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Entrevista:Carlos Núñez | Músico

"Sin la música tradicional de Galicia sería un huérfano"

Ha vendido un millón de copias de sus discos y obtenido un premio Ondas, dos candidaturas en solitario a los Grammy latinos y galardones en todo el mundo. Ha sido nombrado Embajador Europeo del Medio Ambiente y ha actuado en Roma ante dos millones de personas convocadas por el Papa. Nunca dio la gaita una estrella tan universal.

"Con la globalización descubrimos que todos nos parecemos más, pero ya nos parecíamos antes de ahora"
Su nuevo disco, ?Cinema do Mar?, recrea a su manera la banda sonora de películas que son ya clásicas
"Me eduqué con la idea de que lo más importante era dar a conocer nuestra música y en esa misión sigo"
"En el cine la voz es un instrumento más, hay que imaginar las músicas para acompañar las palabras"

Carlos Núñez vuelve a Vigo después de dos años de ausencia y con nuevo disco, Cinema do mar, un compendio audiovisual que reinterpreta a su manera y con viejos y conocidos artistas amigos bandas sonoras que se han hecho clásicas. El género no le es nuevo. Ya participó, cuando tenía 18 años, en la música de La isla del Tesoro, con The Chieftains (que colaboran en el nuevo álbum), y hace menos tiempo, y más profusamente, en la de Mar adentro. También traslada los resultados de su colaboración en películas japonesas. Ahora viene de una gira por Alemania y con muchas ganas de descansar, "aunque aquí hay un estrés del demonio en el ambiente".

Pregunta. Tiene aspecto de cansado, nunca le había visto tan flaco...

Respuesta. ¡Y cómo quieres que esté! Me he pasado el tiempo viajando, he dado 150 conciertos por año, saltando de país en país y de hotel en hotel... Además tuve gripe... De manera que, pese al estrés ambiente, esto lo disfruto mucho, cada vez disfruto más de Galicia. Es la suerte de tener un país que conserva su parte ancestral. Lo combinas con lo contemporáneo y da unos resultados fantásticos. Eso lo veo claramente en la música. Europa ha perdido la sustancia de la música tradicional, es como un paripé, mientras que aquí está en la calle, es auténtica, como en India o China. Son países con tradiciones vivas de las que hay mucho que aprender. En Europa es como si hubieran llegado tarde a esas realidades.

P. ¿Hay algún país en el que se sienta especialmente cómodo?

R. Todos tienen su punto, aunque en realidad no paro en ninguno: voy dando saltos como un saltamontes, de California a Galicia, de París a Japón... En mi cabeza no existen países diferentes, sino una telaraña de amistades y de relaciones personales. Toco instrumentos que tampoco están ligados a ninguna lengua. La música comienza cuando terminan las palabras, que decía Wagner. Es un lenguaje universal y yo me embarco en proyectos que se me hacen muy interesantes y que se generan en entornos de amigos, trabajamos por Internet, por videoconferencia... En este disco hay mucho de eso.

P. Después de Mar adentro, ¿le cogió gusto a la música de cine?, ¿a ponerle música a los paisajes del mar?

R. Primero, es un trabajo muy estimulante, con amigos. En el cine, la voz es un instrumento más, hay que imaginar las músicas para acompañar las palabras y eso ya tiene una gracia. Por otra parte, mirar al mar, las puestas de sol, es una afición muy común, lo mismo aquí, en Cabo Home, que en Salvador de Bahía o en Japón. Y además, yo siempre he disfrutado mucho el mar desde la playa de Deilán, en Vilaboa, y tengo esa impronta natural que adaptas a los tiempos combinándola con las tecnologías. Todavía sigo pasando temporadas en la casa familiar de San Adrián de Cobres y ahí me encuentro directamente con mi mar de siempre, aunque no sea mi único mar. Lo prefiero en cualquier caso a la ciudad. La ciudad me despista, lo rural me parece perfecto.

P. Entonces, le costará viajar...

R. Por mentalidad, por nacimiento, no tanto. Quizás el ser gallego me haya ayudado a viajar, a aceptarlo y a adaptarme.

P. ¿Qué añora de Galicia?

R. Galicia me parece un privilegio, pero somos tan individualistas que no hay una sola Galicia. Cada cual tiene una idea distinta de lo que es porque la asociamos al disfrute personal de los pequeños rincones que nos marcan. Mi Galicia no se corresponde con los límites geográficos. La encuentro en San Francisco y en el lejano Oriente, en Japón, en ritmos que son los de la muiñeira... Me sucede como a los emigrantes: puedo estar en un país imaginario, idealizado, que es mi lugar de origen. De todos modos, yo creo que hay dos Galicias, el Norte, que es más europeo, y el Sur, que es más americano.

