Un héroe con jeringuilla
McGwire, precursor de Bonds en los récords del béisbol, admite haber consumido esteroides
Se derrumba otro sospechoso héroe americano. Mark McGwire, uno de los históricos plusmarquistas del béisbol de las Grandes Ligas, no ha podido resistir más. Al revés que Barry Bonds, el bateador que le superó, ha desvelado su gran mentira. El ex jugador de los Cardenales de San Luis admitió haber consumido esteroides casi una década, y especialmente en 1998, cuando rompió el récord de home runs al batear directamente las bolas 70 veces. Su duelo con el dominicano Sammy Sosa conmovió a América. Ahora, la ha conmocionado.
En una declaración escrita, McGwire señaló: "Hubiese deseado no tener que usar nunca esteroides. Fue tonto y un error. Me disculpo de verdad. Con la perspectiva del tiempo hubiese querido no haber jugado nunca en la era de los esteroides. Nunca supe cuándo, pero sabía que este día llegaría. Me llegó la hora de hablar de mi pasado y confirmar lo que la gente sospechaba". McGwire no se refirió a la hormona del crecimiento, pero fuentes próximas a él han confirmado que también la usó.
El fornido bateador de 1,95 metros de estatura y 111 kilos de peso, admitió ya en sus mejores momentos que consumía creatinina y androstenediona, una hormona que potencia la musculatura, pero que en la paradisíaca isla del béisbol se permitía entonces. El lavado de cara efectuado hace dos años por las Grandes Ligas, dejó al descubierto que el deporte norteamericano más tradicional había sido mucho más farmacéutico que natural. Pero todo se tapó con prescripciones de penas, ni una sola sanción y felicitaciones hipócritas por "empezar una nueva etapa". Interesaba seguir moviendo el negocio, aunque la miseria quedara atrás y muchos casos emblemáticos como el de McGwire se cerraran en falso.
El mismo año 1998 en que el escándalo sexual del presidente Clinton con la becaria Mónica Lewinsky hacía tambalear la Casa Blanca, el país vibraba con los batazos de McGwire y Sosa, retirado ahora a la fuerza ante la falta de ofertas, como Bonds, pese a su plusmarca de 73 home runs.
McGwire estaba marcado, como lo están Sosa y más aún Bonds y el lanzador Roger Clemens, que no reconocieron ante la justicia lo que parece una evidencia, y sobre los que pende incluso la cárcel por perjurio. Los sucesivos rechazos a la entrada de McGwire en el Salón de la Fama a causa de las sospechas más que fundadas sobre su dopaje, le han llevado a salir del armario. Y sobre todo, que los propios Cardenales de San Luis, su último club, le contrataran como entrenador de bateadores. Debía limpiarse.
Tony la Russa, su técnico antes en Oakland y ahora en San Luis, defendió su decisión: "Le permitirá recuperar su buena imagen". Más rápido que McGwire fue Alex Rodríguez, que admitió el uso de anabolizantes en cuanto se filtró en 2009. Sabía que la mentira del dopaje lo es mucho menos en los deportes profesionales de Estados Unidos y no sólo se le valoró la sinceridad, sino que nadie lo recuerda ya. Y por supuesto, sin sanción alguna.
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