Grecia da una lección a Estados Unidos
El campeón de Europa saca a relucir todos los defectos de los norteamericanos, incapaces de jugar como un equipo
Se veía venir. Quizás no a manos de los griegos, en teoría el menos capacitado de los otros tres semifinalistas que iban a pelear por el oro. Pero, día a día, partido a partido, se anunciaban los problemas para la selección estadounidense. Su falta de rigor, su incapacidad para aprender o su desprecio por el juego colectivo, todo ello unido a errores de bulto en la estructura de sus acciones, presagiaban que, cuando tuviese enfrente un auténtico equipo, las iba a pasar canutas.
El día llegó antes de lo previsto y el descalabro fue mayúsculo. Uno por uno, todos los defectos de Estados Unidos salieron a la luz de forma meridiana, hasta el extremo de ser descosido por un conjunto que, si bien domina a la perfección los tiempos, no anda sobrado de talento.
GRECIA 101- EE UU 95
1º CUARTO 14-20
2º CUARTO 31-21
3º CUARTO 32-24
4º CUARTO 24-30
Los griegos, maravillosos en conjunción, análisis de la situación y utilización de sus recursos
Un montón de 'all stars'. Cada uno por su lado valen un potosí. Juntos no van más allá de una banda
Pero esta vez a Grecia, la vigente campeona europea, le fue suficiente con poner sobre la cancha ambición, trabajo e inteligencia. Poco a poco, fue ganando terreno y haciendo más grandes las muchas heridas que tiene el pintón aspecto de los de la NBA para acabar dándoles una lección que seguramente olvidarán en cuanto vuelvan a su país.
El baloncesto es un juego de equipo y las individualidades no suman si no es a través de engranajes de los que Estados Unidos no parece querer darse cuenta. Su empecinamiento en jugar cada uno por su lado, la persistencia en buscar caminos equivocados y el nulo conocimiento de las reglas básicas por las que se rige este deporte tuvieron como consecuencia un desastre de enorme magnitud.
Allí estaban un montón de all stars, jugadores que cada uno por su lado valen un potosí, pero que juntos no van más allá de una banda que confunde una competición como ésta con un escaparate de sus habilidades. A la cabeza, su nombre más sonado: LeBron James. Todo un prodigio físico al servicio de sí mismo. Con gente como él, no se puede ir a ningún sitio. O, al menos, no a este tipo de torneos.
Después de la experiencia frente a Alemania, que les hizo sudar con una zona, Mike Krzyzewski, afamado entrenador de la universidad de Duke y otro de los claros perdedores de ayer, introdujo novedades en su quinteto inicial incluyendo a dos tiradores contrastados: Johnson y Hinrich. No estuvieron mucho en el campo porque la política a la que está sujeto este grupo parece obligar por decreto a repartir minutos entre diez jugadores pase lo que pase y estén las cosas como estén. Al final, con tanta calculadora, Krzyzewski consiguió volver locos a todos.
Aunque Grecia planteó desde el principio su intención de congelar el partido al máximo, sus temores ofensivos posibilitaron que, sin grandes esfuerzos, Estados Unidos llevase el partido encarrilado (33-21 en el minuto 4 del segundo cuarto). Las miserias norteamericanas seguían al aire, pero eran subsanadas, como siempre, con mucho rebote ofensivo y alguna que otra habilidad individual.
Pero salió Papalukas. Y tambien Schortsianitis, una especie de Shaquille O'Neil en miniatura, y el duelo se dio la vuelta. El base entendió que tanto control ofensivo no les llevaba por el buen camino y dio un poco de ritmo a su ataque. Aprovechándose de la floja defensa contraria y las nulas ayudas, comenzó a dinamitar las estructuras norteamericanas. Él ponía la inteligencia y Schortsianitis la fuerza. Ocho puntos consecutivos del armario negro de tres cuerpos cambiaron el panorama.
Grecia se dio cuenta de que sus posibilidades no eran sólo producto de un sueño y todos sus jugadores dieron un paso al frente. El miedo se transformó en valentía y se tiraron a la yugular de los incompetentes hombres de Krzyzewski. Por primera vez en este Mundial, éstos parecían desarbolados y sin capacidad de reacción. El parcial del segundo cuarto fue expeditivo (21-31). En total, 41-45 para Grecia en el descanso.
Con el antecedente del encuentro de la fase previa ante Italia, se esperaba después una salida en tromba de Estados Unidos. Lo intentó, pero Grecia ya estaba convencida de que podía ganar y de qué tenía que hacer para conseguirlo. Maduraba los ataques, buscaba penetraciones con sus tiradores dispuestos a aprovecharse de la nula colaboración que tenían entre ellos James, Anthony o Wade. Con Spanulis, Dikudis y Kakiuzis ya metidos en harina, el espectáculo lo daba Grecia. Contraataques, buenos dos contra dos, triples que entraban..., todo le iba de cara. Colaboraba también lo que hacían los otros, las figuras de la NBA. El partido se les estaba yendo (58-71 en el minuto 7 del tercer cuarto) y ellos como si nada. Cada uno a lo suyo. James, contra el mundo, tira que te tira tiros de tres errados, Y absolutamente ciegos para leer ni una línea del juego. Aun así, a trancas y barrancas, lograron acercarse y poner en duda la proeza griega (91-95 con 36 segundos por jugar).
Pero, al final, se hizo justicia. Con un equipo como el griego, maravilloso en su conjunción, análisis de la situación y aprovechamiento de sus recursos. Y también con el estadounidense, una colección de estrellas que no han sabido entender el valor de lo colectivo, la fuerza del grupo, el esfuerzo conjunto. Para colmo, su reacción ante la derrota fue arrogante. Sólo unos pocos de sus jugadores se acercaron a los vencedores para felicitarles. La frase más escuchada en el pabellón resume perfectamente el porqué de la debacle estadounidense: "Estos tíos no tienen ni idea de jugar al baloncesto".
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