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Cuando un edificio se vuelve arte

Trescientas construcciones integran el apartado vasco del Archivo de la Arquitectura Ibérica del Siglo XX - El catálogo intenta reforzar su protección

El arquitecto Javier Carvajal proyectó la Casa Sobrino en 1971. Hoy es un solar. Aquella interesante revisitación del concepto de caserío que sobresalía en el Paseo Nuevo de San Sebastián ha terminado convertido en una montaña de escombros, ante la pasividad de las autoridades e incluso del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro. La Casa Sobrino estaba considerada una de las obras arquitectónicas de referencia en la capital guipuzcoana, junto al Kursaal o la Plaza de la Trinidad.

El archivo pretende establecer un canon para "sensibilizar" a las instituciones

"Hay que reconocer que la demolición se ha llevado a cabo dentro de la legalidad", recuerda el arquitecto Ekain Jiménez, quien denunció el desastre antes de que las máquinas entrasen en la finca para derribarla. Si la Casa Sobrino hubiese formado parte del Archivo de la Arquitectura Ibérica del Siglo XX, que se desarrolla gracias a la colaboración de, entre otros, las fundaciones Docomomo y Mies Van der Rohe, quizás hubiera suerte corrido distinta suerte.Así lo entiende el arquitecto Iñaki Bergera, responsable de la catalogación del Norte de la Península de ese listado que incluye a fecha de hoy 301 edificios del País Vasco. "La protección del patrimonio depende de las legislaciones local, foral y autonómica, con lo que ello supone de caos normativo. Este archivo busca establecer un canon para que las instituciones se sensibilicen con el patrimonio". Así y todo, y aunque figuren en dicho catálogo, la presión del pico y la pala es más poderosa que la defensa de la creación arquitectónica. Se puede comprobar con la casa taller que diseñaron Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea en Irún, de futuro incierto. Rodeada de viales, permanece aislada y con escasas probabilidades de supervivencia dada la presión en ese nudo de infraestructuras.

Frente al cuidado con que se atiende la creación en otros ámbitos, como el pictórico, el literario o el musical, con rigurosas protecciones de los derechos de autor y de conservación, sobre la arquitectura no existe regulación alguna. Está claro que joyas como el club náutico de San Sebastián (José Manuel Aizpurua y Joaquín Labayen, 1929) o los edificios de La Equitativa y Seguros La Aurora en Bilbao, de Manuel Galíndez (1934 y 1935), o las iglesias que levantaron Miguel Fisac, Carvajal o Luis Peña Ganchegui en los cincuenta en Vitoria resultan hoy intocables, tras haber quedado registradas en múltiples catálogos.

Como reconoce Bergera, este archivo pretende que el gran público "conozca y tenga capacidad de valoración de las virtudes y bondades del tejido arquitectónico contemporáneo".

Euskadi presenta algunas singularidades, entre las que destaca la abundancia de ejemplos vinculados con el movimiento moderno, una tendencia que renovó la arquitectura en Europa. Al rebufo de Le Corbusier, Mies Van der Rohe o Alvar Aalto, en el País Vasco se encuentran, por ejemplo, las escuelas Luis Briñas en Santutxu (1933).

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La industrialización colaboró lo suyo para crear soluciones interesantes, sobre todo en Guipúzcoa, donde su desarrollo fue más disperso. Pueblos como Legazpi, Beasain o Zumarraga crecieron a partir de la instalación de grandes industrias. José Ángel Medina, responsable concreto de la selección en Euskadi, advierte: "No hay que considerar autónoma la aparición de esos grandes templos de las máquinas. Existe todo un fenómeno configurador del tejido urbano alrededor de la industria que es mayoritario en el País Vasco".

Y, por supuesto, el catálogo no olvida el gran proyecto arquitectónico del siglo XX en Euskadi: la basílica de Arantzazu de Francisco Javier Sáenz de Oiza, que incorpora lo mejor de la vanguardia vasca de aquellos años cincuenta: Oteiza, Basterretxea y Chillida. Arantzazu está considerada internacionalmente una de las mejores construcciones religiosas de la pasada centuria.

IGLESIA DE LA CORONACIÓN: La única obra de Fisac en Euskadi

Miguel Fisac (Daimiel, 1915), uno de los nombres imprescindibles en la historia de la arquitectura española del siglo XX, sólo cuenta con una obra en el País Vasco: la iglesia de la Coronación de Vitoria (1958), citada en los principales catálogos de arquitectura religiosa de la pasada centuria. Y ello pese a que es un templo nada grandilocuente. De planta curva, tiene una superficie de 591 metros cuadrados y una altura máxima de 16,5 metros.

Considerado uno de los mejores ejemplos del organicismo en España, el trabajo de Fisac trata de envolver al creyente, desde su entrada por el baptisterio hasta que llega al prebisterio dominante. Logra esta sensación con el juego de dos muros convergentes: uno curvo, liso y blanco, sin ningún punto que pueda distraer la mirada del fiel, y otro muro plano abierto a las demás estancias, desde la sacristía a una capilla o el citado baptisterio.

LA CASA SOBRINO: Una idea reducida hoy a solar

La Casa Sobrino, que Javier Carvajal (Barcelona, 1926), proyectó y construyó en San Sebastián en 1971 ya no existe. El arquitecto Ekain Jiménez recuerda que este caserío contemporáneo se presentaba "masivo, negro y potente desde la lejanía del Paseo Nuevo; frágil, leve y artesanal en la distancia corta".

Salió a subasta hace unos años, pero a las administraciones no les pareció interesante pujar. Sus actuales propietarios, dueños del hotel contiguo, quisieron ampliar su establecimiento y resolvieron su derribo.

"Hubiese sido relativamente fácil y viablemantener la casa en su organización general", comenta Jiménez.

Al final, tampoco se ha podido ampliar el establecimiento hotelero, con lo que los dueños de lo que hoy es un solar han dispuesto levantar allí una casa de dos viviendas. La Casa Sobrino ya era de esta tipología.

BLOQUES DE PISOS EN GETXO: La punta de lanza de Rafael Aburto

Los dos bloques de viviendas que Rafael Aburto (Bilbao, 1915) levantó en Getxo entre 1966 y 1969 suponen una excepción en el contexto de la arquitectura de esa localidad, fuertemente caracterizada por el pintoresquismo desde principios del pasado siglo. "En su momento, fueron absolutamente polémicas, todo un riesgo en el Neguri de la época. Vistas desde la contemporaneidad, se presentan como una punta de lanza de la arquitectura moderna", explica Iñaki Bergera, buen conocedor de la obra de Aburto.

El atractivo de estas dos cajas reside en que las franjas horizontales no derivan de un proceso constructivo, sino que constituyen un envoltorio decorativo. "En la fachada se concentran los esfuerzos de Aburto por buscar un lenguaje abstracto con las líneas de colores provocativos", añade Bergera. Y ello sin olvidar los murales que pintó en ambos portales.

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