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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Natascha, en directo

Tanto los periodistas como los psiquiatras que entrevistaron a Natascha Kampusch tras emerger después de ocho años de enclaustramiento han quedado admirados por su inteligencia y su voluntad, pero también por su retórica, su perfecta dicción, su capacidad de comunicación. La explicación que se ha dado es que sus nexos con el exterior fueron sólo el periódico, la radio o la televisión. Así, una parte de la actual condición de Natascha evoca un imaginario viaje desde las menudas porciones de libertad obtenidas de los medios de comunicación y la estación presente en que la prensa realiza un segundo secuestro de su personalidad.

Ella misma ha confesado que para hacerse reconocer por alguien en los breves periodos de salida al exterior trataba de esbozar la misma sonrisa con la que aparecía a sus 10 años en las fotos difundidas por la prensa o la televisión. Su historia ha logrado trascendencia a través del artilugio mediático que convierte su drama en un best seller y su foto en un icono donde gran parte de la población deposita su devocionario sentimental. Sentimientos de paternidad, de fraternidad o de amistad, de compasión y de miedo, de indignación o de intriga. La historia contiene tantos resortes afectivos como para crear sensaciones fáciles de compartir en cualquier lugar del mundo y, en consecuencia, comercializable a la máxima escala.

Más de 80 televisiones han pujado ya por una entrevista con la joven austriaca. La compleja, larga y sensible estructura de su secuestro convierten el caso en un valioso tesoro para la imprenta, la radio o las televisiones del corazón. ¿Y qué medio, actualmente, no se alimenta de "gente", asuntos fieramente humanos, cuentos muy personales y noticias de todo género que remiten invariablemente al corazón?

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El psicópata que mantuvo el secuestro llevaba camino de marchitar la vida de su pequeña víctima robando su adolescencia en la oscuridad del encierro, pero también prolongando la mutilación a través de las secuelas que para siempre pueden dañar su personalidad. La exploración de los médicos, sin embargo, no ha desembocado en el pronóstico de heridas psicológicas irreversibles. "Yo era más fuerte que él", ha dicho Natascha. Y le obligó a hacerle regalos en navidades, en Pascua o en su cumpleaños para tener una referencia del tiempo. Probablemente pocas niñas y menos niños se habrían comportado con tanta firmeza y lucidez. Natascha es también de este modo una heroína. Resistió con inteligencia y voluntad, escapó con audacia, indujo la muerte del monstruo.

El desarrollo de la secuencia calca los puntos del mito, y el mito arrebata el interés general. La vicisitud de Natascha Kampusch posee de este modo el valor intrínseco de los grandes relatos de la humanidad. Su potencial simbólico apenas ha necesitado esperar unos minutos para empezar a ser explotado por la fabulosa factoría de las empresas de comunicación.

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