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Columna
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Liquidación

Columna de final de temporada, meto las manos en la cesta de los retales y no me salen más que tiras de virtualidad nada virtuosa. Resulta que han enterrado con honores al rey exiliado de un país que no sé si existe, aunque la gente muere allí a manadas y en donde sobre sus cabezas llueven prótesis para los mutilados: Afganistán. Sí señores, Afganistán sigue teniendo burkas para sus mujeres pero carece de monarca, un tunante que se dio la gran vida en el extranjero mientras su país perecía por la falta de virtud de sus señores y de sus señores ajenos. Para coronar la sensación de inexistencia le acompañó en el funeral ese actor de Hollywood que parece que lo hayan sacado de hacer de Ghandi, le hayan puesto un abrigo-chaleco de Vera Wang y lo hayan soltado a hacer de presidente de la Nada Asiática Explosiva situada junto a otro país, Pakistán, que también está entrando en la No Razón de Ser, a golpe de mezquita y de bombazo.

Llegada a este punto observo que los retales manchan, están ensangrentados, y se me hiela el aliento al pensar que este agosto no tendremos más remedio, algunos, que enfrentarnos a lo que quieran hacer los Aznar durante sus vacaciones. Hay gente que está virtualmente muerta pero realmente viva. Así son las cosas.

Por todo ello, celebro la aparición de dos personajes auténticos, dos clásicos del cine y la novela negras, y de las alcantarillas decentes: el espía y el delincuente. Un tipo que se ha pasado la tira de tiempo vendiendo secretos nuestros a Rusia no sólo me parece propio de una novela de Le Carré (una especie de inútil enloquecido a lo El sastre de Panamá), sino que me excita: a saber los líos en que habrá metido a los rusos con sus diabluras. ¿Le tocó a él anticipar a los servicios de la estepa que la cálida Perejil iba a ser reconquistada por Trillo? Menuda papeleta, contarle eso a un rusazo.

Otro tanto por El Solitario. Sintiendo mucho las vidas de agentes del orden que se ha llevado por delante, lo de este hombre resulta casi conmovedor comparado con lo de Tony Blair, que parece santa Isabel de Portugal, que reinó después de morir. No lo quiero llamar Cid Campeador, porque ese papel lo tiene para sí nuestro ex Josemari.

Feliz verano.

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