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Crítica:TOROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El limbo de los justos

Otro cartel mixto. Como en las cafeterías. Sosos, renuentes y sin malicia los de Los Espartales de rejones. Ídem y menos nobles -no hay tonto bueno- los de Marca. El primero salió con ganas de irse, miraba las tablas, y en cuanto pudo saltó. Hermoso sacó a Chenel para embeberlo en los flancos, en la cola... Nada. Tampoco Silveti, con llamadas y quiebros, rompió el trote indeciso del bicho. Tuvo que girar a su alrededor hasta el mareo para forzar la embestida. Un toro soso, desde un caballo, es mucho más soso. Y el torete anovillado y aserrado que con trabajoso son corría por la arena en cuarto lugar, tampoco era unas castañuelas. Dos toros sosos, desde un caballo, es el espectáculo que más se ve en el limbo. Apenas Chenel, a paso de filigrana en su cara, conseguía alegrarlo. Con Fusilero, los giros y molinetes llegaron a abrumarlo. Se mostraba inexpresivo y perplejo. Todo lo puso Pablo. También las farpas, palos, el medio rejón trasero...

Espartales. Marca / Hermoso, Castella, Gallo

Toros de Los Espartales (para rejones) sosos y nobles, y de José Luis Marca, descastados, muy sosos todos, con nobleza el 3º y reservón el 5º. Pablo Hermoso de Mendoza: Pinchazo y rejón (saludos); tres pinchazos y medio rejón trasero (saludos). Sebastián Castella: Pinchazo, pinchazo hondo y 2 descabellos (silencio); pinchazo, media desprendida y 2 descabellos -aviso- (silencio). Eduardo Gallo: Estocada al rincón (palmas); pinchazo, estocada y 3 descabellos -aviso- (silencio). Plaza de Illumbe, 17 de agosto. 5ª de abono. Tres cuartos de entrada.

Bonito, primera de Castella, no lo era. Recortado y sin cuello, desesperaba al diestro con volteretas, tropiezos e incertidumbres. Pasó, con todo, con dos trincherillas, hacia los medios y no dejó de pasar sin calor, con cierto aburrimiento rezongón en el resto de los muletazos que a izquierda y derecha le propinaba el francés. El aburrimiento se le contagió al público. Y al torero. El quinto, escurrido y cornalón, aceptó verónicas muy bajas, de reposado vuelo. Parearon Curro Molina y Paco Delgado cum laude, y se había calentado al fin el coso, cuando, según su costumbre, Sebastián le cambió por detrás en el centro. Llamó entonces el toro a los suyos con lastimero mugir, y no cesó de hacerlo mientras seguía, con tropiezo de manos y cabeceo indigno, la muleta empecinada de Castella.

Era Illumbe el limbo de los justos cuando Gallo brindó a Refranero. Toreó correcto y sin garra, sin entrar en la línea de la suerte, al toro correcto y sin garra que apenas rozaba la línea de la suerte. Hubo unas palmas breves, las que dan los justos en el limbo. Incluso en el arrimón. Más hecho, con más presencia, salió el último. Gallo notaba en los justos que poblaban las tres cuartas partes de gradas y tendidos las ganas de salir del limbo y corrió a dar lances, picó breve, y le corrió la mano derecha entre oles de aliento, no sabemos si para él o para los propios justos que los emitían. Pronto dio el toro por concluida su labor y decidió quedarse a medio pase. Entonces los justos salieron del limbo a la calle por los amplios vomitorios habilitados para la ocasión.

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