos, sobre lo que pasa en ese momento en la habitación. Aunque los últimos tienen una acción basada en textos que escribí en los años noventa. Es un experimento que quizá no tenga mucho que ver con el resto de mi trabajo. Hablan sobre el viaje y mis experiencias".
En uno de los vídeos el que habla es su padre, Arcadio, también artista, y cuenta que la familia desciende de San Isidro Labrador. "Es la historia que cuenta mi padre, no sé si será así. Por eso me llamo Isidro, es una tradición familiar. Estoy haciendo un documental sobre la vida de mi padre y ésta es la primera parte. Me gusta mucho cómo cuenta las historias, es una persona que ha vivido mucho y tiene cierta una humanidad muy intensa".
Isidro Blasco. Aquí huidizo. Organizada por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Sala Alcalá 31. Madrid. Hasta el 16 de mayo.
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