La buena tele
En la edición digital de este periódico hay un blog sobre televisión que se llama Spoiler, lo tutela Hernán Casciari, joven escritor argentino que reside en Barcelona, y se dedica exclusivamente a traficar con la buena tele. Al contrario que todos nosotros, que tenemos la irrefrenable tendencia (progre-apocalíptica) a hurgar en las cenizas de las parrillas sólo para traficar con la mala tele. Casciari pertenece a esa nueva generación de teléfilos sin fronteras, conjurada como "generación friki", que también considera que los mejores momentos audiovisuales del siglo XXI proceden de la televisión; y que ya no hay comparación posible entre las ficciones de Hollywood y esas magníficas series norteamericanas que nuestras cadenas han descubierto de repente, hace apenas un par de temporadas (sic), y aún siguen chamuscando en sus parrillas.
Pero el blog de Casciari va mucho más allá. En lugar de masturbarse con el horror televisivo nacional, y sus pajas porteñas son muy divertidas, nos ofrece en Spoiler la posibilidad inmediata de que bajemos vía Internet y por la extendida cultura de los p2p, las mejores y más inéditas series. Desde la nueva temporada de Lost, subtítulos incluidos, hasta el capítulo 20 del gran Studio 60. El blog ofrece una amplísima y actualizada oferta de esa buena tele global (y la globalización ante todo es sincronización) con tal de que superemos aquellas dos potentes supersticiones en las que fuimos educados: la tele sólo se ve en el televisor del cuarto de estar familiar, en plan sacro, y los únicos programas existentes y criticables aquí son los de la ridícula media docena de cadenas territoriales y que sólo emiten con anteojeras, o con fronteras.
Me alegro de que este periódico, o grupo, haya entendido la revolución Casciari, aunque sea en versión blog. La tele del futuro se verá, sobre todo, en las pantallas del ordenador o el móvil 3G, y los mejores momentos de esa buena tele realmente existente ya nunca procederán por definición, por baja definición casera, de las ficciones de esas cadenas territoriales que tanto nos aíslan y asincronizan con el mundo exterior.