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Columna
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Gobernar para los amigos

A algunos valencianos se nos ha quedado cara de simple después de saber que la famosa multa al hotel Atrium no existió jamás; nunca hubo voluntad de hacerla efectiva. Todas aquellas frases heroicas que pronunció el consejero Blasco en contra del urbanismo salvaje no eran más que una representación teatral dirigida a los incautos. Una representación, eso sí, excelente como todas las que ha realizado este hombre a lo largo de su extensa carrera pública. Claro que no todo el mérito corresponde a Blasco: se necesita una gran ingenuidad por nuestra parte para creer que quienes alentaban el urbanismo salvaje iban a ocuparse de castigar a sus promotores.

¿Recuerda usted, amigo lector, el escándalo de Catral? En aquel momento, pareció que el Consell iba a poner freno al desorden urbano de La Vega Baja, que es tumultuoso. Naturalmente, tal cosa no se produjo. Logrado el objetivo que se pretendía -objetivo electoral, por cierto-, las aguas se remansaron, y estamos a la espera de que, cualquier día, le demos al asunto una apariencia de legalidad.

Quienes gobiernan, juegan con nuestra propensión al olvido. Saben que la actualidad es efímera y que un escándalo será olvidado por otro en unos cuantos días. De ahí que busquen distraernos con cualquier tema baladí, como el de impartir en inglés Educación para la Ciudadanía. Por cierto, que el señor Font de Mora ha anunciado que no le temblará el pulso a la hora de sancionar a los profesores que boicoteen la asignatura. Me pareció una expresión -"temblar el pulso"- poco afortunada por parte del consejero; recuerda el lenguaje de la dictadura y sus terribles advertencias: "No nos temblará el pulso contra los enemigos del Régimen".

Afortunadamente, hoy ya no hay enemigos del régimen; si algo abunda, son los amigos y la solicitud de los gobernantes por favorecerlos. En este punto, hemos alcanzado una normalidad evidente; que alguien trate de beneficiar a un determinado empresario se acepta como parte de las reglas del juego. En todo caso, los escrupulosos pueden acudir a los tribunales de justicia aunque, como acabamos de ver, con la sentencia del Atrium, la acción de la justicia acabe a menudo en nada. Todo este tejemaneje, lo contempla el ciudadano con resignación, convencido como está de que los listos -es decir, los granujas- siempre tienen razón.

Es en los Ayuntamientos donde las influencias y el trato de favor se producen de un modo más continuo. El Ayuntamiento de Alicante ha dado muestras de su proclividad para gobernar de acuerdo con los intereses de algunas empresas. Es notoria la preocupación de la concejal de Urbanismo, la señora Castedo, por favorecer a los urbanizadores de Benalúa Sur. Aunque si alguien merece una atención especial del Ayuntamiento de Alicante es el constructor Enrique Ortiz. No hay empresa que acometa este hombre a la que el alcalde, Luis Díaz, no preste de inmediato su apoyo. Ha sido en el plan Rabassa donde esta preferencia se ha manifestado de un modo más claro; Díaz ha logrado implicar al propio Consell para que Ortiz edifique sin ser molestado. También el Ayuntamiento de Alcoi se ha significado en los favores a ciertos empresarios. Sus últimas actuaciones -Estambrera, Teatro Principal, hotel de la Font Roja- están concebidas con el exclusivo propósito de beneficiar a los amigos. Como Alcoi está gobernado por los seguidores de Eduardo Zaplana, y el ex consejero Peralta es su hombre fuerte, el hecho añade un interés suplementario al asunto.

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