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Cumbre en Washington | El encuentro entre los líderes

'Sherpas' y yaks entre los emergentes

Los países en desarrollo alcanzan al fin la primera línea de la diplomacia mundial - EE UU se despide como única potencia hegemónica

Alejandro Bolaños

En la cumbre merodearon sherpas y yaks. Y para algunos, fue como tocar el Everest tras una larga escalada. Pero nada de eso ocurrió en el Himalaya, sino en Washington. El colapso financiero y la amenaza cierta de una recesión no constituyen el mejor escenario para demostraciones de alegría. El presidente de Estados Unidos, George Bush, y los líderes europeos, revelaron más alivio que entusiasmo cuando comentaron el acuerdo alcanzado por el G-20. Pero los mandatarios de Brasil, India o Corea del Sur apenas ocultaban su satisfacción. Las economías emergentes habían llegado al fin a la primera línea de las decisiones políticas mundiales. Una nueva presencia que se dejó notar ya en la cena de gala.

La cumbre en sí duró cuatro horas y fue en realidad un fundido en negro
Se conoce como 'sherpas' a los consejeros de cada delegación
El menú de la cena fue austero: codorniz y costillas de cordero
Los periodistas fueron confinados a dos kilómetros de la Casa Blanca
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Bajo un cuadro de Abraham Lincoln, Bush presidió la cena en la noche del viernes. A su derecha sentó al presidente brasileño, Luis Inacio Lula; a su izquierda, al presidente de China, Hu Jintao. En la enorme mesa ovalada, se sentaron los máximos responsables de países como Indonesia, Turquía o Suráfrica, que nunca habían estado tan cerca de influir en decisiones de este calado. José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente español, ocupó una silla, ganada en los salones de la diplomacia, junto a la canciller alemana, Angela Merkel.

La Casa Blanca tenía la lección aprendida. Agasajó a sus invitados con codorniz ahumada, costillas de cordero y un fondant de peras con arándanos. Un menú muy alejado del festín gastronómico que se dieron los representantes del G-7 (el club de los países ricos) en Japón hace cuatro meses. Aquellas Bendiciones de la tierra y el mar, que fue como el cocinero Katushiro Namukura bautizó sus 19 platos, contrastaban con demasiada crudeza con el objetivo de la cumbre: debatir medidas contra la crisis provocada por los altos precios de los alimentos.

En la cumbre hubo ausencias muy presentes, como la de Barack Obama, que será el nuevo presidente de EE UU en enero. Y ausencias momentáneas que dieron pie a la anécdota de la jornada. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y el mandatario mexicano, Felipe Calderón, no llegaron a tiempo a la primera foto de familia en el National Building Museum. Hubo una segunda foto; y un inmediato reguero de alusiones en los medios argentino, que en sus versiones electrónicas recordaron que Fernández ya se retrasó en la cumbre latinoamericana de mayo. Y aprovecharon para atizar a la presidenta por su errática política exterior.

Salvo los fotógrafos y cámaras que pudieron entrar media hora para captar la imagen de la foto de familia, los periodistas fueron confinados en el Departamento de Estado a dos kilómetros de la sede de la cumbre. A la cada vez más frecuente costumbre de alejar a la prensa (y las protestas, esta vez poco numerosas), la Casa Blanca sumó esta vez la táctica del agotamiento. A decenas de periodistas se les dijo que su acreditación estaba impresa, pero que tenían que recogerla en otro edificio. Tras una peregrinación por varias sedes del Gobierno estadounidense el viernes, se fijó otra cita, en la madrugada del sábado, en la puerta del Departamento de Estado. Tampoco hubo acreditaciones esta vez, pero al final se dejó pasar con cualquier carné con foto.

Tampoco es que la acreditación diera acceso a gran cosa. Una señal interna de televisión, reflejada en varias pantallas planas, mostró las dos fotos de familia y a Bush recibiendo uno a uno a los líderes mundiales. El aburrimiento del presidente norteamericano ante un pasamanos eterno hizo concebir esperanzas de alguna mueca, pasto de YouTube. Pero se contuvo. Luego un rápido barrido sobre la mesa de la cumbre, que apenas dio para comprobar que Zapatero y el francés Nicolas Sarkozy se sentaron bajo la bandera de la UE, para no desairar a los extraños compañeros de viaje (República Checa y Holanda) tras el baile de sillas para hacer sitio a todos.

El resto de la cumbre fue un fundido en negro hasta que Bush compareció cuatro horas después para comentar el resultado final. Fue entonces el tiempo de los yaks, que no son aquí los bueyes peludos del Tibet, sino el extraño nombre que en la jerga de las cumbres internacionales se da a los asistentes de las delegaciones. En los hoteles, había yaks con los periodistas de cada país. Y Francia y Estados Unidos tuvieron la delicadeza de enviar yaks al Departamento de Estado para filtrar algo de información en el centro internacional de prensa.

Los sherpas, que es como se conoce a los principales consejeros, que se comen el trabajo sucio de la cumbre, se quedaron junto a los líderes. Hubo una excepción notable: Obama siguió la cumbre desde lejos, en Chicago, pero sus sherpas, Madeleine Albright y Jim Leach, desplegaban una intensa actividad en Washington. En el caso español, la organización concedió el título de sherpa al secretario de Estado de Economía, David Vegara. No hubo oportunidad de preguntarle sobre cómo se lo tomaba, porque la delegación de Zapatero se marchó a escape, nada más acabar su conferencia de prensa.

Bush sí se entretuvo algo más en decir adiós. "Algunos de ustedes deben saber ya que estoy de retirada", dijo a los periodistas con una sonrisa cansada. Fue su última cumbre internacional, la cita en la que EE UU empezó a despedirse de su papel de superpotencia mundial.

Cristina Fernández, Angela Merkel y Gordon Brown (de izquierda a derecha) se preparan para la foto de familia de la cumbre de este fin de semana en Washington.
Cristina Fernández, Angela Merkel y Gordon Brown (de izquierda a derecha) se preparan para la foto de familia de la cumbre de este fin de semana en Washington.AFP

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