_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tristeza de la felicidad

Míster Johnson es un muchacho de diecisiete años, empleado del puesto colonial de Fada, en Nigeria, que vive en un estado permanente de satisfacción. Es un alma simple, pero ingenioso y astuto cuando lo precisa, para el que no existe otra cosa que el presente. Su carácter abierto, festivo y despreocupado no sólo no le impide ocupar un puesto administrativo o ejecutivo en el puesto colonial sino que se aprovecha de él con la ingenuidad de un hombre autosatisfecho que considera que las cosas están a su alcance para que él las tome, sean suyas o no. Es un fantasmón, un bocazas, un pícaro negro que sueña con ser británico, que posee ascendiente sobre los que le rodean y que enreda con la lógica de su simpleza a sus superiores.

MÍSTER JOHNSON

Joyce Cary

Traducción de Rafael Vázquez Zamora

Ediciones del Viento

A Coruña, 2006

296 páginas. 20 euros

Joyce Cary (1888-1957) es

conocido en España por su excelente novela La boca del caballo (Alianza Bolsillo), tercera novela de una trilogía que es la que mayor prestigio le ha concedido. Antes escribió, entre otras, tres novelas de ambiente africano inspiradas en el tiempo en que estuvo empleado en el Servicio de Colonias. Nacido en Irlanda, sus novelas retratan admirablemente el mundo social inglés de la época, lo que le colocaría en la línea de un E. M. Forster, pero su producción es irregular. Míster Johnson se publicó en 1939 y se convirtió en una de sus novelas más popularmente aceptadas.

Lo primero que destaca en la lectura de este libro es la habilidad y eficiencia con que el autor se introduce en la mente y el modo de ser del protagonista. Quien haya leído alguna de las obras maestras de la literatura africana (Todo se derrumba, de Chinua Achebe, por ejemplo) se percatará enseguida de la verdad que hay en la descripción de la vida y el pensamiento del joven Míster Johnson, lo cual amerita la escritura de Joyce Cary pues, perteneciendo a una cultura radicalmente distinta, su capacidad de meterse en la cabeza de este muchacho nigeriano se revela admirable. La mentalidad de Míster Johnson es, como cabe suponer, una mentalidad mágica, cual corresponde a un primitivo. Por aquí asoma otra característica sustancial de la literatura de Cary que es la presencia de personajes en los que la sencillez e incluso la simpleza está asociada a la libertad de comportamiento vital. El insensato Míster Johnson no es sólo un joven alocado sino, principalmente, un gozador, alguien que no está dispuesto a dejarse arrastrar por el desánimo. Por mal que le vayan las cosas, siempre encuentra ocasiones de disfrutar de la vida y lo hace generosamente (y sin reparar en gastos, como diríamos nosotros). Su ingenuidad esencial es la clave de la historia que se nos narra pues, incurriendo incluso en delitos, pequeños y no tan pequeños, el lector comprende que, si bien lo llevan al desastre, en cierto modo su inocencia elemental los santifica.

La novela está invadida también por la creación del escenario nativo, correspondiente a la época colonial de entreguerras, retratado con extrema viveza y convicción. De hecho, apenas si aparecen personajes blancos de relevancia aparte del jefe Redbuck y un ex militar que regenta una tienda, Gallup, dos caracteres bien resueltos, complementarios y representantes de la dominación blanca en África.

El libro cuenta en presente

y está lleno de escenas donde no falta el pintoresquismo ni el humor, pero también es muy sugestiva la recreación literaria, los recursos tales como el modo de hablarse a sí mismo de Míster Johnson que contrasta muy inteligentemente con la descripción externa del mismo personaje: dos expresiones diferentes de un mismo modo de ser. Un tercer aspecto de la narración es el que enfrenta objetivamente a blanco y negro, como en la tarde que pasan Gallup y Míster Johnson charlando en la tienda del primero, una escena vitriólica. Y nos encontramos con planteamientos que, siendo radicalmente diferentes en su origen y motivaciones, acaban confluyendo bajo el clima tropical; por ejemplo: "Rudbeck", el superior del joven protagonista, "lo mismo que Johnson posee la facultad de rechazar todas las cosas desagradables hasta que se ve forzado a verlas porque se le vienen encima. Esto le produce mucha felicidad y abundantes depresiones repentinas". La diferencia entre uno y otro es que el jefe es el jefe y el negro un pobre diablo y sufrirán las consecuencias de su actitud de manera bien distinta. Ningún personaje es, aun en su mayor simpleza, de una pieza; el conjunto resulta fascinador y supone asomarse de una manera tan jocosa como sugerente a un mundo que no estamos habituados a mirar desde dentro. Y no es éste el menor de sus atractivos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_