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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El turno de Argelia

La visita de los Reyes a Argelia iniciada ayer se produce en un momento decisivo para las relaciones de España con el Magreb. Marruecos ha anunciado su intención de presentar en las próximas semanas un nuevo plan para el Sáhara, uno de los contenciosos que más dificultan el entendimiento entre los dos grandes países de la región y, por consiguiente, la definición de una postura por parte de la diplomacia española que resulte aceptable para todos los actores. Los retrasos en la reunión de alto nivel, que los Gobiernos de Rabat y Madrid debían haber mantenido hace varios meses, pero que sólo pudo celebrarse la semana pasada, han dado lugar a una inevitable aunque inoportuna proximidad entre la presencia de Zapatero y ocho de sus ministros en Marruecos, y la de los Reyes en Argelia.

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Esta cercanía de las fechas ha obligado a que don Juan Carlos sea el encargado de suavizar los efectos de la cumbre de Rabat, mal recibida por la prensa y el Gobierno argelinos, y precedida como salva de disgusto por el anuncio de una subida del precio del gas. En la primera jornada de la visita, y antes incluso del primer almuerzo oficial, el Rey ha precisado los matices más controvertidos de la posición de España ante el contencioso del Sáhara, puesto que el apoyo del Gobierno español al plan marroquí despertó una abierta hostilidad por parte de Argel. Don Juan Carlos ha reiterado los elementos clásicos de la diplomacia española en torno al futuro de la antigua colonia, obviando las menciones a la iniciativa marroquí y defendiendo la necesidad de encontrar una solución acordada entre las partes que contemple el derecho de autodeterminación y que se atenga al marco de Naciones Unidas. El presidente Buteflika, por su parte, ha guardado silencio sobre el asunto.

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El Magreb constituye uno de los ejes más importantes de la política exterior de nuestro país. España no sólo no está obligada a optar entre Marruecos y Argelia sino que debe encontrar el espacio para mejorar en paralelo las relaciones con ambos países. Ésa sería su mejor contribución a la estabilidad de una región crucial, sobre la que no dejan de acumularse signos preocupantes.

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