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Columna
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La carreta de la oposición

Jorge Alarte, Francesc Romeu, Ximo Puig, Jordi Sevilla, José Blanco, Fernández de la Vega... Circula la carreta de la oposición cargada con los votos de algo más del 40% de los ciudadanos del País Valenciano que suelen acercarse a los colegios electorales. Son centenares de miles de papeletas con el anagrama del PSPV-PSOE, introducidas en la democrática urna por arraigados votantes de la socialdemocracia, un numeroso grupo formado por el votante tradicional que los alemanes denominan Stammwähler; suele ser con frecuencia un sufragio de edad madura e inasequible al desaliento, desinteresado por las trapacerías políticas del aparato del partido al que vota: es un voto digno de respeto y consideración con el que carga la carreta. El mismo se amontona en la carreta con el voto minoritario y reflexivo de quien leyó el programa y quedó convencido, y el de los jóvenes a quienes no les gusta la estética conservadora de la derecha o los efluvios malolientes de la crispación y la intolerancia en el ámbito de la convivencia y el talante cívico. Carga también la noble carreta con papeletas posibilistas de quienes -debido al sistema electoral y para que su voto tenga algún efecto- no tienen otra opción en unas elecciones generales que no sea PP o PSOE, como es el caso de la provincial circunscripción electoral de Castellón. Naturalmente, la carreta arrastrará casi con toda seguridad algunos votos seducidos por los 400 euros, las mantas y el peine de regalo que se prometieron durante la campaña electoral. Y arrastrará otras papeletas de catalogación dificultosa o puntual que rara vez registran las encuestas de opinión.

María Teresa Fernández, José Blanco, Jordi Sevilla, Ximo Puig, Francesc Romeu, Jorge Alarte... La carreta, aunque cargada de votos, no consiguió alcanzar en la última convocatoria electoral el vehículo de la derecha en las estrechas tierras valencianas. Pero es digno de mención el apoyo que recibió, a pesar de carecer de bueyes que la arrastraran, y a pesar de la falta de la mano prudente y decidida de alguien que llevara las riendas, y a pesar, claro, de la campaña inacabada de agitación y propaganda desde altavoces del adversario político. Sin duda es una buena carreta con ruedas de madera y pinas: una de ellas, PSOE, tiene el fuste hispano que le dio Iglesias, Besteiro y Largo Caballero, Prieto, los ancianos del exilio y la memoria histórica hasta Zapatero; la otra rueda, el PSPV, que casa bien con la anterior, es la socialdemocracia autóctona que no renuncia a un País moderno, solidario, ecológico, sostenible, culto y por supuesto valenciano: la rueda de los Cucó, Garcés, Soler y tantos otros que pensaban y piensan en la lengua de por aquí.

Con todo y con eso, la carreta del PSPV- PSOE está atascada en el pantano de los sucesivos fracasos electorales desde hace 13 años; en el barrizal de la desorientación y las trapacerías del llamado aparato de partido desde algunos más. En medio del atasco buscan cambiar los bueyes y a un carretero diligente que tome las riendas. Ardua tarea de la que se presumen conocedores Alarte, Romeu, Puig y los demás. El asunto no es cambiar el modelo de partido y elucubrar sobre si necesita una estructura comarcal o provincial como tiene la derecha. La cuestión es tener, como dice García Miralles, "un proyecto alternativo, tener una estrategia y cumplirla" en todos aquellos aspectos que atañen a la convivencia y al progreso sostenible de los valencianos sin destruir el territorio. ¿Dónde está y estuvo la carreta y sus convicciones y su programa alternativo y puntual a la política del ladrillo? Por ahí también andamos atascados.

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