Sepulturas distantes
La Guerra Civil y sus secuelas han quedado reflejadas de forma indeleble en las tumbas de quienes las vivieron
La muerte iguala a todos los difuntos pero sus sepulturas les separan. A veces, significativamente. Así, el cementerio de La Almudena, el más grande de Madrid, llamado del Este, alberga entre sus numerosos espacios un ámbito reducido aunque singular; rodeado de seto verde, se abre a un conjunto de ocho sepulturas correspondientes a otros tantos aviadores de la Legión Cóndor, de la Luftwafe alemana, que vinieron a combatir junto a las tropas de Franco aleccionados por Hitler en 1936.
Fueron derribados en Arenas de San Pedro, Quijorna y El Escorial en distintas fechas del verano de 1936 y el invierno de 1937. Sus edades oscilaban entre los 24 y los 27 años. Sus localidades de origen son Ingolstad, Bayreuth, Ostpressen, y otras. Sus nombres, Üllmann, Boltzmann... Uno de ellos, sin embargo, no murió en combate, sino que falleció en la cincuentena en 1967 y fue enterrado con sus camaradas. Las sepulturas forman una especie de escuadrilla.
Apenas a diez metros de distancia, yacen sepultados militares y falangistas muertos en el Cuartel de la Montaña el el 20 de julio de 1936, cuando se amotinaron para unirse al golpe contra la República protagonizado por Franco. Murieron a manos de soldados y paisanos leales a la República durante los combates por truncar la intentona.
En el cementerio de Fuencarral, al Norte de Madrid, tras cruzar un primer pórtico, el visitante se encuentra de frente con un conjunto escultórico de grandes dimensiones. Se trata de un bloque de granito pulimentado y de color rosáceo. Sobre su superficie, que se asemeja a un mapa de España, ha sido labrado un grupo de torsos de una veintena de combatientes soviéticos en formación, tocados de gorros de combate, que se adentran silenciosamente en la hondura de la piedra. Una dama enlutada, de gran tamaño, los mira y solloza. El muro incluye dos filas de 91 nombres de voluntarios soviéticos de las Brigadas Internacionales, con sus apellidos por orden alfabético cirílico, desde Abramovich. A. hasta Ulianov. A y Yashin. S.
Pocos metros más allá, sobre una pared, constan los nombres de brigadistas comunistas polacos, 19 combatientes judíos -desde Emil Akerman a Chil Zytnicki- que perecieron en combate a partir de noviembre de 1936. Matas de adelfas cubren un frontal que menciona a combatientes franceses, un comisario yugoslavo de la XIII Brigada y una placa dedicada a 4.000 brigadistas italianos.
En el cementerio de Aravaca, al oeste de la ciudad, permanecen sepultados en fosas colectiva Ramiro Ledesma Ramos, ideólogo de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, y el pensador ultraconservador Ramiro de Maeztu, junto con 220 falangistas y paisanos. Muchos fueron fusilados en Madrid entre agosto y octubre de 1936. Una cruz pétrea preside un altar flanqueado por el yugo y las flechas de Falange de las JONS.
En el cementerio Sur, en Carabanchel, cerca de su puerta posterior, doce columbarios señalan que en su interior yacen los restos de hombres que murieron entre 1946 y 1947. Se trata de guerrilleros comunistas, algunos combatientes de la Guerra Civil, que protagonizaron distintas acciones armadas en el Madrid de entonces; entre ellos, Cristino García Granda, caballero de la Legión de Honor y titular de una calle en el IXº barrio de París, por su lucha en la Resistencia francesa contra la ocupación nazi. Pese a ser héroe de Francia, regresó a España para combatir al franquismo desde el maquis. Apresado, fue fusilado con sus compañeros, que yacían en una fosa común hasta su reciente traslado a nichos.
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