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Tentaciones
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Entrevista:MÚSICA

El francés errante

LE conocimos como el embajador de la nueva canción francesa en aquellos alternativos noventa. Sorprendió descubrir su intenso y nada amable directo. Desde entonces, pocos se atreven a poner un pero a los discos de Dominique Ané (Nantes, 1968); más que nada porque cuesta encontrar un borrón en la carrera de un artista que ha conseguido poner de acuerdo a fanáticos de Ian Curtis y nostálgicos de Jacques Brel.

Es la una del mediodía y hemos quedado con Dominique A en la plaza de El Salvador, en Sevilla. Ha venido a tocar para presentar Sur nos forces motrices, su primer disco en directo. Ha avisado de que llegará tarde, aunque el motivo de su demora es irreprochable. Acaba de recibir una llamada de su padre anunciándole que su abuelo ha muerto. ?Vivía en un pueblo de los Pirineos franceses y no teníamos mucha relación, pero era un buen tipo. Acabo de comprar un billete de avión a Toulouse para estar cerca de mi padre. Soy su único hijo?. Aun así, reitera que la cita no se cancela. Nos acercamos a una cerería próxima para hacer unas fotos. Entre angelitos con sexo y vírgenes sufridoras, los primeros disparos de la cámara despiertan a Dominique. Tras unos minutos y breves posados se acerca a la mesa donde le espera la primera cerveza.

"Los franceses son expertos en apropiarse de lo que no es suyo"
"Me gusta beber por encima de la música. La bebida me aporta ideas. El problema es que nunca tengo nada a mano para anotarlas"

EP3. No estabas muy cómodo con las fotos.

DOMINIQUE A. Es que no me siento muy natural posando. Por cierto, cuánta gente en la calle para un día laborable, ¿no?

EP3. Sí, aquí en Sevilla pasa como en la canción de Morrissey Everyday is like sunday (Todos los días parecen domingo).

D. A. Uhm? Muy buena canción, y qué gran racista.

EP3. No le tienes mucha simpatía.

D. A. Poca, aunque me gustaban The Smiths.

EP3. ¿Por sus letras?

D. A. No, no. Sé que para muchos adolescentes supusieron una cierta pérdida de la inocencia, pero a mí nunca me interesaron las letras de los grupos británicos. Comprendía el inglés, pero no les daba importancia. Y todavía me ocurre. Por muy buena que sea la letra de una canción, no la valoro como lo hago con la música.

EP3. Entonces tampoco le das demasiada importancia a las tuyas.

D. A. La tienen, pero déjame explicarte una cosa que, además, tiene que ver con el público español. La primera vez que toqué aquí en una sala me quedé sorprendido de la atención que ponía la gente sin entender posiblemente una palabra de lo que decía. Me di cuenta de que mi música podía comunicar emociones sin servirse del significado de las palabras.

EP3. Llevas algunos años viviendo en Bruselas, ¿no?

D. A. Sí, por mi hijo. Al separarme de Françoiz Breut (la madre de su hijo y también cantante) tomé como prioridad estar cerca de él, llevarle al colegio y esas cosas. Es la única razón por la que vivo allí. Además, mi vida de artista me lo permite.

Buscando un rincón tranquilo hemos llegado a la bodega Entrecárceles. Encima de la barra, flamenquines y gambas al ajillo que desaparecen de los platos en lo que se tarda en buscar la grabadora y pulsar el botón rec. Una hora más tarde, y en el Patio de San Eloy, ocurriría lo mismo entre un regimiento de montaditos.

EP3. Con el paso del tiempo, ¿la música le ha ido cediendo el terreno a otros placeres?

D. A. En Bruselas es difícil dejarse seducir por la gastronomía. Sólo tenemos patatas y mejillones (y suelta la primera de sus sonoras carcajadas). Pero siempre me gustó beber, por encima incluso de la música. La bebida me aporta ideas. El problema es que nunca tengo nada a mano para anotarlas.

EP3. La mémoire neuve fue un clásico indie aquí, en España. ¿Qué alcance tuvo en Francia?

