_
_
_
_
_
Reportaje:Atletismo | Campeonatos del Mundo

Increíble Mayte

Martínez logra el bronce en los 800 metros con una impresionante remontada en la recta final

Carlos Arribas

Cuentan los psicólogos que la confianza en uno mismo es la madre de todas las variables; la que explica los problemas de estrés, ansiedad, nervios, frustración. Y añade Julieta París, la psicóloga del equipo español, que hay deportistas que la tienen tan elevada que es complicado trabajar con ellos porque todo lo saben y no escuchan a nadie. "Y están los de autoconfianza baja", continúa; "los que antes de competir hacen una quiniela y ven sus posibilidades limitadas. Y basta que uno piense que algo malo puede pasar para que pase. Yo les repito: 'El único imposible es que lo improbable no suceda".

Hablaba, sin citarla, de atletas como Mayte Martínez, que en la víspera de la final de los 800 metros aseguraba que el podio era un imposible y que ayer consiguió de manera espectacular, con unos últimos 100 metros extraordinarios, el bronce. Lo improbable sucedió porque la vallisoletana, gran competidora, luchó para que sucediera. Luchó porque se convenció, la convencieron, de que vale mucho; de que, en palabras de Bodoque, el masajista de algunos atletas, "a unos Mundiales hay que ir por todas, con ambición y mala leche". "Ya", dijo Mayte, aún emocionada, conmocionada, por su hazaña, la primera medalla mundial del medio fondo femenino español tras el bronce de Sandra Myers, estadounidense de origen, en los 400 de Tokio 91; "pero no pensaba que ganaría un metal. Ni me he traído el chándal de paseo y no tengo qué ponerme para el podio".

Más información
Castrejana y Sarrapio, eliminadas en triple salto

Tampoco creía en el podio Juan Carlos Granado, su entrenador, su marido, hombre metódico y científico que, después de prever lo que podía pasar -"saldrá la keniana a muerte, a correr en 1m 55s, un tiempo imposible para ti y las demás; quien quiera seguirla morirá", había dicho a su chica, "y tú, que saldrás reservada, irás de menos a más, recogiendo cadáveres, y acabarás quinta"; y Mayte le respondió: "Sí, sí, muy fácil, pero a ver qué hago cuando me saquen 50 metros"-, se sentó y puso en marcha su cronómetro. Le gusta medir los tiempos cada 200 metros. Analizar fríamente. Sólo pudo medirlo hasta los 400: 56,16s para Janeth Jepkosgei, la keniana que había maravillado en las semifinales; 57,60 para Mayte.

"Soy frío, pero no tanto", se justificó Granado, que la segunda vuelta la vio de pie, conteniendo la respiración al principio, cuando Mayte, enganchada a la marroquí Hasna Benhassi, cogía el tren guiado por la locomotora keniana, penacho de pelo teñido de rojo dirigiendo la matanza; cómo al tirón de Jepkosgei, la primera keniana que gana una carrera de medio fondo, respondían, ambiciosas, Mutola, la inoxidable pluricampeona mundial y olímpica de Mozambique en sus octavos Mundiales, y Benhassi, y las demás. "Bien, bien", dijo; "van a pagar los esfuerzos de las dos series previas, más rápidas que nunca. Por querer ganar, van a quedarse por el camino". Desbordado por la emoción, después, en la última recta, que Mayte inició la séptima, sólo por delante de la rusa Klyuka, gritó: "¡Se las va a comer, se las va a comer!", "¡que las coge, que las coge!". Las tenía a todas allí delante, en fila de a una, agarrotadas, consumidas por el ácido láctico, paralizadas. Y Mayte, fresca y fuerte: "Son los entrenamientos de este invierno, hechos pensando en el 1.500, con más trabajo por arriba, más fondo, lo que quizás le ha hecho perder fuerza en el sprint, pero le ha dado más resistencia, más capacidad de recuperación entre serie y serie. Ha sido la clave". A 70 metros de la meta, Granado estaba seguro de la medalla. Mutola, agotada, se negó a ser derrotada y se tiró a la cuneta. Ya sólo cinco por delante. Y, entonces, comenzó la recta más feliz, surrealista, para Mayte, un eslalon frenético con el que sorteó a la bielorrusa Usovich, la eslovena Langerholc y la rusa Kotlyarova, a la que birló el bronce en los últimos 10 metros. Jepkosgei, primera, y Benhassi, segunda, ya eran inaccesibles. "Era como una película. Yo, a cámara rápida; ellas, a cámara lenta", dijo Mayte, de 31 años; "me decía mientras adelantaba no sé por dónde: 'Esto es muy raro, no puede estar pasándome'. Y yo iba contando y sabía que era tercera, pero no me lo creía. Y, al cruzar y ver que había hecho mi mejor marca, que había bajado de 1m 58s, tuve que preguntar y me confirmaron que sí, que era bronce". Que nada es imposible. Y menos, lo improbable.

Mayte Martínez, emocionada inmediatamente después de cruzar la meta en la tercera posición.
Mayte Martínez, emocionada inmediatamente después de cruzar la meta en la tercera posición.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_