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Análisis:EL CORNER INGLÉS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Dios salve a don Fabio

- "No tomo decisiones a base de sentimientos; las tomo a base de la razón".

Fabio Capello, seleccionador

de Inglaterra.

Hay circunstancias en las que definitivamente es mejor que el himno no tenga letra. Por ejemplo, si uno es el flamante entrenador italiano de la selección inglesa. Desafortunadamente para Fabio Capello, el himno inglés sí tiene letra. Cuando lo cantaron el miércoles en Wembley, antes de su primer partido al frente de Inglaterra, su cara de granito delató algo que no se acostumbra ver en él: incomodidad. Los 86.000 hijos e hijas de Albión en el estadio coreaban Dios salve a la Reina pero él estaba mudo. Los rostros de los que le rodeaban emitían fervor; a Don Fabio se le veía violento.

La sensación de que es un impostor debe ser la parte más dura del trabajo por el que le pagarán este año más o menos un millón de euros por partido. Más ingleses invierten más ilusión en la selección de fútbol que en cualquier otra cosa, pero la persona encargada de hacer sus sueños realidad ni siquiera habla su idioma. Dice que está aprendiendo, y que algo entiende, pero hasta ahora sólo se le ha oído hablar en italiano. Lo que da lugar (¡olvídense de Luis Aragonés!) a escenas penosas.

En la rueda de prensa anterior al partido, la crema y nata de los periodistas deportivos ingleses se vieron obligados a llevar auriculares para poder oír la traducción simultánea de las palabras incomprensibles que pronunciaba el seleccionador del país que inventó el fútbol, que derrotó en la Segunda Guerra Mundial al régimen por el que combatió el padre de Capello y que, hasta no hace mucho, poseía un imperio sobre el que el sol no se ponía. Después del partido, una apretada y aburrida victoria 2 a 1 contra Suiza, Capello tuvo que hablar con el canal de televisión que lo había transmitido. Como esta vez no se podía contar con que todos los televidentes llevaran cascos estilo Asamblea General de la ONU, Capello vino acompañado de un intérprete que, no lo duden, se convertirá en poco tiempo en uno de los rostros más conocidos de Inglaterra.

A no ser que los ingleses, en un gesto de solidaridad con un hombre en el que la gran mayoría de los aficionados insiste en depositar una enorme fe, se pongan todos a aprender italiano.

Lo que sí van a tener que hacer los ingleses si pretenden ser felices con su nuevo capo di tutti capi es aprender un nuevo lenguaje futbolístico. El lenguaje del fútbol tradicional inglés es chino comparado con el que maneja el italiano. El fútbol inglés es caótico, acalorado, directo. Si los jugadores hacen más de tres pases seguidos (lo cual en la selección inglesa no se ve con mucha frecuencia) sin que se vislumbre una clara intención ofensiva, la afición se impacienta. La visión capelliana del fútbol es otra cosa: premia el frío orden defensivo ante todo lo demás que ofrece la vida; y cuantos más pases horizontales en el centro del campo, mejor, especialmente si lo que se consigue es aburrir al rival, dormirlo para poder, inesperadamente, marcar.

El fútbol inglés es visceral; el italiano, cerebral. Para disfrutar con su nuevo seleccionador, los ingleses van a tener que cambiar el chip; van a tener, ni más ni menos, que convertirse en italianos. Porque lo que les va a salir, en el mejor de los casos, es una selección de jugadores que hablan en inglés pero juegan como italianos. En el peor de los casos, Capello no logrará imponer su filosofía e Inglaterra seguirá jugando de la manera destartalada e ineficaz que su sufrida afición lleva tantos años aguantando. En ese caso, el bochorno que ha significado fichar a un seleccionador que desconoce la lengua de la Reina no se lo perdonarán ni a él, ni a los que le contrataron en la Football Association, ni a sí mismos, nunca.

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