Fernando Caldeiro, el otro cosmonauta español de la NASA
En la familia, a veces, se bromeaba con la casualidad. Fernando Caldeiro Caínzos, Frank para sus compañeros de la NASA, era sobrino de José Manuel Caldeiro, uno de los jefes de Cementos Cosmos, empresa con plantas en Lugo y en León, muy cercanas a los dos lugares en los que solía perderse el astronauta para buscar sus raíces. Fernando Caldeiro murió el pasado 3 de octubre en Houston (Texas), a los 51 años, después de luchar durante dos años y medio contra un tumor cerebral, como informaba la NASA en su web con la biografía oficial de este cosmonauta de origen español.
Frank soñaba desde adolescente con viajar a la Luna y contemplar desde arriba Buenos Aires, la ciudad en la que nació el 12 de junio de 1958, después de que su familia emigrara desde Samos y Toral de los Vados, las dos localidades, gallega y leonesa, de las que procedían, respectivamente, su padre y su madre, Toñito y Carmen, aunque ella también era hija de gallegos.
Junto con Pedro Duque y Miguel López Alegría integraba el trío de cosmonautas de origen español de la NASA, y quizás era uno de los que venían con más frecuencia a los lugares de sus ancestros. La última vez trajo a una de sus dos hijas. La niña no sabía nada de castellano, pero él quería inculcarle su amor por la tierra. Qué cosa más rara en un hombre que se pasó la vida esperando una misión más allá de las nubes.
Porque Fernando Caldeiro era una lumbrera que en el último momento nunca despegaba. En 2000 fue uno de los 35 escogidos de entre los 6.000 aspirantes que habían aprobado las oposiciones de la agencia espacial, y desde entonces siempre quedó fuera de las tripulaciones. Así, por ejemplo, se libró de morir desintegrado en la explosión del Columbia. Después del desastre, la NASA echó el freno de su carrera espacial, y luego, además, en Estados Unidos empezó a notarse la crisis. Caldeiro, un tipo optimista, reconocía que intentaba no obsesionarse con sus ganas de viajar a la Estación Espacial Internacional, pero hace dos años y medio tuvo que centrar sus energías en otra lucha. Un día, pilotando, se dio cuenta de que fallaba su visión periférica, y el médico le diagnosticó un tumor cerebral. Se operó, y volvió a entrenar. Pero al final el cáncer pudo con él. Su tía decía que él, que era tan alegre, no era capaz últimamente de disimular lo triste que estaba.
Caldeiro estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad de Arizona, y en la agencia espacial era el MacGyver de su promoción.
A los 33 años diseñó su propio avión. Tardó siete años en construirlo, y después sació sus ansias de cielo volando en él en sus días libres. Formaba parte del grupo apodado Las Sardinas ("Para las sardinas, el espacio no es problema", rezaba su insignia), y quizás lo fundamental de sus habilidades lo aprendió de su padre, quien, después de emigrar a Buenos Aires, se trasladó con toda la familia a Nueva York, para convertirse en jefe de los electricistas del metro.
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