Franco regresa a Meirás
Un funcionario de Monforte está considerado el mejor doble del Generalísimo
Los científicos nazis instalados con sus probetas en los sótanos del pazo de Tor, junto a Monforte, hablan de la llegada de una "raza superior", del despertar del "nuevo Mesías", del hallazgo del Grial. Y Franco, en su despacho del pazo de Meirás, es informado puntualmente de todo lo que se cuece en el refugio secreto de los alemanes. Se pasa la película con el corazón en un puño, hecho un manojo de nervios. Él que ha aparentado siempre no tener sentimientos. Está impaciente, y repite una y otra vez "estamos muy cerca... muy cerca".
El Francisco Franco que aparece en la pantalla habla en gallego y tiene acento de Monforte. Esto, algún centímetro de más en la estatura y unos cuantos de menos en la nariz son los únicos signos que permiten distinguir el fenecido original de esta copia que le ha sobrevivido. Ramón Pérez es funcionario en el Ayuntamiento de Monforte y en la villa ya nadie se sorprende cuando, arreglando unos papeles, se da de bruces con el Caudillo en el consistorio. Aquí no hay Ley de la Memoria Histórica que valga. A Ramón no se le borra de la cara el recuerdo. Es más, a medida que cumple años (y ahora tiene medio siglo) se va pareciendo más al Franco que saludaba a todos los españoles desde el Nodo.
El Caudillo vence el deseo carnal que le provoca la marquesa de Tor
"Dos señoras, al verme, huyeron espantadas como si fuese un fantasma"
"Yo me miro en el espejo y no veo a Franco... Creo que es el aspecto general, el aire, pero la demás gente sí que me dice que soy igual. Y la verdad es que no he hecho nada para parecerme. Es cosa de la genética", explica el monfortino. "En la mili me dejé bigote, y con el uniforme... Ahí fue cuando comenzaron a decirme que me parecía a Franco". A los 30, la similitud se fue acentuando, y cuando Pérez empezó a perder pelo las bromas se generalizaron. En 2004, María, su mujer, lo apuntó por sorpresa a un casting en Santiago.
En la serie Libro de Familia, de la Televisión de Galicia, andaban buscando un Francisco Franco Bahamonde que, caracterizado, diese el pego. Pero cuando se presentó Ramón a la prueba ya no buscaron más. Con él no hacía falta ni Margaret Astor. Así dio el salto a la pantalla este discreto (y parco en palabras) trabajador municipal. El contrato era sólo para una escena. El dictador paseaba de incógnito por Melide y en el camino se topaba con un par de paisanos que lo reconocían y no dejaban pasar la oportunidad. "Ya no lo recuerdo muy bien", relata Pérez, "creo que me abordaban y me pedían que les arreglara un molino... Pues lo mismo que se sigue haciendo hoy en los pueblos con los políticos cuando te los encuentras". En la realidad, la presencia de un Franco tan idéntico al que todos creían bien inmovilizado bajo una lápida del Valle de los Caídos alarmó a los vecinos de Melide. "Dos señoras, al verme, salieron corriendo espantadas, como si hubiesen visto un fantasma", recuerda el funcionario.
Después de esta aparición, lo telefonearon de Crónicas Marcianas. Querían ficharlo para que hiciera intervenciones semanales en el programa. Pero él no se dejó querer: "Sería un peligro, haría el ridículo al lado de profesionales como Sardá, Boris y Latre. Sólo por el parecido físico... creo que no estaría a la altura", reconoce con su habitual modestia.
Desde entonces, porque dice que esa no es su vida, no quiso saber nada de las cámaras. Pero a finales del año pasado, cuando lo llamó Alfredo Pardo, de Chantada Films, para participar en el rodaje de O labirinto ario, no se negó porque le gustaba el plan. Pardo, director de este corto de 25 minutos que se va a estrenar en Tor y simultáneamente en todos los museos de Lugo el 17 de mayo, defiende que "Pérez es el mejor doble de Franco que ha habido nunca en el mundo". Los demás actores que participaron gratis en el filme, profesionales como Mela Casal, Alejandro Carro o Julio Cela, "fliparon con él".
Tras la muerte de Hitler, el Generalísimo intercede para conseguir que la marquesa Margarita, propietaria del pazo de Tor y amiga íntima del ferrolano, acoja en su casa a los alemanes Manfred, Otto Rhan, Herman Hess y Helmuth, que trabajan en el advenimiento de una raza aria capaz de comerse el mundo desde Galicia. Franco se mueve entre Monforte y Meirás, venciendo, con su consabido estoicismo, el deseo carnal que le provoca la marquesa. En la película, cuyas copias serán difundidas por todas las filmotecas de Galicia y todos los centros gallegos que existen en el planeta, hay experimentos genéticos y alienígenas, y los trucos del cine logran un fenómeno hoy por hoy todavía más paranormal: que las cámaras penetren en Meirás y Franco vuelva a habitar la casa de la Pardo Bazán.
Ante la imposibilidad de entrar en el nuevo Bien de Interés Cultural, Chantada Films rodó desde fuera del muro. "El zoom y el montaje hacen maravillas", asegura Pardo. Aparece una torre de Meirás, y entonces Pérez, vestido de general, se asoma a la ventana. Claro que la ventana no es de Meirás, sino de Tor. Pero en el cine nadie lo va a notar.
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