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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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Caballeros y cavernícolas

El Times de Londres publicó una columna esta semana titulada Diez razones por las que el fútbol es mejor que el rugby. Más allá de lo absurdo que es comparar un deporte con otro, como comparar tomates con manzanas, no es un tema que en condiciones normales parezca digno de mucha discusión. En Inglaterra, el fútbol debe de ser por lo menos diez veces más popular que el rugby en lo que se refiere al número de gente que lo ve y lo practica.

Pero hoy las condiciones no son normales y por eso la columna del Times forma parte de un debate incesante en los medios ingleses sobre los respectivos méritos de los dos deportes. Tiene que ver, primero, con el hecho de que la selección de rugby ha llegado a la final del Mundial la misma semana en la que la selección de fútbol, al perder el miércoles contra Rusia, ha abandonado casi toda esperanza de competir en la Eurocopa el verano que viene. Pero el debate ya existía antes de la debacle en Moscú. El Sunday Times publicó un artículo hace un mes en la que el escritor opinaba, entre otras barbaridades, que el rugby era un deporte para "cavernícolas de clase media con tendencias homoeróticas".

El fútbol fascina porque tiene un elemento teatral que el rugby no posee

Lo que es verdad es que el rugby, por salvaje que sea, es más limpio que el fútbol; que el rugby tiene lecciones que al fútbol le valdría la pena aprender. Como tratar al árbitro con respeto y someterse obedientemente a sus decisiones; nunca fingir que uno está lesionado; utilizar el sistema de expulsión temporal de diez minutos; utilizar un cuarto árbitro con acceso a una pantalla de televisión para resolver jugadas polémicas; continuar el juego cuando un jugador se lesiona; al acabar el partido, los equipos forman un túnel cada uno para aplaudir y dar palmadas al rival independientemente del resultado.

Se podrían mencionar más ejemplos, pero, en general, en el rugby la sensatez y la deportividad son la norma a diferencia del fútbol, en el que suelen ser la excepción.

Claro, eso mismo ayuda a explicar por qué como espectáculo y como tema de conversación el fútbol ejerce una fascinación global mucho mayor. Más allá del deporte en sí, existe en el fútbol un elemento de teatro que el rugby no posee. Los futbolistas no sólo son deportistas; en muchos casos también son grandes actores. Y en cuanto a los errores arbitrales que se repiten debido a la tozuda insistencia de la FIFA, la UEFA y compañía de no recurrir a las pantallas de televisión para ver si un gol se marcó en fuera de juego, pues nos hace el favor a todos de darnos material para alimentar el gusto inagotable del ser humano por la indignación.

Al final de un partido de rugby, no suele haber dudas de que el mejor equipo ganó. Y casi nunca los perdedores chillan que se cometió una colosal injusticia, que les robaron. En el rugby no hay excusas a diferencia del fútbol. Algunas son mejores que otras. De las más plausibles fue la de Steve McClaren, el seleccionador inglés, que acusó al árbitro español Medina Cantalejo de regalar la clasificación a Rusia esta semana tras pitar un penalti inexistente.

Afortunadamente, el espectáculo en el fútbol no depende sólo de los malos árbitros y los buenos actores. También requiere muchísimo más talento. Como decía el Sunday Times, pasar un balón en el rugby cinco metros es una acción sencilla que cualquiera puede hacer. "La jugada básica de pasar el balón esa distancia en el fútbol se puede hacer de 14 o 15 maneras diferentes, algunas exigiendo años de preparación. Por más repelentes que sean los futbolistas profesionales, poseen una habilidad sublime".

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