P. ¿Y usted, con cuál se queda?

R. A mí me gustan las dos. En el Norte veo la Europa atlántica, las similitudes con Irlanda, por ejemplo; en el Sur hay una mentalidad suramericana, Vigo es una ciudad igual que Salvador de Bahía. Pero, claro está, Galicia es el motor que me inspira, son mis raíces. Y toda la música que hago suena a gallego. Si no fueran esas raíces, sería un huérfano. Medio mundo se va quedando huérfano. En Sicilia los lazos familiares son tan fuertes como aquí y no quieren perderlo. Nosotros pertenecemos a ese mundo. Es una suerte.

P. Con todo, le veo muy encandilado con Japón, ¿por qué?

R. Me atrae mucho, puede ser un ejemplo para Galicia. Los japoneses tienen una gran capacidad para integrar lo antiguo y lo contemporáneo. Y en el mapa, Japón y Galicia son el Naciente y el Poniente, dos finisterres, los extremos (que se tocan); a la gente, aquí y allá, le gusta mirar el sol, las puestas de sol. Yo he disfrutado mucho trabajando con Ryuichi Sakamoto, en el disco sacamos dos temas. Y a los japoneses que han venido a casa, les encanta la ciudad, Galicia, la cocina gallega... Yo ya tengo una ruta que sé que les alucina: Finisterre, la playa de las Catedrales... Ahora, con la globalización, las tecnologías, descubrimos que todos nos parecemos más, pero ya nos parecíamos antes, incluso a los antepasados. En la producción de Cinema do mar se me ha hecho muy patente.

P. ¿A través de las bandas sonoras, con la música de las películas?

R. Sí, sí. Por ejemplo, La Misión es la música que llevaron los jesuitas a Paraguay, yo la actualizo y suena a gaitas vencedoras. Pero lo mismo pasa con el Bolero; era una pieza de mi repertorio secreto, lo he tocado desde niño sin atreverme a hacerlo en público. Pero resulta que Ravel lo escuchó en Aragón. Y lo mismo me pasa con Bach; cuando el escribe los preludios, la gaita era el instrumento más tradicional de Alemania, y en esas obras clásicas hay ese trasfondo de contextualización y puedes ver su sintonía con las antiguas alboradas de Galicia, y es el mismo paralelismo que puedo descubrir con Sicilia al interpretar con zanfoña El Padrino...

P. ¿Qué compromisos asume como artista y como persona?

R. Supongo que te refieres a los que deben salir de dentro, no para las fotos o para tener contratos, como veo que hacen muchos artistas con los conciertos benéficos y eso; otros se van a paraísos fiscales... Yo me formé tras la muerte de Franco, en un momento en que había que recuperar nuestras propias tradiciones, que el franquismo había adulterado y asoballado. Me eduqué con la idea de que lo más importante era dar a conocer nuestra música, no participar en el show business, que descubrí en mi primera gira, cómo se hace industria con la música. Para mí el disfrute ha sido y es lo principal. Mi primer compromiso es con la música. Entonces sentíamos que teníamos una misión, y yo sigo en ello. El dinero es lo deportivo. No hago cualquier cosa, antes tengo que darle unas vueltas...

P. ¿Está usted politizado?

R. A mí me da pena lo politizado que está todo. Los políticos están no para hacer favores, sino para servir a la sociedad, ésos son sus deberes. Pero aquí los ciudadanos somos los únicos que hacemos los deberes.

P. ¿En esa idea ha influido su padre?

R. Por supuesto. Fue del Partido Comunista y eso me marcó. Vengo de una tradición de izquierdas, mi abuelo era republicano, soy partidario de la enseñanza laica. Pero trabajo con músicos de derechas sin problemas. La música me ha servido hasta para eso. La política es una de las dedicaciones que más engrandece a las personas y los músicos somos ególatras. Pero buscamos la armonía, el punto de entendimiento. Los políticos podrían hacer lo mismo.

P. ¿El éxito profesional le cuesta muchas renuncias personales?

R. Muchas. Sobre todo, la renuncia a la comodidad de vivir como un europeo. Vivo de hotel en hotel y, como ahora en Alemania, si pillo una gripe no puedo cancelar ningún concierto...

P. ¿Encuentra diferencias entre sus públicos?

R. Sí, las hay. Sobre todo al principio, al empezar el concierto. Vas probando hasta que logras la armonía, bajan la guardia y entonces ya vas directo a la comunicación. Es como un proceso de cortejo. Pero al final todos los públicos son iguales: ¡la felicidad existe, al final!

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