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OPINIÓN
Columna
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¿Volver a empezar?

La detención de tres miembros de ETA -entre ellos, el presunto jefe del aparato militar- en Normandía es un nuevo paso hacia el desmantelamiento de la organización terrorista. Alejados de la frontera pirenaica por la acción conjunta de las policías francesa y española, el reciente descubrimiento de una base operativa de la banda en Obidos ha frenado la tentativa de los etarras de instalarse en Portugal.

Las perspectivas de la densa red organizativa de segundas marcas que ha colonizado para ETA las instituciones y la sociedad civil del País Vasco y de Navarra también resultan sombrías. El Gobierno vasco del lehendakari socialista Patxi López ha desatado las últimas trabas de la Ertzaintza para colaborar con las fuerzas de seguridad españolas y francesas. El Tribunal de Estrasburgo ratificó hace meses la ilegalización de Batasuna y de su cohorte de réplicas sustitutivas o complementarias. Esta misma semana, Arnaldo Otegi ha sido condenado a dos años de cárcel por un delito de enaltecimiento del terrorismo.

Los dirigentes de la izquierda 'abertzale' siguen sin atreverse a romper formalmente con una ETA debilitada

El vibrante documento titulado Zutik Euskal Herria, difundido por la izquierda abertzale hace apenas dos semanas, no refleja, sin embargo, esa apurada situación. Supuestamente aprobado por 600 militantes de Batasuna representando a 270 pueblos vascos y navarros que lo habrían debatido durante meses, llama a la conquista de la territorialidad (la incorporación al País Vasco de Navarra, primero, y de los tres territorios ultrapirenaicos vasco-franceses, después) y la autodeterminación (la independencia de la Gran Euskal Herria como Estado soberano).

Fiel a la táctica del doble lenguaje y del doble comportamiento según se hable en nombre de la organización armada o de la izquierda abertzale, el documento no hace la apología de la violencia terrorista, pero tampoco condena su práctica, ni en términos históricos ni en el momento actual: sólo expresa melifluamente la voluntad de "transitar por el camino del proceso democrático", y hacerlo "sin injerencias, injusticias y violencia", mediante "el diálogo y la negociación entre las fuerzas políticas", lo que implicaría la renuncia a "utilizar la fuerza o amenazar con su uso" y la obligación de respetar "la igualdad de oportunidades" a fin de que "todos los proyectos políticos puedan ser realizados". Como de pasada, el llamamiento advierte que la izquierda abertzale "deberá disponer de una formación política legal" ("sea cual sea su nombre y estructura legal") para participar en las instituciones y en la "mesa de partidos" que negocie la territorialidad y la autodeterminación.

Tras las sangrientas lecciones de la supuesta tregua de marzo de 2006, metabolizadas hasta por los políticos más lerdos, ignorantes, aventureros o ingenuos de nuestro espectro constitucional, ¿se atreverá algún gobernante democrático a caer de nuevo en la trampa de la "mesa de partidos" sin conseguir previamente la disolución de ETA y el desmantelamiento verificado de su organización armada?

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