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Crítica:LA MAESTRANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triunfo de Agustín de Espartinas

Antonio Lorca

Agustín de Espartinas llegó a la Maestranza arropado por cientos de paisanos que justificaron el viaje con una euforia desmedida, natural en estos casos. No obstante, el chaval agradeció el cariño de su gente con las dos orejas que paseó triunfalmente a la muerte del quinto novillo de la tarde.

Se puede discutir tan abultado premio; la exigencia de esta plaza está bajo mínimos, y un triunfo grande siempre debe ser puesto en tela de juicio. Discutibles orejas, sobre todo cuando están avaladas por el triunfalismo de acérrimos partidarios, pero lo cierto es que la actuación del torero estuvo presidida por la decisión, el arrojo, y, a veces, por el buen toreo. Recibió al novillo de rodillas en la puerta de chiqueros con una limpia larga cambiada y, puesto en pie, encadenó unas verónicas muy animosas que presagiaban lo que vino después. No permitió que el picador cumpliera con su obligación, hizo un quite muy envalentonado, y brindó la faena de muleta a Espartaco que, como buen paisano, también lo apoya. El animal tuvo recorrido y nobleza, y el novillero, embravecido, inició la faena dispuesto a conseguir el triunfo, y toreó muy bien con la mano derecha al hilvanar dos tandas de derechazos largos y sentidos. Sufrió un desarme antes de corroborar sus buenas maneras con la zurda, y firmó seis o siete grandes y hondos naturales. Y mató de una estocada desprendida de efectos rápidos. Se puede discutir el doble trofeo (la algarabía de los paisanos despista mucho), pero no admite discusión que Agustín de Espartinas buscó el triunfo con toda su alma, y demostró, además, que no tiene mala concepción del buen toreo. Y todo, a pesar de su desangelada actuación ante el parado segundo.

Domecq/ Luque, Espartinas, Fuentes

Novillos del Marqués de Domecq, bien presentados, mansotes y muy blandos. Daniel Luque: ovación en su lote. Agustín de Espartinas: ovación y dos orejas. Salvador Fuentes: ovación y silencio tras aviso. Plaza de la Maestranza. 17 de septiembre. Algo menos de media entrada.

No tuvo más historia la novillada. Bueno, sí: lo anterior y lo posterior fue un tostonazo insufrible. Dos horas y media para espectadores ejemplares dispuestos al sacrificio del pleno aburrimiento. ¿Cuándo se tomará alguien en serio que un festejo taurino no puede durar tanto tiempo? Después, se quejan de que no hay afición...

Daniel Luque reúne en su persona muchas esperanzas de futuro, pero ayer no dijo nada. Sus novillos no ofrecieron facilidades, pero pareció un joven de buenas maneras, aunque frío, sin apostar por el triunfo, falto de ambición. Tuvo detalles, pero pecó de enorme conformismo. De la esperanza blanca se esperaba mucho más.

Y menos suerte tuvo Salvador Fuentes, con el lote menos lucido. Se movió con soltura y también con pesadez, pero no pudo torear ni al inválido primero, que se mantenía en pie de milagro, ni al dificultoso sexto, que desarrolló sentido del malo.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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