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Columna
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A parir

Hoy me he despertado brillante. Espero que ustedes lo reconozcan. Considero que existen soluciones para lo que nos ocurre. Lo que pasa es que no nos habíamos fijado. Pero si aplicamos estrictamente el berluspepeísmo -negar, abusar, negar más, seguir abusando y, sobre todo, seguir negando-, tenemos una salida. Convencidos de que lo que siempre ha estado mal ahora es conveniente, los problemas se irán solucionando solos.

Si es cierto que Economía investiga al presidente de la CEOE, el ínclito señor Díaz Ferrán porque una aseguradora que preside carece de fondos suficientes para afrontar el gasto de los siniestros, ¿no deberíamos todos mostrarnos comprensivos con él y aceptar sus condiciones laborales salvajes, echándole una manita? ¿Los Albertos le piden al Estado una indemnización millonaria porque el Tribunal Constitucional estimó proscrita su estafa? Que se la den. Y a Millet, de inmediato, que le hagan presidente del Barça, o aún mejor, que le sienten en la falda de la Moreneta, a la derecha del bebé titular. En dos días, todos blancos.

Ya que la comunidad internacional le ha dado a Karzai la oportunidad de una segunda vuelta electoral para que produzca el fraude con más arte que en la primera y, sobre todo, para que no se le note, no sé por qué con estos compatriotas nuestros, tan representativos, no podemos hacer la vista gorda.

En cuanto a los manifestantes antiabortistas, dado que son tantísimos, habría que hacerles caso. A partir de ahora, todas las mujeres de España, del Estado español y de las autonomías -que no se me escape nadie- debemos quedarnos preñadas, incluso yo, e ir a parir a las parroquias. Qué hermoso colapso de bebés, demonios. Qué apelotonamiento de placentas.

Se trata de dejarse de amateurismo -aunque en Valencia se roza la maestría-, y afrontar el asunto a lo grande.

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