_
_
_
_
_
Reportaje:29ª jornada de Liga

Un peluquero contra el Madrid

Baha, dueño de una barbería y autor de nueve goles, es la gran amenaza del Málaga

Bajando por la plaza de Pyr en Fuengirola se esconde el busto en bronce de Juan Gómez, Juanito, el ídolo que une la historia del Madrid y el Málaga. No habrá hoy mucho tiempo para homenajearlo. Hay demasiadas cosas en juego. El Madrid dispara los últimos cartuchos de la Liga. Y el Málaga, un recién ascendido administrado desde los límites de la ley concursal, le recibe (22.00, La Sexta) luchando por clasificarse para Europa, octavo con 43 puntos, los mismos del poderoso Atlético, quinto y en puestos de UEFA. Los chicos de Tapia crecen a partir de Eliseu y Apoño, se abren por el costado izquierdo, donde manda Duda, respiran con los centros de Luque, y viven del veneno de Salva y Baha, el gran ídolo de Málaga, que fue duda durante la semana y ha forzado para estar ante el Madrid.

Baha, nueve goles en lo que va de temporada, tiene una peluquería en la ciudad. Es la señal de que su modesta carrera de delantero recién despega. A Baha le dijo su agente que lo mejor contra la crisis era abrir un negocio, poner a su mujer en la caja, contratar a unos cuantos empleados, "tres o cuatro", no más, y esperar a que escampara. Nacido en Francia e internacional con Marruecos, el chico quizás ya no necesite ese colchón después de esta temporada. Primero, la ambición. Reflexiona Raynald Denoueix, ex entrenador de la Real Sociedad, y escucha Claude Cauvy, el agente de Baha, un veterano de los campos de Segunda. "Claude", dice Denoueix. "¿Te acuerdas de lo de Drogba? ¡Con 27 años nadie le conocía! Jugaba en Francia en el Guingamp", se ríen hablando del punta del Chelsea.

"Y es verdad", vende Cauvy, que para eso es agente; "Drogba no empezó verdaderamente su carrera hasta los 27 años, la edad que tiene Baha. Y digo una cosa: no tenía más que él. Potencia, resistencia, gol...". Baha, musulmán y religioso, padrino de una niña cristiana, la de Clauvy, ha encontrado en Málaga más que a un equipo. Ahí ha conocido a su mujer. Ahí, mientras los aficionados le reclaman en los chats que acuda a su esquina del campo para celebrar los goles cubriéndose con una peluca, espera a su hijo. Ahí ha dejado un modesto piso para alquilarse una casa, y ahí, siendo el hijo de un albañil, como dice con modestia, se ha dado el primer capricho de su vida: comprarse un Audi Q7.

"Pero yo no soy una estrella", cuenta. "Soy un jugador más que ha trabajado mucho para estar en Primera. Siempre he tenido fe. Sabía que tenía el nivel. Yo siempre quise vivir del fútbol, y he tenido esa suerte. Si ahora no llego a jugar en un gran club, será porque estaba escrito así, y porque así lo quiso Dios".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_