Planes a la medida de cada uno

Sus miradas lo decían todo. Esos ojillos rojos entrecerrados y tristes. Los ciclistas españoles llevaban 24 horas en Pekín y exhibían, resignados, mortecinos, el síntoma de los cuatro males, el jet lag, la humedad, el calor y la contaminación, que se combinaban en una atmósfera de calima espesa como una mermelada gris calentada por un hornillo en el techo. Es, según llevan fisiólogos y especialistas médicos advirtiendo apocalípticamente desde hace meses, los factores que más afectarán al rendimiento en las disciplinas de resistencia durante los Juegos. Para tratar de minimizar su influencia, los deportistas han buscado adaptarse. Algunos, como los del Reino Unido o los fondistas del atletismo estadounidense, siguiendo una estrategia colectiva; otros, como los españoles, bajo la tesis de que cada persona es un mundo y no existen sino respuestas diferentes a los mismos estímulos, dejando al gusto de cada uno la forma de combatir los problemas.

Los ciclistas tomaron pastillas para dormir en el avión y al llegar se fueron de paseo

El maratoniano Chema Martínez decidió anticipar el viaje un mes

El marchador Paquillo está en Japón, y los triatletas se han ido a Corea del Sur

Alejandro Valverde, Óscar Freire y Samuel Sánchez habían seguido a rajatabla todos los consejos de Mikel Zabala, el director técnico de la federación española. Se habían tomado una pastilla para dormir en el avión unas siete horas y, al llegar a Pekín, a eso de las seis de la mañana del lunes, no se fueron a la cama, sino que aguantaron despiertos, con la actividad normal de un viajero y un paseíto a media tarde con el charlas de Torrontegui, el masajista, hasta bien entrada la noche. Pero, a pesar de que habían tomado otra pastilla, dormir no habían dormido mucho. "Se calcula que, en un viaje hacia el Este, cada hora de diferencia precisa un día y medio de adaptación", explica Esteban Gorostiaga, médico del Comité Olímpico Español, que preparó una guía que se repartió médicos y federaciones; "así que, teóricamente, Pekín, a seis horas de España, exige nueve días de adaptación. Pero, claro, siempre hay una componente individual".

Nada más llegar a la Villa Olímpica, los ciclistas se tropezaron con Chema Martínez, el maratoniano madrileño, quien, fresco como una lechuga -aunque aburrido como una remolacha: los kilómetros de asfalto de la Villa se le hacían escasos para sus necesidades y no hacía más que dar vueltas y vueltas por el mismo camino-, explicaba su método. "Lo más importante ha sido venir aquí un mes antes. A los Mundiales de Osaka [Japón] 2007 llegué sólo 11 días antes y no me fue bien. Aquí, los primeros los he dedicado a la adaptación horaria, y a partir del quinto ya pude entrenarme con las mismas sensaciones que en España, con el pulso en su sitio, que en Osaka salía con 12 pulsaciones más por minuto", dice Martínez; "y ahora me estoy adaptando al calor y la humedad. A lo bruto, claro. Por ejemplo, salgo a correr a las doce del mediodía, justo el momento en que peor hace. Y me va bien, tanto que deseo que el día del maratón

[el 24 de agosto, la última prueba de los Juegos] las condiciones sean extremas para que sufran todos los demás y yo no esté tan penoso como estuve en Osaka al menos hasta el kilómetro 30".

Como a la contaminación, que se convertirá en espesas flemas al regresar al país de origen, no se puede uno adaptar, pero sí que puede afectar a la calidad de los entrenamientos, los británicos se han concentrado en Macao, donde buscan el mismo calor y la misma humedad que esperan hallar en Pekín, pero sin el plus de la contaminación, los mismos efectos que los fondistas norteamericanos disfrutan en Dalian, ciudad china de la costa. El marchador granadino Paquillo Fernández se ha ido a Matsue (Japón) y el equipo de triatlón español se ha alquilado una casa en un parque natural de Corea del Sur, en la isla de Geju.

"Los ciclistas profesionales llegaron tarde porque corrieron el día 2 la Clásica de San Sebastián", dice Zabala; "por eso no se sabe cómo será su adaptación, pero Joan Llaneras, de pista, prefiere sacrificar la adaptación a la hora y no arriesgarse con hacer entrenamientos de mala calidad los últimos días. Y lo mismo harán Hermida y Fullana, de mountain bike".

Los bikers, favoritos en su competición, usarán chalecos de hielo en el calentamiento sobre rulos previo a su prueba, el mismo que en Seogwito (Corea) utiliza Javier Gómez Noya, El Tiger Woods del triatlón, mientras prepara la carrera a pie de su competición. "Cuando llegamos a la casa, situada en un sitio ideal, a 700 metros de altitud, fresca de noche y lo suficientemente calurosa de día para sentirnos como en Pekín, a Noya, a quien le afectan mucho el calor y la humedad, le costó seis días sin entrenamiento que el cuerpo recobrara su normalidad", dice Andreu Alfonso, director técnico español; "lo tenemos todo muy calculado: la cantidad de agua que bebe, su temperatura, muy fría, y el uso de los chalecos, muy medido, durante las series a la hora de mayor calor, pues cargan los trapecios y los dorsales y eso es malo para la natación. Después de las series, meten las piernas 10 minutos en hielo para acelerar la recuperación".

Si todo va según lo previsto, en poco tiempo todos notarán un aumento del plasma, una densidad menor de su sudor, una sudoración exprés, los síntomas claros de la adaptación. Y los ojos recuperarán su amplitud y brillo, por supuesto.PEKÍN 2008

Faltan 2 días para los Juegos