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Crítica:flamenco | música
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Canales ya visto

Canales volvía a La Unión, a la tercera jornada del 48º Festival Internacional del Cante de las Minas. En esta ocasión lo hacía sin ninguna obra definida, con un popurrí en el que -suponemos- hacía un recorrido por distintos palos del flamenco, acompañado por dos jóvenes bailaores: Mónica Fernández y Amador Rojas. Había cierta expectación sobre el Canales que se vería en el escenario del Antiguo Mercado: si el más mediático y glamuroso de los últimos años, con ese baile eléctrico de pies que le ha hecho famoso, además de gestos más o menos vacíos de cara a la galería, o ese otro más recogido y sentido que, ahora que ha perdido facultades físicas, le vemos a veces.

Y comenzó bien, con un taranto seguido de cuplé, que ya bailó junto a sus compañeros esta noche el propio Canales: con movimientos sutiles, con pellizco, recogido en unos centímetros, casi asomado al patio de butacas. Después vendría lo ya visto: mucha gimnasia y poco baile.

Detalles de grandeza

Así fue cuando apuntó una siguiriya seguida de tangos, con el público -que de nuevo llenaba el teatro- comenzando a mostrar una cierta decepción, tal vez por ver al ídolo sin la misma fuerza de otras veces. Bailó Canales al final por soleá, y apuntó detalles del gran bailaor que lleva dentro: esos brazos en alto, ese caminar lento, gustándose y recreándose en un baile sentido y con sentido. Pero fue apenas un instante.

Bailaron también mucho, y a veces bien, sus dos jóvenes compañeros de esta noche: Mónica Fernández y Amador Rojas. Poseen un indudable dominio técnico, aunque ambos practican el baile moderno: mucho ruido y pocas nueces de verdadero baile. El baile siempre ha sido otra cosa. A Mónica Fernández le convendría tranquilizarse un poco, recrear más los movimientos cuando baila por alegrías: mirar a Matilde Coral, a Milagros Mengíbar, a Merche Esmeralda.

Amador Rojas bailó una sensual farruca, sólo con el sonido de una guitarra trufada de numerosos movimientos procedentes de la danza clásica. Fue bonito. Después nos recordó al peor Canales, y no a ese Canales trianero que tanta jondura y baile bueno derrocha cuando quiere.

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