D. A. Pues pasé de ser un chaval que había grabado dos discos poco más que adolescentes a ser una figura mainstream. Me pilló por sorpresa. Vendí unas ciento veinte mil copias. Y eso que el segundo sencillo (Il ne faut pas souhaiter la mort des gens) fue un suicidio comercial. Era una canción muy dura. Después, disco a disco, las cifras han ido bajando, pero en consonancia a la caída de la industria. Lo importante es que he ido haciendo lo que me ha dado la gana.

EP3. Y da la impresión de que has conseguido un prestigio sin hacer concesiones a estilos ni modas.

D. A. No me gusta repetirme. Mi próximo disco lo haré con teclados. Lo que sea menos caer en los tópicos de cualquier estilo. ¿Por qué no se puede hacer canción de autor con un teclado? Mira a Robert Wyatt. Un artista respetadísimo, autor de un repertorio casi intocable, y que lleva más de treinta años elaborando canción de autor con un teclado y poco más.

EP3. Sí, ha desafiado las leyes más rancias del rock.

D. A. Y quien no le aplaude le respeta. Es un modelo a seguir.

EP3. ¿De adolescente te gustaba Jacques Brel? Podría ser el equivalente a nuestro Raphael.

D. A. Me atraía en cierto modo, aunque lo que intentaba imitar era a grupos punkis o new wave. De Brel me inquietaba su teatralidad, tan exaltada.

EP3. ¿Y Serge Gainsbourg?

D. A. No encajo muy bien su idea del pop. Tiene grandes canciones, pero su puesta en escena me resulta demasiado cínica. Hay un punto de descontrol en Jacques Brel o en Ian Curtis que no encuentro en Serge Gainsbourg.

EP3. Le dominó su cinismo. El personaje se comió a la persona.

D. A. Era espectacular, excesivo y narcisista. Me gusta más el uso de la ironía con fines inteligentes, como Oscar Wilde. Usarlo para desarmar a tu contrario, no para gustarte más. Morrissey sería Gainsbourg y yo Oscar Wilde (y su estrepitosa risa parece sacudir los cimientos del local). Esto también es ironía.

EP3. ¿Brigitte Bardot o Françoise Hardy?

D. A. Pues? la Bardot.

EP3. Pero tiene esa misma puesta en escena pop de Gainsbourg, ¿no?

D. A. Pero era mucho más ingenua con lo que hacía. No comulgó con la melancolía de Françoise Hardy. Es la diferencia entre ser sentimental y ser sentimentalista.

EP3. Entiendo. Es algo así como prestarse a ser la imagen de un sentimiento, ¿no? Podría ser un perfume: Melancolía, de Françoise Hardy.

D. A. Ja, ja, ja. Algo así. Me interesan los artistas con tanta sensibilidad como carácter. Frágiles, pero duros. Ian Curtis no inspiraba compasión, sino admiración, cuando se retorcía en esa agonía epiléptica sobre el escenario. Robert Wyatt tampoco reclama piedad; y eso que lleva más de treinta años en una silla de ruedas. Para ellos su arte estaba por encima de su desgracia. Françoise Hardy, sin embargo, jugaba con la lágrima fácil y reivindicaba su papel de artista melancólica, aunque tiene canciones redondas. Brigitte Bardot era más frívola, pero también su intención era más inocente. Era simple pop.

EP3. Sensible sé que eres, pero ¿romántico?

D. A. Claro, pero el romanticismo lo entiendo desde el lado más frío. Por eso, más que cualquier artista francés, Joy Division es el grupo que más me ha marcado. Porque pusieron de moda el romanticismo frío.

EP3. ¿Qué es lo que menos te gusta de los franceses?

D. A. Su orgullo nacionalista. Son expertos en apropiarse de lo que no es suyo y luego convencerte de que aquello forma parte de su cultura. Mira, mucha gente piensa que Picasso y Jacques Brel fueron franceses. ¿La última cerveza?

EP3. Brindemos. ¿Cómo es en francés?

D. A. ¡A sus amores!

Sur nos forces motrices, está publicado en España por Green UFOS. www.dominiquea.com

Dominique Ané (o A), curioseando en un quiosco sevillano. "La primera vez que toqué en España me sorprendió la atención que ponía el público, aunque posiblemente no entendieran ninguna de mis palabras".
Dominique Ané (o A), curioseando en un quiosco sevillano. "La primera vez que toqué en España me sorprendió la atención que ponía el público, aunque posiblemente no entendieran ninguna de mis palabras".CATERINA BARJAU

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